Los efectos negativos de
la
religiosidad-espiritualidad en
la salud mental:
Una revisión bibliográfica
Negative
Effects of Religiousness-Spirituality on Mental Health: a Literature Review
René Gallardo-Vergara*- *Universidad Austral de Chile, Puerto Montt, Chile
Patricio Silva-Maragaño*- *Hospital
Félix Bulnes Cerda, Santiago, Chile
Yasna Castro-Aburto*- *Colegio San Miguel, Calbuco, Chile
RESUMEN
Aunque en la actualidad se cuenta con evidencia de
los efectos positivos de la religiosidad/ espiritualidad en la salud mental,
también existen reportes que dan cuenta de efectos mixtos. Incluso, se han
reportado efectos adversos en la salud mental de las personas. En esta línea,
el presente trabajo se propuso revisar la literatura acerca de los efectos
negativos que la religiosidad y/o espiritualidad pueden tener en la salud
mental e identificar sus principales facetas o dimensiones asociadas a estos
efectos según la evidencia. Para ello, se indagó en las bases de datos EBSCO,
AnnualReview, PubMed, MedLine, PsycINFO, SciELO, LILACS y PEPSIC, entre los
años 2010 a
2021. Como principal conclusión, los descubrimientos presentes confirman que
existen ciertos aspectos religiosos y/o espirituales que ejercen influencia
negativa sobre la salud mental de una persona. Al finalizar, se discuten los
principales hallazgos obtenidos de la revisión, sus implicancias en el quehacer
clínico en la esfera de salud mental, las limitaciones del estudio y las
futuras proyecciones investigativas.
Palabras clave: religiosidad; espiritualidad;
efectos psicológicos negativos; salud mental
_________
La religión ha sido un constituyente fundamental de
todas las culturas desde el comienzo mismo de la historia de la humanidad. Se
expresa de formas tan diversas en la primitiva adoración del sol y los astros,
o bien, en la moderna religión institucionalizada. En la actualidad, los
principales exponentes de la religión en términos de mayor adhesión son el
cristianismo, el hinduismo, el budismo e islamismo (Behere et al., 2013). Al
margen de la religión institucionalizada, estamos ante un notorio surgimiento
de la espiritualidad New Age (Nueva Era) o nuevas espiritualidades, que incluye
una diversidad muy grande de prácticas y saberes. Entre las prácticas
espirituales más populares de la
Nueva Era dentro de Latinoamérica, encontramos el budismo,
Hare-Krishna, Yoga, Reiki, Flores de Bach, Biomagnetismo, Neochamanismo,
estudio de chakras, cristales, entre otros (Bahamondes, 2013).
Al detenernos en los conceptos de religiosidad y
espiritualidad, se advierte que estos no cuentan con definiciones unívocas o
universales. Se observa, en muchos ejemplos, una superposición entre ambos
conceptos (Hill et al., 2000). En el caso de la religión, se considera que esta
tiene un carácter multidimensional, involucra creencias, rituales y prácticas
ligadas a lo divino o trascendente, las cuales pueden ser llevadas a cabo en
lugares públicos o privados. También, las religiones presentan creencias y
tradiciones específicas compartidas socialmente respecto a la vida después de
la muerte y a conductas deseables dentro de un grupo social (Nelson, 2009). Por
su parte, la espiritualidad es definida, a menudo, como la creencia en la
verdad última y el significado en la vida (Jang, 2016), la cual puede ser o no
contextualizada dentro de una comunidad de fe (Emmons & Paloutzian, 2003).
Desde esta perspectiva, el concepto de espiritualidad enfatiza una búsqueda
individual por sobre una institucional. Además, se concibe la espiritualidad
como una habilidad para involucrar la experiencia cotidiana, las metas, los
roles y las responsabilidades con lo sagrado, la cual posee diferentes maneras
de ser expresada, por ejemplo, mediante el arte, la poesía y los mitos, entre
otras (Behere et al., 2013).
