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Religión: Aspectos poco sanos y semejanza con las relaciones humanas destructivas (Colaboración)

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Nota Inicial:
La presente publicación fue escrita y elaborada por un colaborador y amable lector de este Blog. Este artículo NO fue escrito por el habitual escritor y responsable de este sitio Noé Molina. (*)


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Religión: Aspectos poco sanos y semejanza con las relaciones humanas destructivas


Notarán que el mundo propuesto por los profetas, santones y místicos de diversas tradiciones religiosas está conformado por una visión dual de las cosas, siempre en dicotomía (no está de más decir que es una falsa dicotomía). A saber, el perpetuo enfrentamiento de lo sagrado y lo mundano, los superhéroes y los supervillanos, los iluminados/hijos de divinidades/profetas versus los impuros/perdidos/necios/abominables. Además, proponen una relación jerárquica entre ellos y sus seguidores, una relación no muy sana que, en lugar de incentivar el crecimiento de sus pupilos, de incentivar cualidades que les permitan enfrentar el mundo por sí mismos los hacen profundamente dependientes de ellos, infundiendo falta de confianza en sus propias capacidades, desincentivando la crítica y la duda (o bien proponiendo metas imposibles).

Esto es lo que llamo infantilización moral e intelectual de la persona

Moral porque regresa a las personas al estadio de la niñez, donde lo importante era obedecer al adulto (profeta, divinidad, sabio o entidad impersonal eterna) o atenerse a su castigo (infierno, mal karma, reencarnación, etc.).

Intelectual porque desincentiva la investigación o bien la aprueba hasta cierto punto, tras el cual las preguntas ya no son bienvenidas, tras la cual cualquier conclusión diferente, por muy razonable que sea, es una corrupción de la doctrina o una interpretación con visos de herejía y degeneración. Cualquier insistencia tras ese límite es signo inequívoco de estar poseído por el maligno, una afrenta a la sabiduría de la divinidad o del sabio iluminado o una necedad o falta de madurez espiritual. Siguiendo con el análisis de este aspecto, la relación de la divinidad/iluminado reproduce un estado de la mente infantil en el cual piensa que el padre posee todas las respuestas. Las doctrinas religiosas explotan el natural deseo de respuesta a través de la figura del dios/sabio omnisciente e infalible al cual debes recurrir ya que es el único poseedor de las respuestas que buscas. Esto contrasta grandemente con la mentalidad propia de un adulto maduro, donde es habitual encontrarse con la incertidumbre y la imperfección. No conozco un profeta que haya dicho “no sé” ni mucho menos “estaba equivocado” una vez en contacto con Dios o la verdad absoluta.


En el caso de las religiones abrahámicas en particular, la obediencia y la culpa ocupan lugares centrales en la relación Dios-creyente. La culpa se inserta a través de la espuria deuda llamada “pecado original” y de la colocación de metas contrarias a la imperfecta naturaleza humana. La obediencia es ejemplificada en la historia del profeta del cual toma el nombre la clasificación de esta familia de religiones, Abraham, quien está obedeciendo ciegamente la voluntad de Yavé de sacrificar a su único hijo, deteniendo Yavé a último momento a su siervo y satisfecho por la obediencia incuestionable que este le mostró. De hecho, si se fijan, tras cada mandamiento (tanto del antiguo como del nuevo testamento) Dios no brinda alguna justificación valedera para sus “reglas”, parece ser que las reglas son dignas de ser acatadas por la mera autoridad de la divinidad, cosa que teólogos en siglos posteriores trataron de enmendar con “motivos misteriosos e inentendibles para el hombre natural, para el intelecto humano”, pero en última instancia el misterio no es una justificación, de hecho es lo contrario, el misterio se corresponde bien con la falta de una justificación. Entonces la moralidad de la teoría del mandato divino es endeble. Dicha debilidad viene expresada en el dilema de Eutifrón que dice “¿Algo es moralmente bueno porque lo dicta Dios o algo es dictado por Dios porque es moralmente bueno?” El primer caso parece ser al que suscriben muchos creyentes, pero tiene la desventaja de que reduce la moralidad a la obediencia. La segunda opción parece más deseable para una defensa de Dios, pero necesita sacrificar la omnipotencia y parte del libre albedrío (ya que Yavé no tendría libertad absoluta) y de hecho vuelve innecesaria a la divinidad, ya que lo vuelve como un paso extra para alcanzar lo moralmente bueno.

