Las cinco vías de Tomás de Aquino
Un intento de demostrar la existencia de Dios
Presentación
Tomás de Aquino (1224-1274), fraile dominico que vivió en lo que actualmente es Italia, está considerado un destacado teólogo y muy importante doctor de la Iglesia Católica Romana. Fue canonizado 49 años después de su muerte. Su pensamiento formó parte de la férrea ética de su época y siglos posteriores, donde la religión era el centro indiscutible de toda actividad o pensamiento.
Aquino aplicó a la Teología Católica Romana el sistema de lógica y razón de Aristóteles, filósofo griego que vivió en el siglo IV antes de Cristo. Tomás estableció el sistema llamado “Tomismo”, el cual representa aún la Teología básica de la antedicha Iglesia Católica Romana.
Su obra más importante es la titulada Summa Theologiae (Compendio de Teología), que es un muy extenso tratado escrito en latín –algo común en el ámbito religioso de la Edad Media– donde se profundiza sobre Dios, su naturaleza, la Creación, el alma, los ángeles, la Trinidad, Jesucristo, la Virgen, la resurrección, los sacramentos y muchas cosas más. Esta obra quedó inconclusa tras haber sufrido Aquino un proceso degenerativo que acabó produciéndole incapacidad psíquica para continuar escribiendo. Murió meses después por causas no bien definidas; unos aseguran que su incapacidad se debió a que tuvo apariciones de Jesucristo, y otros han llegado a plantear la posibilidad de que hubiera sido envenenado.
La citada Summa Theologiae incluye, en su Parte I, Cuestión 2, Artículo 3 (que abreviaremos como I, C2, A3, como en otras porciones que citaremos), cinco argumentaciones mediante las cuales dice demostrar la existencia de Dios; estas argumentaciones se conocen como Las cinco vías de Santo Tomás y son los pasajes más divulgados de sus obras.
En este escrito analizaremos dichas vías, aunque con ello no pretendemos poner en entredicho las bases de las fes, pues cada religión puede tener la creencia que desee. Lo que sucede en este caso concreto es que bajo el epígrafe:
¿Existe o no existe Dios?
La existencia de Dios puede ser probada de cinco maneras distintas.
El santo anuncia que se puede probar que Dios existe, y eso es un asunto de importancia capital que interesa, y mucho, a nuestras vidas, a la razón y al buen sentido; y por este motivo puede y debe ser objeto de examen.
Aparte esto, en Internet existen diversas referencias a las vías de Santo Tomás y a otras doctrinas y opiniones, y también los textos completos de las obras del santo teólogo y de Aristóteles. Cualquier persona puede consultar libremente dichos argumentos o buscar información al respecto donde prefiera, o reflexionar por sus propios medios como estime más adecuado. Todo lo que se necesita es tener interés en esta cuestión y disfrutar de libertad intelectual; es decir, poder pensar sin ideas impuestas o preconcebidas.
Las cinco vías
Expondremos las vías de Santo Tomás enunciando en primer lugar el texto íntegro de cada una –traducido por otros del latín original–, a continuación una simplificación elaborada por nosotros con el único fin de aclarar la propuesta, después nuestro análisis y, finalmente, nuestra conclusión. Hemos aplicado un título nuestro a cada vía para ayudar a recordar su argumento.
Primera vía.
El origen del movimiento
Texto íntegro
La primera y más clara es la que se deduce del movimiento. Es cierto, y lo perciben los sentidos, que en el mundo algunas cosas están en movimiento. Y todo lo que se mueve es movido por otro. De hecho nada se mueve a no ser que en cuanto potencia esté orientado a aquello para lo que se mueve. Por su parte, quien mueve está en acto. Pues mover no es más que pasar de la potencia al acto. La potencia no puede pasar a acto más que por quien está en acto. Ejemplo: el fuego, en acto caliente, hace que la madera, en potencia caliente, pase a caliente en acto. De este modo la mueve y cambia. Pero no es posible que una cosa sea lo mismo simultáneamente en potencia y en acto; sólo lo puede ser respecto a algo distinto. Ejemplo: Lo que es caliente en acto, no puede ser al mismo tiempo caliente en potencia, pero sí puede ser en potencia frío. Igualmente, es imposible que algo mueva y sea movido al mismo tiempo, o que se mueva a sí mismo. Todo lo que se mueve necesita ser movido por otro. Pero si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y éste por otro. Este proceder no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor alguno pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor. Ejemplo: Un bastón no mueve nada si no es movido por la mano. Por lo tanto, es necesario llegar a aquel primer motor al que nadie mueve. En éste, todos reconocen a Dios.