La literatura es clara en fomentar el uso de ambos
constructos, desde sus puntos de convergencia más que desde sus divergencias,
de ahí que incluso se haya señalado que el énfasis actual en la espiritualidad,
más que ser un reemplazo posmoderno del término, representa una concepción que
expande la noción de religión (Behere et al., 2013). Por lo tanto, para los
efectos del presente trabajo, se utilizarán ambos conceptos como equivalentes.
Dentro de la historia de occidente, diversas voces
se han pronunciado respecto a la religión y su lugar en la vida humana. En el
ámbito de la Psicología,
por ejemplo, para Freud y Charcot, la religión se trataba de una neurosis
colectiva; es decir, una patología de la cultura (Bonelli & Koenig, 2013;
Koenig, 2012). A juicio de ambos, las prácticas religiosas ofrecían una
protección ilusoria contra la fragilidad del individuo que fracasó en su tarea
de curar las inseguridades e inferioridades de la raza humana. Otros autores
situaron a la religiosidad y/o espiritualidad como objeto de estudio dentro de la Psicología al
considerarla no necesariamente vinculada en su origen a trastornos
psicopatológicos. Tal es el caso de James (2017) quien, desde una perspectiva
pragmática, sostiene que la creencia en una relación con Dios tiene impacto en
la vida concreta de los individuos y produce resultados precisos -psicológicos
o materiales- en su experiencia vital, como es el caso de un apasionamiento
nuevo por la vida y una sensación de seguridad y paz. El mismo caso se da en
Viktor Frankl (1979) y Carl Jung (1987), quienes destacan en el ser humano una
dimensión religiosa inherente, con una función positiva y trascendente, y con
la cual se debiera tener una relación íntima, pues propiciaría el desarrollo
humano. También, Gordon Allport (1950) ha destacado un papel mixto de la
religiosidad/espiritualidad dependiendo de los dos tipos de orientación
religiosa que manifieste una persona. Por un lado, la religiosidad intrínseca
consistente en una relación íntima con la religión la asume como un fin en sí
misma, que es integradora de la personalidad y otorga al individuo motivación y
significado para vivir asociada a una vida espiritual más satisfactoria. Por
otro lado, la religiosidad extrínseca se refiere al uso de la religión de forma
instrumental para poder conseguir otros beneficios; por ejemplo, soporte
emocional o social característica de una vida espiritual más superficial.
Todas estas propuestas teóricas sentaron las bases
fundacionales para entender desde una perspectiva psicológica teórica-reflexiva
el fenómeno religioso/espiritual en la experiencia humana.
En los últimos 30 años, la Psicología y
Psiquiatría han tomado una posición más receptiva a aspectos
religiosos/espirituales, porque hay un mayor aprecio por el significado de la
cultura de los pacientes, así como también una considerable evidencia que ha
demostrado que la religión y la espiritualidad inciden en la salud mental, ya
sea beneficiosa o perjudicialmente (Weber & Pargament, 2014). Si bien es
cierto que este reencuentro ha estimulado una proliferación en la investigación
empírica que examina religión, espiritualidad y salud mental, la cual se
encuentra dispersa entre las ciencias médicas, sociales y del comportamiento
(Koenig, 2012), todavía quedan algunas resistencias en psiquiatras y psicólogos
a la hora de contemplar una dimensión espiritual/religiosa en el entendimiento
y tratamiento del paciente (Dein, 2018).
En la actualidad, es posible identificar en
Psicología un campo diferenciado llamado Psicología de la Religión, cuyo ámbito de
investigación se formalizó con la conformación de la división 36 de la American Psychological
Association (APA), llamada The Society for the Psychology of Religion and
Spirituality (Reuder, 1999). Lo anterior ha conllevado la publicación de un
número cada vez mayor de libros, investigaciones y estudios sobre el tema,
entre ellos, varias publicaciones hechas por la APA, lo cual da testimonio de un campo en ascenso
(Emmons & Paloutzian, 2003).