En otras religiones, como las dhármicas (derivadas de la primitiva religión védica, a saber, hinduismo, budismo y jainismo) la obediencia viene en una forma levemente diferente, en forma de karma. Etimológicamente proviene del sánscrito kri que significa “acción”. Primariamente viene en forma de deberes cósmicos que uno debe cumplir respecto a la casta en que uno ha nacido, esta es la visión dada por la religión védica y que se mantuvo en parte de la ortodoxia hinduista (no en todas las escuelas). En nuevas interpretaciones de otras escuelas hinduístas, y en el budismo y jainismo el karma representa el resultado de innumerables vidas previas. En todo caso, el karma es algo de lo que uno se va despojando gradualmente a través del seguimiento de la doctrina, es decir, nuevamente la obediencia se hace presente. Hay que tomar en cuenta que el karma es también un mecanismo de preservación del statu quo porque justifica las situaciones injustas que se producen de forma natural como las provocadas por el hombre. Las diferencias entre las religiones dhármicas y las abrahámicas incluyen la relativa ausencia de una forma apreciable del concepto de culpa, pues no hay que pedir perdón a ningún ente, antes bien, sí incluyen algo parecido, el concepto de que uno está dañado e impuro por naturaleza y que ello es causa del sufrimiento, del cual uno se puede librar siguiendo el camino ofrecido por los sabios iluminados, que terminan siendo deificados. Otra diferencia es que ofrecen la apariencia de ser un camino para mentes abiertas, pero veremos que realmente no es así, puesto que a pesar de hacer poco énfasis en la fe como virtud, no inducen una exploración abierta y honesta de los temas de los que hablan, antes bien, la actitud de sus iluminados es del tipo “explora lo que quieras, pero esta es la conclusión a la que debes llegar, si no llegas a esta conclusión es que no estás intentando lo suficiente/eres un inmaduro/lo entenderás cuando estés más avanzado”. O sea que no son sistemas abiertos a nuevas ideas, solo confirman las ya propuestas por los sabios. Relacionado a esto, ofrecen una apariencia escéptica al decir que no hace falta creer en ellos, sino que se puede probar por uno mismo, que es una especie de “ciencia espiritual”. Pero nada más lejos de esa realidad, porque en primer lugar en ciencias las cosas no se prueban simplemente porque sí, sin una justificación ulterior, antes bien, debe haber un marco teórico tentativo que explique lo que se puede encontrar y lo que no, que sopese bien los posibles riesgos y que tenga un método de corroboración intersubjetivo, antes que la mera experiencia subjetiva de algo, que frecuentemente está sesgada y propensa al autoengaño.


En ambos tipos de religiones, que son las más difundidas, existen patrones de relacionamiento nada sanos, como por ejemplo el concepto dhármico de devoción al gurú que es una deificación del iluminado, atribuyéndole infalibilidad, conocimiento superior y licencias morales de todo tipo, ya que todas sus acciones, por extrañas o inmorales que parezcan encierran supuestamente “un mensaje” profundo e inentendible para el no-iluminado. A su vez el gurú cierra el círculo de esta relación con potencial abusivo de las siguientes maneras:

- Exigiéndole entrega absoluta hacia el camino (convenientemente delimitado por el gurú).

- Minando la confianza del seguidor en sí mismo (tratándolo condescendientemente al discípulo, aseverando saber qué es mejor para el seguidor, usando el miedo, la vergüenza o más raramente la culpa).