Simplificación
-Algunas cosas se mueven.
-Toda cosa que se mueve es movida por otra cosa.
-Es imposible retroceder infinitamente en este proceso.
-Hay una primera cosa que origina todo movimiento.
-Esa primera cosa es un ser.
-Ese ser es Dios.
Análisis
El razonamiento de Aquino parece profundo cuando se lee por primera vez, pero sucesivas lecturas evidencian que solamente es abstruso; la dialéctica de esta vía podrá merecer respeto e interés por la antigüedad que posee, pero en las observaciones del mundo que le rodea Aquino comete errores monumentales que evidencian su muy limitada capacidad de observación y deducción, como trataremos de explicar.
Este planteamiento sigue el conocido esquema llamado “retroceso infinito”, que consiste en imaginar una regresión sin fin en una serie de sucesos y analizar mentalmente su posible origen. Esta idea no es en absoluto novedosa pues en todas las épocas la gente se ha formulado este tipo de cuestiones sin encontrar nunca respuestas satisfactorias. Proposiciones idénticas serían, por ejemplo, que todo ser vivo desciende de otro, que todos los días tienen su víspera y muchas otras.
Para los que no estén familiarizados con las sutilezas de la filosofía explicaremos que existe un argumento, tan viejo como engañoso, que consiste en presentar dos alternativas como si no pudiese haber otras, y después de demostrar que una de ellas es absurda, pretender que se ha probado así que la otra es verdadera. Este método es falaz porque pudiera ocurrir que la opción que sobrevive sea también absurda, e incluso más disparatada que la que se ha descartado. O sea, que si procediéramos a la inversa probaríamos –también engañosamente– lo contrario. En otras palabras: si empezáramos diciendo que es imposible que haya algo incorpóreo que además sea eterno e infinito llegaríamos a la falsa conclusión de que hemos demostrado, por citar un ejemplo, que la energía, la materia, el tiempo y el espacio forman un conjunto sin límites.
Dicho esto, nos damos cuenta de que el santo propone que solamente hay dos opciones: el infinito o Dios; y que al descartar lo primero pretende haber demostrado lo segundo.
Sin embargo, las alternativas que la situación exige plantearse no son dos sino tres. Veámoslas:
-Alternativa primera: la energía, la materia, el tiempo y el espacio forman un conjunto sin límites.
-Alternativa segunda: la regresión de acontecimientos no es infinita ni eterna sino que comienza en un espíritu que es infinito y eterno.
-Alternativa tercera: no podemos contestar satisfactoriamente a ciertas incógnitas acerca del origen del universo porque hay cosas que no sabemos ni comprendemos.
Por todo esto, y siendo razonables, el discurso de esta primera vía de Aquino tiene que detenerse en el momento en que cree haber llegado a deducir la existencia de una cosa llamada “primer motor”. Pues el paso siguiente, en el que afirma nada menos que esa cosa es un ser, y después que ese ser es Dios, no es en absoluto una prueba ni nada que se le parezca: es una adjudicación arbitraria e incorrecta. En filosofía esto se llama falacia non sequitur, que significa que de una cosa no se sigue o se deduce la otra.
Obsérvese, para remachar el error, que primeramente Aquino dice que todo lo que se mueve necesita ser movido por otro, pero acto seguido afirma lo contrario: que hay algo que no necesita ser movido por otro. En otras palabras, el santo afirma simple y gratuitamente lo que se trataba de demostrar pero sin haberlo demostrado. Este “razonamiento” se conoce como una falacia petitio principii, que viene a significar que el discurso no funciona y debe volver al principio.
Y aunque el teólogo comienza afirmando que un cosa tiene que ser movida por otra cosa, pasa finalmente a decir que esa cosa no es una cosa sino un ser, evidenciando que dirige el razonamiento hacia donde le conviene, aunque de una forma bastante burda.
Y al citar a Dios el santo teólogo añade que es el que todos reconocen; o sea, que coloca sutilmente en él todas las características de su hipótesis.
Esta primera vía de Aquino podría haber tenido cabida en la visión aristotélica del mundo que se tenía en tiempos medievales, pero es completamente errónea. Aristóteles fue el primero que postuló la idea de que todo lo que se mueve es movido por otro y lo analizó por medio de la deducción intelectual, pero no experimentó para constatarlo prácticamente. Los hallazgos de estudiosos y científicos de siglos posteriores evidenciaron que la idea del filósofo griego estaba muy equivocada.