Dentro de este nuevo subcampo disciplinar, una de
las líneas de investigación más documentadas ha estado centrada en el estudio
de los efectos que tanto la religiosidad como la espiritualidad pueden tener en
la salud en general al ejercer influencias en el padecimiento y/o recuperación
del cáncer (Aukst-Margetić et al., 2005; Delgado-Guay et al., 2011; Hulett et
al., 2021; King et al., 2021),V.I.H (Pinho et al., 2017), diabetes (How et al.,
2011; Onyishi et al., 2021), así como de forma más específica en la salud
mental. En este ámbito de la vinculación con la salud mental, se ha tratado de
dilucidar si religión/espiritualidad o alguno de sus componentes, pueden ser
influencia positiva o bien agentes, que actúen nocivamente como generadores o
mantenedores de cierta sintomatología en algunas afecciones.
A partir de esto, variadas publicaciones han puesto
énfasis en destacar los efectos beneficiosos que la religiosidad y/o
espiritualidad tienen en la salud mental de un sujeto, tales como en la
depresión (Campos et al., 2020; Miller et al., 2012; Ronneberg et al., 2016),
esquizofrenia (Grover et al., 2014; Triveni et al., 2021), trastorno bipolar
(Stroppa et al., 2018; Stroppa & Moreira-Almeida, 2013). No obstante,
también, se han evidenciado reportes del papel negativo que puede propiciar la
experiencia religiosa; por ejemplo, al favorecer o intensificar emociones tales
como culpa, vergüenza, desesperación, ideación suicida, entre otras (Williams,
2021). Asimismo, se ha destacado que cuando la religión interactúa con
enfermedades psiquiátricas, el nivel de gravedad de estas pudiera aumentar. En
algunos de estos casos, la fe puede exacerbar o gatillar el sufrimiento en
lugar de disminuirlo (Pastwa-Wojciechowska et al., 2021). Por ejemplo, Van-Ness
(1999) indagó en los aspectos negativos y los positivos de las convicciones
religiosas acerca de la salud física y salud mental; entre lo negativo mencionó
el fanatismo, el ascetismo, las mortificaciones y el tradicionalismo opresivo,
porque todas estas actitudes o creencias desfavorecen los procesos de
autocuidado y de salud mental.
Como es posible de constatar, se han reportado
estudios que dan cuenta de efectos nocivos de la religiosidad en la salud
mental los que, sin embargo, presentan mucho menos visibilidad y difusión.
Esto último se ve reflejado en los resultados de
una revisión bibliográfica (Bonelli & Koenig, 2013), que abarcó un período
comprendido entre los años 1990
a 2010, y en la que se concluyó que existen muy pocos
estudios de interacción entre dimensiones religiosas y salud mental con
resultados negativos (o mixtos), pese a la existencia de evidencias que avalan
las nocivas interacciones entre ambas variables en ciertos casos. En esta misma
línea, recientemente, Koenig et al. (2020) revisan los avances en el nexo
religión y Psiquiatría y destaca los efectos positivos de la relación religión
y salud mental; sin embargo, no considera la evidencia en la dirección opuesta,
vale decir los efectos negativos que pudiera tener.
En vista de lo anterior, se justifica la necesidad
de contar con investigaciones referidas a los efectos negativos que tanto
religiosidad como espiritualidad pueden surtir sobre la salud mental de las
personas.
Por consiguiente, el objetivo principal del escrito
fue dar cuenta del estado del arte de la investigación en Psicología de la Religión, referido a los
efectos negativos o perjudiciales que la religiosidad y/o espiritualidad pueden
tener para la salud mental mediante una revisión de literatura en torno al
tema. A partir de esto, dos interrogantes han guiado el estudio:
¿Existe en la actualidad nueva evidencia que permita
plantear que la religiosidad y/o espiritualidad pueden influir de forma
negativa en la salud mental de las personas?
¿Cuáles son las dimensiones religiosas y/o
espirituales más reportadas por la investigación como agentes potencialmente
negativos para la salud mental de una persona?
