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Arqueólogos De La Universidad De Tel Aviv Afirman Que Moisés No Existió (Actualidad y Noticias)

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Arqueólogos De La Universidad De Tel Aviv Afirman Que Moisés No Existió

 

Por Mente Alternativa

Publicado 1 de octubre de 2018


Tampoco Abraham, Isaac, Jacob ni el resto los patriarcas antiguos. Pero esto de ninguna manera se considera una catástrofe o un disgusto para la nación de Israel. Pues la ciencia tenía que desvelar la verdad y completar la historia del pueblo. De este modo, ahora se sabe que los personajes históricos reales aparecieron sólo hasta tiempos del rey David, en el año 1000 a.C. Y los personajes anteriores al mencionado rey, que surgieron en el año 2100 a.C., fueron en su mayoría héroes nacionales falsos creados con el fin de dar cohesión a un pueblo totalmente dividido, tanto en geográficamente como en costumbres, como lo fue Israel y Judá. Y no sólo eso, sino que tampoco hay evidencias sobre la existencia de israelitas antiguos en Egipto. Según la arqueología moderna, la situación de Canaán en la supuesta fecha de la conquista, entre 1230 y 1220 a.C. es totalmente distinta a la que las sagradas escrituras aluden, ya que la famosa ciudad de Jericó ni siquiera existía en el siglo XIII a.C. De este modo, son al menos cuatro argumentos estrictamente arqueológicos los que desmantelan la mentira sobre Moisés:

- La tabla de los Mandamientos y el éxodo judío: Tras 200 años de investigaciones en el terreno de la egiptología, no se encontró ninguna referencia escrita en Egipto que se refiera a los hebreos o al pueblo de Israel como un pueblo esclavo que después se liberó.

- Falsas Cronologías: La estela de Merneptah, la única mención que hay de un Israel antiguo, nos remite al año 1210 y no al 1430-1420 que es la fecha atribuida en el Antiguo Testamento para la gran epopeya de los hebreos, es decir que hay 200 años de diferencia entre una fecha y la otra.

-Falta de vestigios en las otras regiones. La arqueología tampoco encontró vestigio alguno de los hebreos ni en Gosén, ni en la Península del Sinaí y mucho menos en el monte Sinaí que le da el nombre a la península. Lo que significa que ningún dios le dio a ninguna persona una tabla de mandamientos escritos en piedra.

- Las motivaciones políticas de Judá en el siglo VII a.C., explican la necesidad de crear la mentira del éxodo de Moisés. Esto se explica por la situación de Judá en el siglo VII a.C., cuando el Rey Josías necesitaba reunir el reino del norte (Israel), con el reino del sur (Judá), de manera urgente para defenderse de sus enemigos.

Este y otros interesantes temas sobre la historia bíblica son analizados a fondo por el teólogo y catedrático Carlos Enrique Delfino en el seminario La verdad sobre La Biblia, el cual se imparte a través de el medio de comunicación Vida Coherente. La próxima clase se titula: La Verdad sobre la Biblia IV: Israel, Judá y la Construcciónde la Historia Bíblica, y está programada para el viernes 12 de octubre. Para suscribirte y obtener mayores informes, puedes visitar el sitio web de Vida Coherente, A.C.

 


Introducción

La arqueología moderna y no tan moderna, como la egiptología que comenzó en el siglo XIX, han revelado ante los ojos dudosos de la mayoría, una espectacular discrepancia entre la Biblia y la situación de Canaán en la supuesta fecha de la conquista, entre 1230 y 1220 a.C. No son dos días, sino dos siglos de intensas excavaciones y estudios de los restos de la antigua civilización egipcia, que nos han ofrecido una cronología detallada de los sucesos, personalidades y lugares de la época de los faraones.