Aquino no era, ciertamente, un estudioso de la ciencia, pero eso no puede disculpar que deje aparte fenómenos tan conocidos como, por ejemplo, que cuando se frotan dos palos o cuando una cuerda roza contra una madera el movimiento finalmente cesa y desaparece pero resulta que se crea calor. La omisión de estas evidencias básicas cuando se pretende estar analizando el movimiento universal resulta imperdonable y echa por tierra cualquier prestigio que pudiera tener el santo en materia de observación y deducción elementales.
El escolástico tampoco toma en consideración otro maravilloso y archiconocido fenómeno del movimiento: la luz, que se desplaza sin que aparentemente la mueva nadie y sin mover a nada, ni cuando se refleja en un espejo o se desvía al penetrar en el agua. La luz es una cosa tan evidente que su exclusión de esta primera vía difícilmente puede ser casual; probablemente la omisión se debe a que el fenómeno luminoso, con su extraordinaria naturaleza no convencional incluso si procede de una modesta vela, hubiera arruinado todo el planteamiento. Algo parecido ocurre con otras cosas que también eran de dominio público, como el calor, que se puede mover independientemente de la luz, como, por ejemplo, cuando una pared caliente irradia calor, o con el sonido. Aquino omite que la luz, el calor o el sonido parecen moverse pero sin recibir ni dar movimiento. Y no entra a considerar la trayectoria (rectilínea, circular, parabólica) o la velocidad (rápida, lenta, uniforme, acelerada, uniformemente acelerada): todo lo engloba en el inespecífico concepto de “movimiento”.
Describiendo el movimiento Aquino llega a lo que llama “el primer motor”, de igual manera que exponiendo la reproducción de los seres vivos hubiera podido llegar a “el primer reproductor” o analizando la luz y la oscuridad hubiera podido deducir un “primer iluminador”. Pero entonces el razonamiento entra en una vía muerta porque no hay forma de deducir razonablemente qué pueden ser esos “primeros productores”; es decir, que el intrincado razonamiento de esta primera vía no sirve para nada, porque pretender que el supuesto “primer motor” es una cosa que es un ser que es Dios resulta algo completamente arbitrario y caprichoso.
Pero incluso si nos permitiéramos la licencia de suponer que hubiera un motor primigenio y tuviéramos que darle un nombre –meramente porque necesitásemos un nombre–, no existe ningún fundamento para decir que es Dios o, mejor dicho, lo que Santo Tomás entiende por Dios y pretende que los demás también. Pues no sabemos si ese motor primero es algo animado o inanimado, si puede pensar o no, si es algo con lo que podemos hablar, si es singular o es plural, si tiene edad o si es eterno o indefinido. ¿Por qué habría de ser Dios y no el motor inmóvil concebido por Aristóteles, en cuya obra está basada esta vía? ¿Por qué puede existir un espíritu eterno y no puede existir un movimiento eterno?
Otra pregunta igualmente interesante es: Dios ¿se puede reproducir y crear uno o más Dioses iguales a él si lo desea?
Aquino expone una analogía simplona –que, como todas las analogías, no prueba nada– que es la de la mano que mueve el bastón. Pero se desentiende de lo que pueda ocurrir con el movimiento del bastón. Es una falta grave, que es difícil de detectar porque en general los errores por omisión son más sutiles que los errores expresos. Hay que subrayar, sin embargo, que el movimiento del bastón no desaparece. Si una cantidad de energía parece esfumarse, podemos estar seguros de que surge en algún otro lugar, de otra forma y en igual cantidad. El movimiento no es más que una de las formas que adopta la energía, lo cual Aquino ignoraba completamente. El movimiento es, de hecho, energía cinética, igual que hay energía calorífica y otras.
Obsérvese que la misma argumentación que se aplica hacia el pasado puede aplicarse hacia el futuro. Y según ese razonamiento la sucesión de movimientos no puede ser infinita ni en un sentido ni en el otro. Por este procedimiento tan sencillo se puede llegar a “deducir” que lo mismo que hay un “primer motor” tiene que haber un “último movido”, y de ahí a pretender haber demostrado que eso es el Juicio Final no hay más que un paso.
Al leer el pasaje donde se pone el ejemplo del fuego y la madera parece que Aquino se estuviera refiriendo no solamente a movimientos sino también a causas y efectos en general, pero no es así: esta primera vía trata exclusivamente sobre el movimiento de los cuerpos del universo; y puede considerarse como un caso particular de la segunda, que versa sobre las causas y efectos y que veremos a continuación.