Para cumplir con el objetivo de este trabajo, se
revisó la evidencia empírica respecto de las influencias negativas que tanto
religiosidad y/o espiritualidad tienen sobre la salud mental, porque la
revisiones que existen tienen más de una década (Bonelli & Koenig, 2013), o
bien no integran la dimensión problemática de la religión/espiritualidad en la
salud mental (Koenig et al., 2020).
Método
La información presentada, aquí, se basó en la
revisión de literatura referida a los efectos negativos que religiosidad y/o
espiritualidad pueden causar en la salud mental. Para el levantamiento de
información, se revisaron artículos indexados de las siguientes bases de datos:
EBSCO, AnnualReview, PubMed, MedLine, PsycINFO, SciELO, LILACS y PEPSIC. Para
operacionalizar la búsqueda, se emplearon los siguientes términos en idioma
español e inglés: religión y salud mental, religiosidad y salud mental,
espiritualidad y depresión, religión y depresión, espiritualidad y trastornos
mentales, religión y trastornos mentales, relación entre religiosidad,
espiritualidad y salud mental negativa, religión y psiquiatría. Los artículos
seleccionados correspondieron a un periodo de tiempo que abarcó desde el año 2010 a 2021 (excepto la
revisión bibliográfica de Emmons & Paloutzian, 2003). Fundamentalmente,
debían tener la característica de ser trabajos empíricos de investigación, que,
dentro de sus hallazgos, encontraron efectos negativos entre
religión/espiritualidad y salud mental. En concordancia con lo señalado, se
excluyeron trabajos teóricos o filosóficos al respecto. En total se revisaron
33 artículos con las características antes mencionadas, los cuales se
categorizaron de acuerdo con sus dimensiones o características de religiosidad/
espiritualidad vinculados a repercusiones o efectos negativos para la salud
mental, a saber: (a) el tipo de apego religioso; (b) el tipo de afrontamiento
religioso; (c) luchas espirituales.
A continuación, se exponen los resultados
correspondientes a la revisión bibliográfica enfocada principalmente en el
análisis de las repercusiones de la religiosidad y/o espiritualidad en el plano
de la salud mental.
RESULTADOS
Influencias negativas de la religiosidad y/o
espiritualidad en la salud mental
La literatura revisada exhibe una cantidad
considerable de publicaciones científicas que sugieren que la religiosidad y
espiritualidad, bajo ciertas condiciones, pueden llegar a incidir negativamente
en la salud mental. En este trabajo se revisaron 33 artículos de investigación,
que vinculan la religiosidad con la salud mental negativa y donde es posible
identificar algunas dimensiones o facetas de la religiosidad y espiritualidad
más específicas que pueden subyacer o hacer entendible el efecto negativo en la
salud mental. Fruto de esta revisión se destacan las dimensiones de: (a) el
tipo de apego religioso; (b) el tipo de afrontamiento religioso; (c) luchas
espirituales. En el contexto de estas dimensiones, las investigaciones reportan
diversos síntomas o cuadros psiquiátricos tales como trastorno obsesivo
compulsivo (Cosgrove et al., 2011), los trastornos del espectro autista
(Schaap-Jonker et al., 2013), depresión (King et al., 2007), esquizofrenia
(Mohr et al., 2010), episodio maniacal (Stroppa & Moreira-Almeida, 2013),
entre otros. A continuación, pasamos a presentar los resultados de acuerdo con
estas dimensiones.
Influencias negativas del tipo de apego religioso
en la salud mental
Lee Kirkpatrick (2005) a partir de una serie de
investigaciones pone en relación la teoría del apego -creada inicialmente por
Bowlby (1969)- con la religión. Planteó diferencias individuales en la
religiosidad de las personas. Estas observaciones llevaron a Kirkpatrick y
Shaver (1990) a postular que el apego a las figuras espirituales podría comprenderse
bajo dos perspectivas: una de compensación, que predice que las personas,
quienes no tuvieron un apego seguro con sus cuidadores, probablemente compensen
esa falta con su figura de apego espiritual y la otra perspectiva, de
correspondencia, que predice que la religiosidad de la gente puede estar, al
menos, parcialmente determinada por las relaciones de apego temprano. En
concordancia con esto, se han destacado en particular los riesgos que
representa un estilo de apego inseguro ansioso a Dios, que, al no ofrecer un
vínculo que signifique un real apoyo, deja a las personas en una situación
vulnerable con respecto a los estados de amenaza o inseguridad.
