Nota Inicial:
La presente publicación fue escrita y elaborada por un colaborador y amable lector de este Blog. Este artículo NO fue escrito por el habitual escritor y responsable de este sitio Noé Molina. (*)
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De pecados y absoluciones
El conocido dogma del pecado original, inculcado al pensamiento de una persona desde que va adquiriendo uso de razón, enseñándole que es el portador de un pecado inherente antes de nacer, en toda su vida y aún después de morir, todo gracias a la creencia religiosa cristiana, que la supuesta primera pareja creada por dios, pecó y nos heredó dicha culpa. En este sentido, la religión nos hace creer que desde que somos engendrados, ya venimos con el pecado inherente, como si el pecado fuera cuestión genética.
El tema del pecado original no solo llega hasta ahí, a solamente heredar un pecado, a recibir un legado de culpables, sino que hay unos más culpables que otros, según se desprende del relato bíblico, pues incontables versículos bíblicos hablan con desdén hacia la mujer, imponiéndole un anatema, por ser descendiente de la manipuladora Eva, como la mayor responsable en hacer caer al hombre, y de esta manera, la mujer por ser su descendiente, carga su cuota de responsabilidad por la transgresión, infracción, falta, delito y desobediencia consumada por Eva.
El relato bíblico hace quedar a Eva como la mayor culpable, la serpiente y el hombre tienen, en ese orden, su responsabilidad y nadie más. Pero el pecado no fue original, sino más bien originado, concebido y orquestado por un autor intelectual, por una mente maestra, con premeditación, alevosía y ventaja, un complot de dios contra su propia creación, y quien fue el único que impuso las reglas del juego.
Muy bien, pero aún para el pecado se ha ideado una brillante “solución” ad hoc, el bautismo, el cual nos libera del pecado que heredamos; entonces, el bautismo y demás sacramentos vienen a ser la única solución ante la problemática del pecado, rituales que todos necesitamos –según el dogma- para redimirnos del pecado heredado, un servicio que presta, -por supuesto, no faltaba más- la religión.
Ahora bien, quienes se acercan a una iglesia -como un centro de redención- a tratar de sentirse mejor, creyendo encontrar una reconciliación con dios, buscando el perdón de sus pecados, a causa de la inculcada culpa por la religión misma que promueve el dogma del pecado original, de haber nacido pecador, y tratar de aliviar esa culpa, pero al estar dentro de la religión no recibe nada más que un programa mental a base de autosugestión para el creyente, con frases como:
“`Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.”
Entonces, en lugar de sentirse liberado, o por lo menos aliviado, de la carga que supone el pecado, el creyente sale de la iglesia más culpable de pecado, que antes de entrar a ella, es decir, el feligrés entra creyéndose pecador y sale de la iglesia creyéndose aún más pecador, porque en dicho templo le recuerdan que nació pecador y así morirá, la iglesia se encarga de aterrorizar con el castigo que acarrea el pecado; entonces, la religión presta un servicio que no es efectivo ni da satisfacción en vida, sino hasta después de la muerte, por ejemplo, los santos oleos en el rito antes conocido como Extremaunción, y que actualmente se conoce como Sacramento de la Unción de los Enfermos; después viene la misa de cuerpo presente, para dar esperanza a los dolientes, que el difunto tiene esperanza de vida eterna en la gloria de dios; y como si no bastaran esos sacramentos, al difunto se le celebra el novenario, para interceder porél ante dios por ser pecador. Estos, entre otros ritos funerarios católicos.
Entonces, si a un difunto se le celebran todos esos servicios para alcanzar el perdón de sus pecados, ¿de qué sirve acercarse a una iglesia en vida? Entonces, la iglesia nunca le dio al creyente lo que buscaba en vida, es decir, el perdón de sus pecados, la paz de su alma, reconciliación con dios, etc, etc, ya que no encontró nada de eso en la religión, sino por el contrario la religión se encargó de recordarle que de por vida, era pecador y que no tenía asegurada la gloria y el perdón de dios, atormentándolo con castigos eternos que le esperan, y posiblemente haciéndolo sentir peor que antes de buscar una iglesia, y por si acaso, para interceder por él, se celebran ritos póstumos en su nombre.
Pero, ¿seremos en verdad pecadores? El pecado –según el dogma religioso- es una violación o transgresión de normas y preceptos morales divinos, en ese sentido, se puede decir que el pecado es un error. Entonces, bajo ese precepto y supuesto religioso ¿todos hemos pecado? Sin lugar a dudas, porque todos hemos cometido errores. Pero entonces, ¿nos mantenemos como pecadores al haber pecado? No debería ser necesariamente así.
Por ejemplo, por un lado, si alguien comete un error moralmente grave, error que busca y gusta cometerlo constantemente sin arrepentimiento alguno, entonces podría considerársele pecador. Por otro lado, sí alguien que ha pecado o cometido un error, se siente mal consigo mismo, se arrepiente sinceramente del error cometido, más por el daño causado que por el temor a un castigo divino, entonces la iglesia no debería estigmatizarlo como pecador, porque está rectificando, la carga de la culpa y el arrepentimiento significarían una absolución, indulto o redención de su condición de pecador, sin necesidad de ser perdonado por un cura o pastor, que podrían ser más pecadores que al que están absolviendo de pecado; pero la iglesia estigmatiza al creyente como pecador, haya o no cometido error alguno, por ser supuestamente descendiente de los primeros pecadores, y no lo considera simplemente como alguien proclive a cometer pecado, cosa que sería muy distinta.
Es así que los dogmas del bautizo, sacramentos y demás rituales, en cada etapa de la vida y aún ya en la muerte, no son más que inútiles inventos religiosos de absolución de pecados, para mantener sometido, subyugado y dominado al creyente con el terrorífico dogma del pecado; según la iglesia, solo mediante esos rituales el pecador alcanza la gloria y perdón divino, tanto al vivo como al muerto.
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(*) Nota Final:
El autor de esta publicación es "Willarmand", fiel seguidor y colaborador de este Blog; quien amablemente me solicitó el compartir este artículo con el resto de los lectores; y al no estar en contra de la filosofía del Blog, es un honor para mí el poder publicarlo. El mismo "Willarmand" se encargará de responder las dudas de los lectores a través de los comentarios.
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