Conclusión a la primera vía
Es un planteamiento rotundamente falso y con un discurso lógico deformado. Razona hacia el pasado pero no lo hace hacia el futuro aunque, en buena lógica, ambos razonamientos tendrían que desembocar en conclusiones equiparables. Resulta decepcionante e intelectualmente pobre. No acredita lo que anuncia. Elude ocuparse de la luz, el calor, el viento, las olas y otras cosas que se mueven sin que nadie las mueva. Es deplorable que a un hombre dueño de conceptos tales como que el Paraíso estaba situado a la derecha del Cielo (véase Summa Theologicae I, C102, A1) o que los planetas son para ornamentación (I, C70, A1) se le conceda algún crédito cuando tiene el atrevimiento de pronunciarse sobre cinemática, aunque lo haga a un nivel muy rudimentario.
Toda esta retórica incorrecta de Santo Tomás únicamente puede tener éxito cuando la reciba un auditorio que esté convencido de antemano.
Lo dicho hasta aquí aconseja que se haga una lectura atenta de las vías para localizar errores, unas veces explícitos y otras por omisión, y falacias.
Aclaremos que una falacia o sofisma es un argumento que parece bien construido pero es falso. Las falacias se apoyan en las formas de la lógica y de la teoría de la argumentación, pero sólo para parecer válidas. Pretenden ser persuasivas; es decir, han de parecer argumentos sensatos para el receptor. Las falacias y los sofismas no son rancios ejemplares que estén dormidos en la Filosofía antigua, sino que, por las facilidades de comunicación de los tiempos modernos, son ahora muy vivaces y abundantes; se utilizan con profusión en política, publicidad, economía, deportes y muchos otros campos. Por su estilo, las falacias están catalogadas en diversas clases; quizá la más pintoresca sea la llamada del tirador, nombre que se debe a un tirador de fusil que primero disparaba contra una pared y después pintaba dianas alrededor de los impactos.
Segunda vía.
El orden de las causas
Texto íntegro
La segunda vía es la de la naturaleza de la causa eficiente. Nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que, si se quita la causa, desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. Si en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente; en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman Dios.
Simplificación
-Existen diversos efectos.
-Todo efecto está originado por una causa.
-Es imposible remontarse indefinidamente en la cadena causal.
-Ha de haber una causa que no tiene origen y que es causa de
todas las demás.
-Esa causa es un ser.
-Ese ser es Dios.
Análisis
Se trata, igual que en la primera vía, de imaginar una regresión sin fin al pasado y dos opciones. En realidad es la misma concepción y desarrollo que la citada primera vía, de modo que la mayor parte de las cosas que hemos dicho para aquélla sirven para ésta.
La retórica de esta segunda vía incurre también en una contradicción insalvable: primero se afirma que todo efecto ha de tener una causa y, seguidamente, que hay un efecto que no tiene causa. Por tanto la pretendida prueba se queda en una falacia chapucera. Una demostración razonada y lógica no puede lograrse así.
De otro lado, el teólogo supone gratuitamente que como un efecto tiene una causa, una serie de efectos tiene una serie de causas, cuando el conjunto no tiene por qué tener las mismas propiedades que las partes; esto se conoce como falacia de la composición.
También se nos dice que el efecto sin causa es solamente uno. Pero esto es arbitrario, ya que del razonamiento dado no se infiere que deba ser así y, lo que es peor, no se deduce de ninguna manera que ese efecto tenga que ser un ser y que ese ser tenga que ser Dios.
De nuevo analiza los acontecimientos hacia el pasado pero no hacia el futuro, lo cual creemos es obligado para un filósofo que intenta buscar la verdad. Sería de sumo interés deducir cuál va a ser el final de la cadena de causas y efectos.
Nótese asimismo que el teólogo se concede a sí mismo que ha probado lo que dice y lo traslada a la tercera vía, como veremos. En otras palabras, que la tercera vía depende de la segunda.
Conclusión a la segunda vía
Es una dialéctica errónea y pobremente armada. El escolástico intenta plantear un discurso coherente, pero cuando llega a un punto donde no encuentra respuesta apropiada anuncia que ha demostrado la existencia de Dios. Esto lo ha hecho en la primera vía y también en ésta segunda y lo volverá a hacer en la tercera, que estudiaremos seguidamente. Se abstiene de desarrollar y pormenorizar su hipótesis, que presenta numerosas lagunas. Analiza hacia el pasado pero no hacia el futuro, lo que resulta decepcionante.