En este tipo de apego religioso, Dios no representa
una verdadera fuente de seguridad y regulación emocional, por lo cual este tipo
de vínculo se acompaña por una intensificación de las enfermedades inducidas
por el estrés y a un desgaste en los sistemas fisiológicos del cuerpo. El apego
a Dios puede influir en la regulación del estrés a nivel de exposición a este,
reactividad, recuperación, y/o restauración (Jordan et al., 2021). La
investigación ha mostrado que la ansiedad en el apego y el apego ansioso a Dios
mantienen una relación inversa y significativa con apego a la religión y la
satisfacción con la vida (Pahlevan et al., 2021); además, posee un vínculo
directo con neuroticismo y afecto negativo (Rowatt & Kirkpatrick, 2002).
Cabe decir, en línea con lo anterior, que uno de
los aspectos de mayor relevancia y pertinencia en lo referido al estrés se
vincula con los sentimientos hacia la muerte. El sentimiento de angustia hacia
la muerte se ha estudiado empíricamente y se ha vinculado con el apego a Dios.
En un estudio con 346 participantes musulmanes, se examinó si el apego a Dios
puede predecir la angustia a la muerte. Los participantes completaron una serie
de instrumentos: la Escala
de ansiedad a la muerte, la
Escala de obsesión a la muerte, la Escala de depresión a la Muerte y el Inventario de
Apego a Dios. Mediante análisis factorial y análisis de regresión, los datos
confirmaron que el apego ansioso a Dios era un predictor significativo de la
ansiedad, la obsesión y la depresión de muerte (Mohammadzadeh & Oraki,
2018).
Otra condición vital extrema lo representan las
enfermedades graves. Tal es el caso del cáncer que implica una serie de
procesos de afrontamiento y adaptación. En un estudio realizado por Gall y
Bilodeau (2019), en mujeres con diagnóstico de cáncer de mamas, se exploró en
las diferencias de adaptación al proceso de la enfermedad. Para ello, además de
las medidas de apego a Dios, se evaluaron afrontamiento y depresión. Se
encontró que aquellas pacientes, quienes mantenían un apego más ansioso a Dios,
utilizaban más el afrontamiento de evitación y reportaba más depresión en diferentes
momentos a lo largo del tiempo. Además, las pacientes con cáncer de mama, con
un apego más ansioso a Dios, informaron que se involucraron en un afrontamiento
de menor aceptación después del diagnóstico; es decir, hubo mayor negación de
la situación vital en la que se encontraban. Por consiguiente, los hallazgos
indican que un apego más ansioso a Dios puede contribuir a patrones negativos
de ajuste (Gall & Bilodeau, 2019).
Otra fuente de evidencia proviene de los estudios
en psicosis. En una investigación realizada por Huguelet et al. (2015), se
exploraron los modelos de apego de pacientes psicóticos en comparación a un
grupo de control; se inspeccionaron las relaciones entre el apego y la
psicopatología; se sondearon los procesos de apego relacionados con las figuras
espirituales. Se evaluó el estilo de apego religioso en 30 pacientes con
psicosis y 18 personas en su grupo de control con la escala Adult Attachment
Interview (AAI) (George et al., 1996). A partir de lo anterior, observaron que
los pacientes con psicosis presentaban mayores niveles de apego inseguro y
evitativo. Además, descubrieron que cuando estos pacientes presentaban delirios
religiosos pueden ver alterada su figura de apego espiritual de manera
negativa, lo que causaba sentimientos de ansiedad, culpa y miedo. Los autores
plantearon, a modo de hipótesis, una bidireccionalidad entre apego y
psicopatología, porque la inseguridad del apego puede contribuir
inespecíficamente a trastornos mentales y viceversa, los problemas psicológicos
pueden aumentar la inseguridad del apego. Se concluyó, entonces, que la
religiosidad en estos pacientes puede propiciar a que estos padezcan de
malestar psicológico.