La primera aventura científica que podemos tomar como el inicio de la Egiptología fue la Expedición Bonaparte, este trabajo gigantesco terminó impreso en la Description de l’Egypt, desde 1809, en 24 volúmenes, así que hablamos de 200 años sobrados en el estudio de Egipto.

Asimismo, la narración del éxodo está llena de un cúmulo de referencias geográficas muy detalladas y muy concretas, más aún que las descripciones de los relatos patriarcales.

En las abundantes fuentes egipcias que describen la época del Imperio Nuevo en general y del siglo XIII en particular no hay referencias a los israelitas, ni siquiera un solo indicio.

La única referencia a Israel como un grupo humano residente ya en Canaán, es la estela (inscripción en piedra) del faraón Merneptah. Este faraón destruyó por completo al pueblo de Canaán en la campaña bélica de 1210 llevada a cabo contra los residentes cananeos que fueron masacrados por no pagar sus impuestos al faraón.

En contraste, no tenemos ninguna pista, ni siquiera una sola palabra, sobre israelitas antiguos en Egipto, ni en inscripciones monumentales sobre muros de templos, ni en inscripciones funerarias ni en papiros. Israel no aparece por ningún lado, ni como posible enemigo de Egipto, ni como amigo, ni como nación esclavizada: ¡No existieron en esa época y en ese lugar!

Asimismo, las repetidas prospecciones arqueológicas realizadas en todas las regiones de la península, incluida la zona montañosa de los alrededores del emplazamiento tradicional del monte Sinaí, junto al monasterio de Santa Catalina, sólo han proporcionado pruebas negativas: no se a encontrado un solo fragmento, ninguna estructura o casa ni resto alguno de un campamento antiguo.

Mucho más al norte, ni Jericó estaba en su lugar en esa época. No fue sino hasta 200 años después que comenzó a crecer muy lentamente una población en ese lugar. Seiscientos años después sí llegó a ser una gran ciudad, pero ese dato ya no nos sirve, pues las cronologías bíblicas no encajan.

De hecho, en el registro arqueológico de la península del Sinaí, en el supuesto momento del Éxodo en el siglo XIII a.C., no existe ningún tipo de prueba que confirme dicho evento. A modo de una súbita pero pavorosa revelación que deja a la luz una mentira respetada por más de 2600 años, dice el Dr. Norman Finkelstein que no se pudo encontrar:

“…ni siquiera un solo cascote dejado por alguna minúscula banda de hebreos asustados.” (Norman G. Finkelstein, 75-76).

Las técnicas arqueológicas modernas son capaces de hallar en todo el mundo huellas incluso de los escasísimos restos dejados por cazadores, recolectores y pastores nómadas. Así que el origen de los judíos está en otro lugar geográfico, eso sin entrar en la discusión que revela que la mayoría de la población que hoy en día se dice judía, en realidad son jázaros ashquenazíes con ADN turco-mongol, y por lo mismo no son originarios de la tierra actual de Israel, sino que provienen de la región de Jázaria, que en el año 652-1016 d. C. incluía parte de la Rusia moderna, Ucrania y una pequeña porción de lo que ahora es Kazajistán, en el área comprendida entre el Mar Caspio y el Mar Negro.

 

La manipulación de la historia con fines políticos

Las motivaciones políticas de Judá en el siglo VII a.C., explican la necesidad de crear la mentira del éxodo de Moisés. Esto se explica por la situación de Judá en el siglo VII a.C., cuando el Rey Josías necesitaba reunir el reino del norte (Israel), con el reino del sur (Judá), de manera urgente para defenderse de sus enemigos. La gran diferencia entre ambos era que en el reino del norte se continuaba adorando a los dioses cananeos, como Moloch, Baal y Asera. Mientras que en el sur se adoraba exclusivamente a Yahvé. No es casualidad que el primer mandamiento se refiera a la idolatría con respecto a un presunto dios único: Yahvé.