Tercera vía.
La limitación de la existencia
Texto íntegro
La tercera vía procede de la posibilidad y la necesidad, y es como sigue. Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (segunda vía). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios.
Simplificación
-Las cosas no son eternas.
-Las cosas no se pueden haber creado solas.
-Las ha creado un ser.
-Ese ser es Dios.
Análisis
El galimatías del texto se puede sintetizar en una proposición tan diáfana como la de nuestra simplificación. Una vez más plantea el teólogo dos opciones y pretende que lo absurdo de una de ellas es prueba de la verdad de la otra; el argumento, por tanto, no tiene ningún valor, como ya hemos expuesto en nuestro análisis de las vías anteriores.
Y de nuevo se contradice pues afirma finalmente que hay algo eterno cuando había empezado su discurso estableciendo precisamente lo contrario: que nada es eterno.
Aquino opera en esta vía como en las anteriores: llega a un punto en el que afirma, sin más contemplaciones, que eso que es “absolutamente necesario" es Dios, lo cual no se infiere de la premisa anterior. Comienza hablando de “las cosas”, pero hacia la mitad del discurso pasa burdamente del término “cosas” al término “seres”, y a continuación pasa gratuitamente del plural al singular, poniendo en evidencia que está dirigiendo el razonamiento para que acabe en el punto que le interesa.
En el texto de esta tercera el santo escolástico argumenta Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (segunda vía). Sin embargo es absolutamente falso que eso se haya probado en la segunda vía; y, lo que es más, en el texto de dicha segunda vía no figura ni una sola vez el sustantivo “ser” ni tampoco “seres”. Esto dice muy poco del rigor y de la seriedad que el discurso intenta tener.
Como se mencionó antes, Aquino alcanza una conclusión arbitraria y apela a una justificación psicológica: Todos le dicen Dios. Lo que Tomás de Aquino pretende es entronizar el concepto que él tiene de Dios.
Siguiendo la línea de razonamiento de Santo Tomás en esta vía que estamos analizando, resulta que todo lo que es movido mueve a su vez a otro, es decir, origina un efecto. Por ejemplo, si aplicamos un fuego de leña a un caldero de agua, el agua se calienta. Pero el santo teólogo omite analizar que el proceso no acaba ahí, pues al apagarse el fuego el agua se enfriará pero comunicará su calor a todo lo que tenga alrededor. Y al quemarse la madera se ha creado o producido algo (calor radiado, humo y cenizas calientes) que asimismo ha de ir a parar a algún sitio; estos fenómenos, y otros similares, no se han detenido jamás. Reflexionando sobre ello se plantea un desarrollo hacia el futuro muy interesante, pues si se pueden hacer deducciones de cierto valor analizando hacia atrás no se ve por qué no se puede hacer lo mismo analizando hacia adelante. Y si es interesante intentar deducir cómo empezó todo, no lo es menos saber o deducir cómo va a acabar. Sin embargo Aquino no plantea el análisis progresivo y, de
hecho, ni siquiera lo menciona a pesar de que tiene que resultar evidente para un teólogo.
Conclusión a la tercera vía
Presenta graves errores de concepción. Aquino vuelve a emplear el recurso de retroceder hasta un punto imaginario donde no había nada (si eso se puede imaginar) y entonces hacer aparecer arbitrariamente a Dios. Este discurso, idéntico al empleado en las dos vías anteriores aunque variando los sujetos, presenta los graves defectos que ya hemos razonado de diversas maneras.
Se comprueba de nuevo que lo que hace Aquino es desenvolverse en asuntos de la razón solamente hasta que no encuentra más respuestas; en ese punto abandona el discurso lógico para entronizar una creencia acerca de la que no ha demostrado absolutamente nada y que, bien mirado, es todavía más irracional que lo que acaba de rechazar.
Hemos visto cómo Aquino, una vez admitida la eternidad e infinitud de Dios, niega eso mismo a todo lo demás, denotando así un criterio sorprendentemente parcial e irracional mediante el cual puede demostrar todo lo que desee. Es más, si se parte de la base de que Dios es infinito y eterno ya no es necesario demostrar nada.