De la mano con la investigación anterior, en un
estudio realizado por Cook (2015) se indagó la misma relación entre psicosis y
religiosidad. Este llega a conclusiones similares; sin embargo, demostró que el
apego inseguro con Dios en pacientes psicóticos puede desembocar en conductas e
ideas suicidas.
En otra investigación realizada por Buser y Gibson
(2016), se examinó en 599 estudiantes universitarias la relación entre el apego
a Dios evitante y ansioso con los síntomas de bulimia. Los resultados
evidenciaron que el apego ansioso a Dios presentó una relación más fuerte con
la bulimia que el apego evitante, de tal modo que este apego a Dios podría ser
considerado como un factor de riesgo para la bulimia.
Ahora bien, no solo encontramos estudios con
muestras clínicas, sino que además se observan efectos en contextos de
interacción cotidiana o en población general. En un estudio realizado por
Jordan et al. (2021), 1049 adultos completaron medidas de apego a Dios,
autocontrol e intercambios sociales. Se encontró que el patrón de conductas
implicadas en la relación de apego con Dios puede fomentar o debilitar el
autocontrol, sobre todo, en contexto interpersonal. Los resultados indicaron
que los intercambios sociales más negativos ocurrieron en individuos con bajo
autocontrol y apego a Dios alto en evitación y ansiedad (Jordan et al., 2021).
En otra investigación con muestra no clínica, tenemos un estudio realizado por
Maughan (2020) con minorías sexuales cristianas, en el cual se buscó ver si el
apego a Dios modula los niveles de estrés y salud mental en el bienestar de
este segmento de la población. Cabe destacar que estas minorías sufren
frecuentemente estresores referidos a prejuicio, discriminación y estigma. Se
encontró que la dimensión de ansiedad en la relación de apego con Dios se
asoció negativamente con salud mental y bienestar, de modo que las personas
cuya relación de apego con Dios era caracterizados con una mayor ansiedad se
encontraron una significativamente peor salud mental y bienestar personal
(Maughan, 2020).
Influencias negativas del tipo de afrontamiento
religioso sobre salud mental
Otro de los aspectos religiosos investigados, que
ha generado una gran cantidad de resultados como potencial factor negativo en
la salud mental, es la noción de afrontamiento religioso.
Kenneth Pargament (1999) con base en el constructo
de afrontamiento (Lazarus & Folkman, 1986) explora la manera en cómo los
individuos usan su religión para afrontar las situaciones críticas o
problemáticas de la vida a las cuales se ven enfrentados. A esto lo denominó
afrontamiento religioso e identificó dos tipos: el positivo y el negativo. El
impacto que la religión puede tener en la salud mental y el bienestar de una
persona dependería de la predominancia en el estilo de uso religioso -positivo
o negativo- que posean los individuos. En particular, y para los objetivos de
este trabajo, se destaca el afrontamiento religioso negativo. Se caracteriza
por una relación insegura con Dios, una visión de la vida como amenazante y
frágil y una lucha por definir el significado religioso en la vida. Las
estrategias de afrontamiento religioso negativo incluyen valoraciones
religiosas punitivas, evaluaciones religiosas demoníacas, revalorizaciones de
los poderes de Dios, descontento espiritual e interpersonal, entre otras.
A partir de este marco, se ha llevado a cabo
abundante investigación empírica que en los últimos años ha reportado
consistentemente que este tipo de afrontamiento se vincula con una peor calidad
de vida al reportar su asociación con bienestar general, angustia, ansiedad,
depresión e insensibilidad hacia otros e ideas suicidas (Faizi & Kazmi,
2017). A continuación, pasamos a revisar esa evidencia.