- Quitándole los recursos que normalmente defienden a las personas de los estafadores (como la capacidad de hacer críticas al maestro o de estar en desacuerdo con algún aspecto clave de la doctrina).

- Poniéndolo en un estado de miseria (en el cual debe estar en constante alerta para guerrear con el maligno, con el ego u otro ente de tipo supervillanesco, batalla en la cual solo el iluminado puede ofrecer su generosa y “desinteresada” ayuda por medio de la doctrina).

- Proveyendo mecanismos que preserven la indemnidad de la doctrina (como los numerosos símiles y otros malos argumentos que permiten al devoto “zafar” de las críticas de “los otros” o bien, restringiendo la “búsqueda espiritual” a medios “más allá del intelecto”).

- E incluso reinterpretando conductas abusivas como entrenamiento.




En el lado de las religiones abrahámicas, vemos patrones muy similares, con la sutil diferencia de que la relación Dios-creyente tiene un intermediario, sea el pastor, sacerdote o ministro, quien suple algunas funciones del gurú, que:

- Exige entrega absoluta a los designios de la divinidad (convenientemente dichos designios le son transmitidos de variopintas maneras al intermediario).

- Mina la confianza del seguidor en sí mismo (recordándole que sin la divinidad el ser humano no es nada o bien, la divinidad en su infinita bondad decidió fijarse un imperfecto humano, el cual está casi obligado a retribuir dicha bondad con obediencia y lealtad absolutas, so pena de ser un ingrato).

- Le quita recursos de defensa al creyente (a través del “misterio” divino que parece poder justificarlo todo, a través de la abdicación de la razón y el enaltecimiento de la fe)

- Lo pone en un estado de miseria (quien sea católico recordará que vivimos “en un valle de lágrimas” y que tenemos una deuda de nacimiento).

- Provee mecanismos que permitan zafar de la crítica o adaptar los hechos a las creencias (el entendimiento por medio del espíritu santo, la hermenéutica y exégesis bíblicas, el tan mentado contexto y un largo etcétera) en lugar de proceder sabiamente, lo que implica adaptar las creencias a los hechos.

- También no olvidemos la reinterpretación conductas abusivas de la divinidad como una prueba para nosotros, o un mensaje que demuestra lo mucho que le importamos, ya entienden la idea, ¿verdad?


Como ven, ambos sistemas dogmáticos se basan en la venta de la idea de la miseria existencial, para luego ofrecer la solución a tal miseria. Son relaciones de manipulación y dependencia, basadas en expectativas nada realistas y con gran potencial de abuso.

Como contrapeso, dejo una breve, pero no exhaustiva lista extraída del Blog Skeptic Meditations, sobre cualidades sanas que uno puede esperar de una relación sana (aplica a varios ámbitos, no solo el espiritual)



Métodos usados por quienes refuerzan 
la confianza de las personas en sí mismas


- Nutren la expresión de uno mismo y la creatividad.

- Valoran la experiencia de uno mismo antes que las experiencias de otros.

- Estimula la evaluación del mundo externo e interno.

- Valora el pensamiento crítico, la razón y el desarrollo intelectual.

- Respecto a los sentimientos y sensaciones, está consciente de ellos, y permite el procesamiento de la experiencia personal. [1]

- Espero que les hayan servido estas observaciones y nos vemos en una próxima oportunidad.



Nota:
[1]= http://skepticmeditations.com/2015/12/13/guru-manipulation-self-mistrust/


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(*) Nota Final:


El autor de esta publicación es "Ibrahinm SciMath", fiel seguidor y colaborador de este Blog; quien amablemente me solicitó el compartir este artículo con el resto de los lectores; y al no estar en contra de la filosofía del Blog, es un honor para mí el poder publicarlo. El mismo "Ibrahinm" se encargará de responder las dudas de los lectores a través de los comentarios.




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"La fe  fue el primer gran defecto y la duda la primera gran virtud"

Carl Sagan








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