Omite de nuevo el análisis hacia el futuro, lo cual deja incompleto un planteamiento teológico y filosófico de envergadura como intenta ser éste. Pues si se alega que al principio solamente existía Dios, que creó el universo –tiempo incluido– y el ser humano, parece lógico interpretar que una vez concluido el supuesto Juicio Final Dios desharía lo creado –tiempo incluido–, quedando presumiblemente sólo el cielo y el infierno –al purgatorio se le asigna naturaleza temporal–, los ángeles, los demonios y los muchos miles de millones de almas de personas. Es lícito y lógico preguntarse con qué objeto habría hecho todo ello Dios; la Teología debería proporcionar una respuesta a esta crucial cuestión.
Cuarta vía.
Los grados de virtud
Texto íntegro
La cuarta vía es la graduación que se puede hallar en las cosas. Nos encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas. En unas más y en otras menos. Pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es muy veraz, muy bueno, muy noble; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son sumamente verdaderas, son seres máximos, como se dice en libro II de Metafísica. Como quiera que en cualquier género, lo máximo se convierte en causa de lo que pertenece a tal género –así el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro–, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su existir, de su bondad, de cualquier otra perfección. Le llamamos Dios.
Simplificación
-En las cosas se encuentran diferentes valores (bondad, veracidad y
nobleza entre otros).
-La graduación de dichos valores es variable y alcanza un máximo.
-La cosa que alcanza lo máximo es un ser.
-Ese ser posee el grado máximo de toda característica.
-Ese ser confiere grados a toda cosa que tenga esa característica.
-Ese ser es Dios.
Análisis
En principio, hablar de valores morales en una demostración que requiere rigor parece bastante inadecuado, pues la moralidad del ser humano es un concepto que varía o puede variar extraordinariamente según las épocas, las culturas o las creencias. Reconozcamos, por poner solamente uno de los muchos ejemplos a nuestra disposición, que ahora nos parece vergonzosa la misma trata de esclavos que nos pareció aceptable durante siglos.
Aquino comienza refiriéndose a las cosas pero más adelante pasa, sin mediar explicación alguna, a referirse a los seres; no se sabe si se refiere a seres vegetales o animales irracionales o si habla de la raza humana; en la quinta vía el teólogo asegura que hay cosas inanimadas que actúan con un fin, de modo que no es factible determinar a qué se está refiriendo ahora, y esto es un fallo de importancia. A continuación el santo parece referirse a seres sobrenaturales cuya existencia se concede gratuitamente. Y, teniendo en cuenta que adjudica a dichos seres cualidades que emanan de la mente, debe entenderse que se trata de seres inteligentes, lo cual pasa asimismo sin acreditación de ninguna clase.
Y aunque viene hablando en plural de los seres sobrenaturales, al final pasa a decir que eso es Dios, en singular, dejando de lado dar razones por las cuales los supuestos seres no son más de uno.
Paralelamente al discurso principal afirma que el fuego es el máximo calor, lo cual es completamente erróneo; y lo remata confundiendo calor con temperatura, que es como confundir la cantidad de agua que hay en los océanos con la altura de la marea. Y afirma que el fuego es la causa de los demás calores, lo cual es un tremendo disparate incluso para alguien de la Edad Media, pues no se ve cómo el fuego puede ser la causa del calor de los cuerpos de las personas, por poner un ejemplo sencillo.
El calor o energía calorífica es solamente una de las formas que toma la energía. La temperatura es una escala arbitraria cuyo grado más alto no se conoce: se estima que el núcleo del sol está a unos 15 millones de grados centígrados –lo cual no se puede producir con fuego–, y que hay estrellas cuya temperatura es 40 veces superior.
Con lo que hemos dicho hasta aquí es suficiente para desmontar la retórica de esta cuarta vía, pero quedaría aún analizar el núcleo del razonamiento de Santo Tomás.
Ya hemos apuntado antes que bondad, veracidad y nobleza son conceptos subjetivos, intangibles y resbaladizos sobre los que resulta complicado debatir. Pero es que también existen la amistad, la tolerancia, la jovialidad, la gratitud, la reciprocidad, la esperanza. ¿Debemos entender por tanto que hay un ser que tiene máxima gratitud, jovialidad y esperanza? Y, por otra parte ¿cuánto es “máximo”? ¿Cuál es la graduación, cifra o cantidad máxima? Preguntas ociosas, pues cualquier respuesta numérica que se dé puede ser rebasada.
Recuérdese también que el propio Santo Tomás ha rechazado en sus tres primeras vías el que pueda haber un proceso indefinido o infinito; sin embargo ahora no parece encontrar inconveniente en atribuir a Dios un grado máximo, que es un término tan ilimitado como los otros puesto que no hay forma de medirlo ni objetivarlo.