Fue el rey Josías en el siglo VII a.C., quien tuvo la iniciativa de completar una historia ancestral, compatible a la historia reciente, para que el reino del norte (Israel) se sintiera identificado y se uniera con el reino del sur (Judá, como una sola nación. Así que el Antiguo Testamento fue escrito en el siglo VII a.C., y no en el siglo –XIII como se creía. Las pruebas arqueológicas son indiscutibles, y están basadas en evidencias encontradas mediante nuevas tecnologías que no dan lugar a dudas.

Ahora bien, la epopeya heróica del Éxodo con la liberación de los israelitas de la servidumbre es tan importante que los libros bíblicos del Éxodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio, nada menos que cuatro quintas partes de las escrituras fundamentales de Israel están dedicados a los transcendentales acontecimientos vividos en poco más de cuarenta años.

Durante esos años se produjeron los milagros de la zarza ardiente, las plagas, la división del mar Rojo, la aparición del maná en el desierto y la revelación de la Ley de Dios en el Sinaí, manifestaciones visibles del dominio de Dios sobre la naturaleza y la humanidad. El Dios de Israel, conocido hasta entonces únicamente por revelaciones privadas a los patriarcas, se muestra aquí a la nación como una divinidad universal. Pero la gran pregunta es: ¿se trata de algo realmente histórico?

 


No hay evidencia sobre la existencia de israelitas antiguos en Egipto

Tras 200 años de investigaciones en el terreno de la egiptología, no se encontró ninguna referencia escrita en Egipto que se refiera a los hebreos o al pueblo de Israel como un pueblo esclavo que después se liberó. La estela del faraón Merneptah, es la única fuente que menciona a los Israelitas como un pueblo cananeo que fue masacrado por la campaña militar del mencionado faraón en 1210 a.C. Dos años después el evento se escribió en piedra y hasta hoy los egipcios saben que Israel era un pueblo cananeo que se atrevió a pelear con las tropas de Merneptah y fue tan aniquilado, dice la piedra, que ni linaje les quedó.

¡Definidamente no! La arqueología ha desvelado una espectacular discrepancia entre la Biblia y la situación de Canaán en la supuesta fecha de la conquista, entre 1230 y 1220 a. de C.

Fueron 200 años de intensas excavaciones y estudios de los restos de la antigua civilización egipcia, que nos han ofrecido una cronología detallada de los sucesos, personalidades y lugares de la época de los faraones. La narración del éxodo está llena de un cúmulo de referencias geográficas muy detalladas y muy concretas, más aún que las descripciones de los relatos patriarcales.

En las abundantes fuentes egipcias que describen la época del Imperio Nuevo en general y del siglo XIII en particular no hay referencias a los israelitas, ni siquiera un solo indicio. Sabemos de grupos nómadas de Edom que entraban a Egipto desde el desierto. La estela (inscripción en piedra) del faraón Merneptah, se refiere a Israel como un grupo humano residente ya en Canaán, al cual destruyeron por completo en la campaña bélica de 1210, llevada a cabo en Canaan por el mencionado faraón.

En contraste, no tenemos ninguna pista, ni siquiera una sola palabra sobre israelitas antiguos en Egipto, ni en inscripciones monumentales sobre muros de templos, ni en inscripciones funerarias ni en papiros. Israel no aparece por ningún lado, ni como posible enemigo de Egipto, ni como amigo, ni como nación esclavizada: ¡No existieron en esa época y punto!

Asimismo, las repetidas prospecciones arqueológicas realizadas en todas las regiones de la península, incluida la zona montañosa de los alrededores del emplazamiento tradicional del monte Sinaí, junto al monasterio de Santa Catalina, sólo han proporcionado pruebas negativas: no se ha encontrado un solo fragmento, ninguna estructura o casa ni resto alguno de un campamento antiguo. Las técnicas arqueológicas modernas son muy capaces de hallar en todo el mundo huellas incluso de los escasísimos restos dejados por cazadores, recolectores y pastores nómadas.

