Nota Inicial:
La presente publicación fue escrita y elaborada por un colaborador y amable lector de este Blog. Este artículo NO fue escrito por el habitual escritor y responsable de este sitio Noé Molina. (*)
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Las religiones confirman cosas categóricamente; es decir, atienden más a sus doctrinas, teorías y dogmas abstractos que a la propia realidad como el elemento indispensable para poder vivir en ella. El ateísmo en general niega todas esas cosas. Algunos llegan a decir que las religiones son positivas y el ateísmo negativo. Sin embargo, él no se define por valores propios pero sí mas por las negaciones de “esos valores religiosos”. Para que el ateísmo sea positivo, afirmativo, es necesario demostrar que hay ventajas contundentes en no tener unos dioses o determinadas creencias religiosas que no sirven para nada, pues la lógica es que si hubiese un determinado Dios, el mundo no podría ser tal como lo conocemos. A modo general, la escogida cierta sería aquella que nos hiciera feliz, o por lo menos nos ayudaría a enfrentar a la vida. Una determinada religión puede no tener ninguna base sólida, pero al adoptarla se justifica si sus efectos en nuestras vidas son positivos. Según los conceptos predicados por las religiones dentro de sus dogmas, ellas dicen traernos esperanzas, nos quieren convences de que hay justicia en este mundo y en el universo, por lo que un día, vas a saber cuándo, pero seguro después de la muerte, seremos recompensados por el bien que hagamos o punidos por el mal que hicimos. La muerte no es por cierto el fin, apenas el paso para una vida eterna y mejor...
Por otro lado, las religiones nos traen el miedo de la punición, lo desconocido, la culpa por haber hecho o dejado de hacer alguna cosa que en verdad no perjudica ni beneficia a nadie. Con eso ellas nos llevan a ser humillados y nos auto desvalorizan delante de un determinado y supuesto Dios. Exigen que paguemos por supuestos pecados con penitencias que en nada enriquecen a las propias personas o comunidades en que se habiten. Generan intolerancias y rechazan a aquellos otros que poseen otra fe; condenando las actitudes de aquellos otros solamente porque contradicen lo que está en los denominados “libros sagrados”, etc. Cabe preguntar: ¿hasta qué punto sería necesario atenernos a lo que está escrito en esos libros sin llegar a ser un fundamentalista?
En todas religiones los doctrinales suelen ser confusos y hay muchas maneras de interpretaciones, si no fuese así, entonces no habría sacerdotes ni acólitos para practicarlos y enseñarlos. ¿Es loable y misterioso ser virtuoso de una religión simplemente por miedo al infierno, pecados y culpas que en el fondo no lo son? Entre tantísimas religiones cual sería la verdadera, obviamente si hubiese un Dios...? La fe se propone llevar a los creyentes a actuar sin que éstos puedan hacer el normal uso supremo del pensamiento; ellos están pro-gramados solamente para seguir los dogmas establecidos sin discutir su sí o no cualidades. Es pues una ley natural de que tengamos la necesidad del concepto RAZÓN y de DUDAS constantes para eliminar nuestros propios errores, para cuestionarnos constantemente nuestras propias decisiones.
Aunque digan de nosotros todo lo contrario, los ateos no siguen ningún dogma. Procuran pensar con los propios cinco sentidos y dentro de una lógica y hacer lo que pudiera parecer mas acertado. Eso porque es cierto y no porque “esté escrito” en los “sagrados libros”; ni tampoco porque se espere una gran recompensa en la supuesta otra vida o se le tenga miedo al denominado infierno. Es cierto, los libres pensadores tienen defectos como todos los seres humanos, pero son libres para ser mas tolerantes en relación sobre lo que los otros puedan pensar, pues creen que la opinión propia es el derecho de cada uno. Ellos no tienen una determinada religión que les digan o obliguen, a priori, ser justificativos de lo que deben aceptar o no. No tienen ningún motivo, además de posibles razonamientos personales, para discriminar mujeres, homosexuales, negros y otros conceptos racistas o xenófobos, que sí pudieran tener alguna de las sectas o religiones oficiales. Pueden dedicarse más y mejor a mejorar este mundo, aunque sea con el don de la palabra escrita, pues es el único que ellos conocen, en lugar de estar a la espera de que llegue la hora de ir para los etéreos cielos, cosa que por otro lado ningún creyente quiere morirse... Es habitual que por algún motivo o circunstancia de que hubiesen salido de algún percance decir “gracias a Dios”. El ateo, al contrario del teísta, tampoco tiene el conformismo de aceptar que “las cosas son así mismas”, normalmente “por ser la voluntad de Dios”. No desperdician la vida con oraciones y toda clase de manifiestos impositivos e improductivos desde la cuna, mu-chos de ellos encerrados en conventos o los habituales engañando al prójimo directo o indirectamente. Y no entramos en la cuestión riquezas que vienen acumulando desde que la religión pudiera ser inventada allá, posiblemente por la edad de las cavernas y su expansionismo en la edad del cobre.