Al lado de las cualidades hay, por desgracia, muchos defectos: la intolerancia, el dogmatismo, la envidia, el desamor, el odio; en fin, para qué seguir. Santo Tomás cita las tres cualidades que hemos visto pero en cambio elude toda referencia expresa o implícita a defectos y a características que podríamos llamar neutras, como la velocidad o la sexualidad; no es probable que la omisión de algo tan elemental y llamativo sea involuntaria.
Y también orilla Santo Tomás la sencilla consecuencia de que si hay grado máximo también habrá grado mínimo. Así que tanto las virtudes como los defectos parecen oscilar en intensidad entre un grado mínimo y otro máximo. Aquino supone caprichosamente y sin demostrar absolutamente nada, que habrá un ser que posea las virtudes en grado máximo, y no aclara si posee defectos en grado mínimo.
Acto seguido el santo comete un tremendo error, pues si algo alcanza un grado superior en una escala no significa que sea la causa de todas las cosas de esa escala u orden. Es una pretensión insólita, infantil y absurda.
Conclusión a la cuarta vía
La pretendida demostración fracasa estrepitosamente ante un análisis medianamente razonado y dice muy poco de la seriedad intelectual del santo. Presenta una situación pueril cuando no absurda, y está pésimamente construida.
Quinta vía.
El gobierno del mundo
Texto íntegro
La quinta vía se obtiene del gobierno del mundo. Vemos que hay cosas que no tienen conocimiento, como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin. Esto se puede comprobar observando cómo siempre o a menudo obran igual para conseguir el mejor resultado. De donde se deduce que, para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero. Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin. Le llamamos Dios.
Simplificación
-Hay cosas que obran intencionadamente y con un fin.
-Esas cosas no son inteligentes.
-La actuación de esas cosas está dirigida por un ser inteligente.
-Ese ser es Dios.
Análisis
Nótese que la pretendida prueba de un hecho de tan extraordinaria importancia casi no alcanza ocho líneas. Por otra parte, causa asombro e indignación que se pueda presentar tan vagamente una afirmación de tanta trascendencia como que cosas que carecen de conocimiento actúan, y que además lo hacen con un propósito; el santo teólogo no desarrolla su aserto ni lo razona ni explica en qué se basa, ni tampoco aclara a qué cosas o “cuerpos naturales” se refiere. En otro lugar de la Summa Theologiae (I, C10, A5), Aquino se refiere a los cuerpos celestes cuyo ser es sustancial e intransmutable, de modo que todo indica que los “cuerpos naturales” no son los “cuerpos celestes”, aunque el lector no tiene forma de orientarse más puesto que se omite cualquier detalle o identificación. Además no dice cuál es el supuesto fin o propósito con el que obran las cosas, lo cual es vital si quiere prosperar en su razonamiento. Al no desarrollar ni explicar ni siquiera sugerir cuál es el fin que pretendidamente persiguen las cosas a las que se refiere ni indica cuáles son esas cosas, la dialéctica de Aquino queda vacía.
Tampoco se ve cómo puede ser que cosas inanimadas reciban y cumplan órdenes procedentes de algo supuestamente invisible, indefinible e intangible. Aquino, que dice aplicar rigor y lógica a sus argumentos, se contradice y acepta lo mágico sin ningún reparo intelectual.
En base a esto podemos afirmar que esta quinta vía es completamente inaceptable y que su retórica –que, por cierto, está mal construida–, se descalifica a sí misma.
La afirmación de que cosas inanimadas pueden actuar, que actúan y que además lo hacen siempre o a menudo con intención se disuelve sola cuando se reflexiona sobre cuál puede ser la finalidad y el propósito de las olas, el viento, las mareas, la luna, Venus, Sirio, la Vía Láctea, los terremotos, los volcanes, los vendavales, la erosión debida al viento, a la lluvia, a las olas y a los ríos, la diferencia de salinidad en los distintos mares y lagos, los meteoritos, los eclipses, las estrellas y cometas, el plegamiento de la corteza terrestre hasta formar montañas, las cuevas, simas y cavidades naturales y las arenas de los mares y océanos, y eso por nombrar solamente algunas de las cosas que eran conocidas en tiempos de Aquino y pidiendo disculpas por nuestra retahíla. Por eso resulta indignante que Aquino pretenda que su deliberadamente ambigua e imprecisa generalización pase como demostración de algo.