De hecho, el registro arqueológico de la península del Sinaí presenta testimonios de una actividad pastoral en épocas como el tercer milenio a. de C. y los periodos helenístico y bizantino. En el supuesto momento del Éxodo, siglo XIII a.C., no existen, sencillamente, ese tipo de pruebas.


Falta de vestigios sobre la presencia hebrea en otras regiones

La arqueología tampoco encontró vestigio alguno de los hebreos ni en Gosén, ni en la Península del Sinaí y mucho menos en el monte Sinaí que le da el nombre a la península. Lo que significa que ningún dios le dio a ninguna persona una tabla de mandamientos escritos en piedra. Según la Biblia fue en el siglo XIII a.C. cuando se desarrollaron las acciones de conquista, pero la arqueología no encontró nada al respecto:

“Repetidas excavaciones y prospecciones realizadas en toda la zona no han proporcionado ni la más mínima prueba de actividad al final de la Edaddel Bronce, ni siquiera un solo cascote dejado por alguna minúscula banda de hebreos asustados en fuga (Finkelstein, 75-76).”

Debemos comprender y tener muy en cuenta que no hay forma de equivocarse: Las técnicas arqueológicas modernas son capaces de hallar en todo el mundo huellas incluso de los escasísimos restos dejados por cazadores, recolectores y pastores nómadas. De hecho, el registro arqueológico de la península del Sinaí presenta testimonios de una actividad pastoral en épocas tan tempranas como el tercer milenio a.C. Pero en el supuesto momento del éxodo, sencillamente no existen ese tipo de pruebas y menos pruebas de actividad violenta.



La famosa ciudad de Jericó no existía en el siglo XIII a.C.

Otra prueba de todo este cuento, son Los hallazgos de Jericó, la cual supuestamente fue derribada en el siglo XIII a.C., de una manera impresionante, todos conocen el relato de las trompetas que derribaron muros. Pues bien, la arqueóloga Kathleen Kenyon que estuvo seis largos años excavando en el presunto lugar de Jericó, encontró que en el siglo XIII a.C., no había ninguna ciudad allí y mucho menos vestigios de destrucción. Parece ser que en el siglo XV, 200 años antes hubo allí una ciudad de Hicsos que fue destruida, no por los hebreos, y no hubo nada más hasta el siglo XI a.C. Es decir que ni 200 años antes del siglo XIII a.C., ni 200 años después hubo construcción alguna donde se supone que estaba la famosa ciudad de Jericó. Nada menos que Magen Broshi, el conservador emérito de los Manuscritos del Mar Muerto, afirmó: «La ciudad estuvo desierta desde principios del siglo XV hasta el siglo XI a.C.”.

En el siglo XIII a.C. lo que había en Canaán eran pequeñas ciudades sin fortificación y sin murallas que respondían a las órdenes del faraón. Además, cerca de Canaán había tribus de otros pueblos, como los propios amorreos. De este modo, si el faraón enviaba una cuadrilla para abastecerse de agua y alimentos, esta no corría mayor peligro pues la zona estaba patrullada.

En este contexto, lo relevante es que la ciudad de Jericó había sido un caso paradigmático en el que todos los historiadores estaban de acuerdo hasta hace poco tiempo. Según el paradigma de la historia oficial, “el pueblo de Israel, con trompetas y con el arca de la alianza, derrumbó la fortificación y los muros de Jericó para fundar la nación judía.” Sin embargo, la arqueóloga británica Kathleen Kenyon, quien se dedicó a excavar la ciudad de Jericó durante seis años, no encontró ninguna evidencia de destrucción para el siglo XIII a.C. en la ciudad.

El descubrimiento de Kenyon además fue verificado y respaldado por una gran cantidad de arqueólogos. Por ejemplo, el arqueólogo Magen Broschi, conservador de los Rollos del Mar Muerto en el Museo de Israel durante muchos años, dijo lo siguiente:

“La ciudad de Jericó estuvo desierta desde principios del siglo XV a.C. hasta el siglo XI a.C.”

