Nota Inicial:
La presente publicación fue escrita y elaborada por Walter Burriguini, colaborador de este Blog. Este artículo NO fue escrito por el habitual escritor y responsable de este sitio Noé Molina.
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¿Conocen a John Frum?
O sobre cómo se fabrica un “Mesías” (*)
Por Walter Burriguini
El asunto del presente artículo (el misterioso “John Frum”) requiere sí o sí que el lector tenga conocimientos preliminares sobre la Isla de Tanna (en la República de Vanutu, Nueva Guinea) y sobre el llamado “culto cargo”. Así que no me queda más remedio que empezar hablando de eso.
La Isla de Tanna se encuentra en la provincia vanutuana de Tafea y esta habitada por grupos humanos ágrafos y pre-modernos que experimentaron su primer contacto con la civilización occidental recién a principios de los años cuarenta del siglo XX, con la llegada de las tropas estadounidenses en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
Imagínense, amigos lectores, el fuerte impacto psicológico que llegó a causar en estos aborígenes (cuyo estadio cultural no superaba la Edad Bronce) el contacto con la tecnología moderna. Para ellos, sobra decirlo, resultaba simplemente indistinguible de la “magia” o el “milagro”. Pero lo más interesante, pensando en el objetivo de este artículo, es cómo interpretaron los hábitos y costumbres que observaban en los soldados norteamericanos asentados en la isla.
Tres detalles llamaron poderosamente la atención de los aborígenes:
1- Los soldados norteamericanos no hacían nada que (a los ojos de los propios aborígenes) pareciera “útil” y “productivo”, como sembrar la tierra, cazar jabalíes, hacer vasijas de barro o entrenarse en el uso del arco y la flecha.
2- Los soldados norteamericanos eran muy dados, en cambio, a repetir sistemáticamente otro conjunto de actividades que (de nuevo a los ojos de los propios aborígenes) parecían “inútiles” e “improductivas”. Por ejemplo, sentarse a hablar con una caja (radiotransmisor) o desfilar cargando implementos alargados en el hombro (fusíl).
3-Unos enormes pájaros muy ruidosos (obviamente me refiero a “aviones) traían regularmente desde el cielo un “cargo” (palabra inglesa que se utiliza para designar a la mercancía, flete o cargamento de un barco o avión) conteniendo todo tipo de objetos (alimentos, ropa, repuestos, etc.) que permitía a los soldados norteamericanos sobrevivir sin esforzarse ni ensuciarse las manos.
¿Qué dedujeron los aborígenes? Muy simple: sentarse a hablar con una caja o desfilar cargando un implemento alargado en el hombro son “rituales” que agradan profundamente a los dioses. Por eso los dioses enviaban a los soldados norteamericanos, de regalo y directamente desde el cielo, aquel “cargo” que les permitía vivir literalmente “de arriba”. Y llegaron a la conclusión que si ellos mismos repetían meticulosamente los “rituales”, seguramente también iban a agradar a los dioses y, consecuentemente, recibir “cargo” de regalo.
Sobra decir que no importa con cuanto esmero los aborígenes de Tanna repitieron los “rituales”. Por razones obvias, los regalos nunca llegaron. Y la perspectiva del olvido y rechazo divino naturalmente causó en ellos una profunda ansiedad que –por simple “higiene psíquica” (parafraseando al filósofo inglés Colin McGinn)– tenían que calmar y exorcizar de algún modo. En estas precisas circunstancias es que empiezan a circular por Vanutu las leyendas sobre un tal “John Frum”, nada más y nada menos que el “mesías” del “culto cargo”.
Según la versión más difundida (hay varias), John Frum era un hombre de baja estatura y pelo blanqueado por el sol que usaba un abrigo con botones brillantes y había llegado desde el cielo montando un poderoso y gigantesco pájaro que al volar rugía como el trueno. Conocedor de los secretos de la Naturaleza y de la vida, John Frum transmitió a los aborígenes ciertas enseñanzas valiosas y les demostró su “poder” curando a algunos nativos enfermos. Además, generoso como ninguno, les había obsequiado toda clase de preciosos objetos nunca vistos antes...monedas, billetes, un casco, etc..
No obstante un buen día Frum debió partir de regreso al cielo, y no lo hizo sin antes prometer una triunfante “segunda venida” para traer a los aborígenes el ansiado“cargo” y anunciarles el advenimiento de un nuevo reino de la abundancia en el cual nadie necesitaría ya trabajar.
¿Se entiende? El “mesias” del “culto cargo” (como otras imágenes mesiánicas florecidas en sociedades pre-modernas de diversos lugares y épocas) por sí mismo no soluciona ni satisface la expectativa de los aborígenes y, sin embargo, resulta muy pero muy útil para crear confianza en la inminencia de una “solución”. Dicho de otro modo, no anula la ansiedad pero la hace bastante soportable y llevadera. Pura “higiene psíquica”, como dije antes.
Lo más fascinante del llamado “culto cargo” de la isla de Tanna es entonces que permite a los historiadores contemporáneos observar de primerísima mano la extrema facilidad con la que pueden florecer relatos sobre “mesías” en contextos culturales pre-modernos y la asombrosa velocidad con la que se expande su adoración una vez florecidos (de hecho la adoración a John Frum se expandió por gran parte de Nueva Guinea en menos de un lustro).
Consecuentemente ofrece un modelo excelente para entender el origen y progresión de otras figuras mesiánicas pre-modernas que también prometieron una “segunda venida”, como Quetzaltcoal o Buda o Prometo u Osiris. Pero, fundamentalmente, Jesús de Nazareth.
Y acá es precisamente a donde quería llegar, amigo lector. Quizás recuerde un artículo anterior de mi autoría (http://www.mdzol.com/nota/406235) donde contaba que no hay ni media ni un cuarto ni una milésima de evidencia que corrobore la veracidad de las historias bíblicas sobre Jesús de Nazareth.
Pues bien: hasta que esa “evidencia” no aparezca, la ansiedad y la “higiene psíquica” rebeladas por el modelo “John Frum” son la mejor explicación disponible para el origen de dichas historias bíblicas.
Quién quiera oír, que oiga.
(*) Fuente:
http://www.mdzol.com/nota/419627-conocian-a-john-frum/
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