En concreto, los ateos no se ven como unos juguetes en la eterna lucha entre ese imaginario Dios y su homologo el Diablo, por “salvar sus almas”; ellos son los únicos responsables de sus actos. De esta manera tienen todas las culpas por sus hechos erróneos y todos los méritos por los aciertos.
Las religiones ofrecen respuestas a todas las dudas y reglas de conductas para cualquier ocasión, pero no dan soluciones. Los ateos tienen que pensar con la propia cabeza y sacar sus propias conclusiones; es lo que les ayuda a reflexionar mejor y más profundamente antes de decidir. Respuestas simplistas llenan las mentes simplistas; pero aquí es obvio, muchos prefieren la seguridad de un dogma a lo incierto de una busca por respuesta. Por esto no se debe tentar “desconvertir” a las personas creyentes. Cuando, y si ellas estuviesen preparadas, entonces irán a buscar las respuestas fuera de su religión.
Cabría destacar que personas muy devotamente religiosas que prefieren ignorar los mandamientos de sus “sagrados libros”, pues les parecen excesivos o crueles, están actuando como ateos. Eso y precisamente pensando con sus propias cabezas, y no lo que les digan sus sacerdotes, siguiendo sus propios razonamientos, aún así muchas veces ni llegan a darse cuenta de esos hechos.
Mientras tanto los ateos deben ser como “policías”, para no repetir los errores de esas mismas religiones. Deben respetar las opiniones de todos los creyentes, por más absurdas y obstinadas que puedan parecerles. Ellos, los ateístas, interesados en exponer y defender sus posiciones, destacaran los aspectos positivos del libre pensador, como la libertad de poder escoger y la racionalidad, evitando atacar los aspectos negativos de esta o aquella otra religión, o el de dudar de la inteligencia del interlocutor.
Sí, es posible ser un ateo militante. Puede hasta ser necesario, como forma de defender su libertad de expresión en un mundo amenazado por el fundamentalismo que predomina en la actualidad, como en el pasado dominaron otros. Pero es necesario tener en cuenta que una postura agresiva solo reforzará los estereotipos de aquel “ateo revoltoso y provocativo”, o del “ateo sin moral y sin limites”. Exponer los motivos simples y comprensibles de la razón, no siempre hacen los efectos deseados. Conviene comenzar confundiendo a los creyentes, siendo lo opuesto a aquello que ellos esperan de nosotros. Seamos honestos, prestativos y respetuosos con sus leyes y dogmas.
Poco a poco, y con cuidado para evitar el rechazo; procuremos despertar en los propios religiosos, aunque eso será un imposible, pues va en contra de sus muchos intereses a perder, lo mejor es ir directamente a sus creyentes, inculcando en sus conciencias de que sus “verdades” no son las únicas. Que es posible ser felices, íntegros y decentes sin un determinado Dios. Que las creencias en los dioses no hacen de la Humanidad un lugar mejor, todo lo contrario. Aún más, como no es un negocio, sin el indirecto o directo diezmo, ese que llevan a todas las religiones a ser unas sucursales de banqueros y capitalistas.
No es nada fácil, pero tampoco imposible el desconvertir a una persona de fuera para dentro, aunque sí podemos hacer que ella sea mas tolerante. Hacerle entender que hay otros modos de pensar igualmente aceptables. Que las creencias de ellos no son un concepto obvio y que nadie se vuelve un pervertido condenado a los infiernos por no adoptar una determinada religión o secta. Hacerles entender que no es posible “renegar” de un Dios en el que no se ve ni se cree por no haber existido jamás.
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(*) Nota Final:
El autor de esta publicación es "Zerimar Ilosit", fiel seguidor y colaborador de este Blog; quien amablemente me solicitó el compartir este artículo con el resto de los lectores; y al no estar en contra de la filosofía del Blog, es un honor para mí el poder publicarlo.
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Ver:
Carta Abierta a los Creyentes
(Colaboración)
Ver:
Buenas Razones para No Creer
(Colaboración)
Ver:
Los "Milagros" de Jesús
(Colaboración)
El Misterio de la Trinidad
(Colaboración)
Ver:
Ateísmo… ¿Eso qué es?
(Colaboración)
Ver:
Quien es Dios?
Ver:
¿Existió Jesús?
¡Claro, existieron muchos!
Ver:
Top 10 “Metidas de Pata” de la Biblia.
Ver:
Top 10 Características Indeseables de Dios.
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"Yo no creo en nada. Para mí la fe es algo tan odioso como lo es pecado para los creyentes. El que sabe, no puede creer. El que cree, no puede saber. El término "fe ciega" es una redundancia, pues la fe es siempre ciega"
Ernest Bornemann