Además, como ya se dijo, en esa zona no se usaban murallas porque era una provincia egipcia constantemente patrullada por los egipcios. Y no fue sino hasta el siglo XI a.C. que se fundó allí un pequeño asentamiento que era “pequeño y pobre, casi insignificante, y que no había sido fortificado.” Sólo siglos después se convirtió en la ciudad de Jericó, que a la postre fue una ciudad relativamente grande. Pero en el siglo XIII a.C. Jericó no existía, por lo que el relato de las sagradas escrituras no corresponde a la verdad histórica.

El propio Israel Finkelstein, arqueólogo judío de la Universidad de Tel-Aviv, reconoció que el relato bíblico es falso y que su difusión se debe a la necesidad de justificar la consolidación de la nación judía a través de un “relato” que la validara, aunque tal manipulación implicara usar elementos del siglo VII a.C. para hacerlos pasar como si fueran del siglo XIII a.C. Israel Finkelstein se expresó de este modo sobre el engaño de Jericó, que hasta la fecha (siglo XXI) sigue siendo motivo de guerras y otras abominaciones en la Tierra:

“La famosa escena de las fuerzas israelitas marchando con el Arca de la Alianza en torno a la ciudad amurallada y provocando el derrumbamiento de los poderosos muros de Jericó al son de las trompetas de guerra fue, por decirlo de alguna manera, un espejismo romántico de los narradores del siglo VII a.C.” (Fuente: Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman en La Bibliadesenterrada, 2001)

Otra evidencia de la manipulación del Antiguo Testamento es que está plagado de relatos que hablan de camellos que eran usados como medio de transporte, desde los tiempos de Abraham en adelante. Lo cierto es que en el siglo XIII a.C. los camellos ni siquiera se habían domesticado:

“Los relatos bíblicos de Abraham, José y Jacob hablan de camellos domesticados que se utilizaban como animales de carga. Pero, ahora, arqueólogos demostraron que estos animales no fueron domesticados en la Tierra de Israel hasta siglos después de la época de los patriarcas (2.000-1.500 a.C.). Utilizando la datación por radiocarbono, expertos de la Universidad de Tel Aviv deteminaron el momento en el que los camellos domesticados llegaron al Levante sur, adelantando la estimación del siglo XII al IX a. C.” (Fuente: BBC – Los camellos anacrónicos de la Biblia)

Por lo tanto, de todo esto se puede concluir que si bien al pueblo judío le pareció normal manipular la historia para consolidarse como nación, para el resto de la humanidad esta siniestra ambición mentirosa constituye una prueba más de que hemos sido engañados durante toda la historia.

La disciplina científica conocida como historia, que tiene por objetivo contar la verdad sobre el pasado y el transcurrir de los tiempos, en realidad ha sido usada como un medio de programación por parte de las élites. Pues la historia siempre la escriben los vencedores. Pero también es cierto que ningún poder puede borrar completamente las pruebas empíricas, pues estas permanecen en su lugar por siglos y milenios en espera de historiadores y arqueólogos honestos que las desvelen y divulguen.

Hay otros problemas de sentido común, como la imposibilidad de cruzar entre 2.5 y tres millones de personas en un día el mar rojo, y luego en el desierto ¿Cómo se les daría de beber de un pozo sin que la mayoría no muera de sed? Para ese dios todo era posible, menos frenar la difusión de ese cuento de la epopeya del Éxodo, creado para intentar reunir a la cantidad de hebreos que, por estar dispersos, sufrieron la conquista y la humillación de otros imperios poderosos.

 


Fuente:

https://www.mentealternativa.com/arqueologos-de-la-universidad-de-tel-aviv-afirman-que-moises-no-existio

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Isaac Asimov 






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