Si, además, mencionamos algunas cosas que en tiempos medievales no se conocían, como la deriva de los continentes, el desplazamiento del sol y el de las estrellas y galaxias de todo el universo conocido o las enormes cavidades de nuestro subsuelo llenas de petróleo crudo y gas, no parece factible que alguien pueda proponer seriamente que los “cuerpos naturales” actúen con un objetivo. Por cierto, en nuestro sistema solar todos los planetas giran, pero hay dos –Venus y Urano–que giran en sentido contrario al de los demás; sería muy interesante que alguien pudiera razonar si esa anomalía se debe a algún propósito, para qué son todos los astros esféricos y para qué giran. Y si nos preguntamos qué intención puede albergar el bacilo de Koch (que causa la tuberculosis), la poliomielitis infantil o la malaria, entre otras muchas desgracias de la Humanidad, tampoco se encuentra una respuesta aceptable. Sería ridículo preguntarse, por ejemplo, si la patata y el maíz albergaban alguna intención al no vivir en Europa ni en Asia durante millones de años.
En otro lugar de la Summa Theologiae (I, C70, A1) Aquino sostiene que los astros, las aves, los peces y los animales de tierra fueron creados para ornamentación. Este increíble disparate no puede disculparse diciendo que es producto del pensamiento de los tiempos medievales, pues en la Edad Media había mucha ignorancia, cierto, pero también había mucho sentido común. Hubiera bastado con que Aquino reconociera que había cosas que no sabía o que no comprendía. Pero sus ideas preconcebidas no le permitían ver ni la evidencia más evidente. La insólita pretensión de que lo que nos rodea tiene una finalidad, y que ésta es servir de ornamentación, o sea, de adorno, equivale a renunciar al entendimiento, de modo y manera que queda explicado cómo y por qué procedimientos el teólogo da forma a sus ideas y se las concede a sí mismo como demostradas en un monólogo sin oposición. Después de comprender esto, cualquier argumento de Aquino ha de examinarse con mucho cuidado.
El santo teólogo también comete lo que se llama una falacia por implicación recíproca: como algunas cosas parecen obedecer a una causa, le parece ver propósito en ellas, y entonces deduce que las cosas tienen un objetivo. Es decir, que lo primero implica lo segundo y lo segundo implica lo primero; se trata de un razonamiento a todas luces inválido. Y además comete el error de tomar el todo por las partes: como en su opinión las cosas aisladas tienen un propósito, el universo en su conjunto también lo tiene.
Las cosas, por sí mismas, carecen de significado y propósito. Somos los humanos quienes, en nuestras limitaciones y supersticiones, atribuimos razones a la existencia de las cosas.
Conclusión a la quinta vía
Sufre muy graves errores de argumentación, que hacen que el supuesto razonamiento lógico quede dislocado.
Aseverar que las cosas inanimadas actúan siguiendo un plan es un desatino gravísimo, sobre todo cuando ni siquiera se entra a desarrollar la hipótesis ni a dar detalles de ninguna clase.
Pretender que el motivo de que las algunas cosas parezcan adaptarse a leyes objetivas es que seres sobrenaturales así lo decidieron es una falacia desmesurada, pues la suposición de entidades incorpóreas que habitan fuera de este mundo es una teoría fantástica que desborda los límites de nuestro conocimiento. No podemos inferir la existencia de lo sobrenatural con datos de este mundo, ya que no es posible que nuestra experiencia y nuestra observación nos informen sobre un supuesto mundo inalcanzable donde presuntamente estaría Dios.
En efecto: hasta la actualidad nadie ha acreditado la existencia de los seres sobrenaturales benignos y malignos que las fes invocan desde hace siglos.
Probablemente el mayor error de todas las vías se ha deslizado aquí muy sutilmente: Aquino trata de la supuesta finalidad de las cosas que, según él, obran intencionadamente como la flecha dirigida por el arquero; sin embargo no especifica cuál es la finalidad que persigue Dios.
Si, como afirman las principales fes, se sabe que Dios decide la salvación o condenación de las almas, cabe razonablemente suponer que también se sabrá con qué finalidad lo hace. Pues sería muy decepcionante que quien asegure que la Creación y el proceso posterior están enfocados a dilucidar quién se salva y quién no, ignorase con qué objeto.
La propia escritura que Aquino considera sagrada arranca con lo que a primera vista parece el principio (la creación del mundo), pero nunca explica lo que en realidad debería haber sido el principio: las razones que impulsaron a Dios a hacer lo que hizo.
Fuente:
http://ateus.org/wp-content/uploads/vias-aquino.txt
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