Una primera línea de evidencia se refiere a la
vinculación entre el afrontamiento religioso y síntomas de depresión y
ansiedad. A este respecto, destaca el estudio hecho por Rosmarin et al. (2013),
en el cual investigaron a 47 pacientes hospitalarios, quienes padecían de
psicosis en el momento de realizar el estudio, o que alguna vez tuvieron brotes
psicóticos. Los resultados indican una fuerte asociación entre un afrontamiento
religioso negativo, la intensidad y la frecuencia de ideas suicidas y una mayor
sintomatología depresiva-ansiosa y menor bienestar en general. Según los
investigadores, este tipo de afrontamiento implica tensiones intrapersonales,
interpersonales y existenciales, incluso podría favorecer y exacerbar la
emergencia de psicopatología. En esta misma línea, Lee et al. (2019), en un
estudio con 88 pacientes coreanos creyentes diagnosticados con epilepsia,
encontraron que el afrontamiento religioso negativo se asoció a mayores niveles
de depresión y ansiedad. Curiosamente, se encontró que el afrontamiento
positivo no mantenía relación con estos síntomas.
Estos resultados fueron replicados en un estudio de
carácter cuantitativo, comparativo, correlacional y transversal, que se
desarrolló en una muestra de 96 pacientes oncológicos (y grupo control) del
Hospital base Valdivia, Chile. El objetivo fue verificar la relación entre
afrontamiento religioso y síntomas depresivos - ansioso en pacientes
oncológicos y grupo no oncológico. Los principales resultados comprueban el
mayor uso del afrontamiento religioso por pacientes oncológicos en comparación
a grupo control; la existencia de relación directamente proporcional entre
afrontamiento religioso negativo y la presencia de síntomas depresivo- ansioso;
la ausencia de relación entre afrontamiento religioso positivo y la presencia
de síntomas depresivo-ansioso (Gallardo et al., 2021).
Estos resultados no solo se han encontrado en los
propios pacientes que padecen alguna enfermedad, sino también en los familiares
encargados de su cuidado. Por ejemplo, en un estudio transversal con 100 padres
de 81 niños diagnosticados recientemente con cáncer, se encontró la misma
asociación, vale decir, afrontamiento negativo se asoció a malestar y
afrontamiento positivo no (Dolan et al, 2021). Más recientemente, Pagán-Torres
et al. (2021) en una investigación con 304 adultos de Puerto Rico con síntomas
mentales autorreportados se exploró la vinculación entre los tipos de
afrontamiento religioso, la percepción de estrés y varios síntomas
psicológicos. Los resultados van en la misma línea de lo señalado: el
afrontamiento religioso negativo modula la asociación entre percepción de
estrés y la presencia de síntomas psicológicos (estrés). Estos hallazgos han
sido replicados en diversos estudios en público general o estudiantes
universitarios (Ghoncheh et al., 2021; Prazeres et al., 2020; Rashid et al.,
2021).
De la mano con lo anterior, el estudio realizado
por Trevino et al. (2014) tuvo como propósito examinar la relación entre la
ideación suicida y el afrontamiento religioso en pacientes adultos con cáncer
en etapa avanzada con expectativa de vida igual o menor a seis meses. Los
investigadores tenían como hipótesis que el afrontamiento religioso negativo se
asocia con mayor riesgo de ideación suicida y que la pesquisa de esto podría
ayudar a la identificación y tratamiento oportuno. Se llevó a cabo la
investigación con una muestra de 603 pacientes adultos con cáncer en etapa
avanzada. Entre sus resultados encontraron que cualquier utilización de
afrontamiento religioso negativo se asocia con un mayor riesgo de ideación
suicida en estos pacientes y concluyeron que incluso a niveles bajos de
afrontamiento negativo. Este puede ser un factor de riesgo importante para la
angustia psiquiátrica en pacientes con cáncer. Un estudio más reciente
realizado en 94 pacientes con primer episodio de depresión se encontró la misma
relación entre afrontamiento religioso negativo e ideación suicida (De-Berardis
et al., 2020).
Ahora bien, si hay consistente evidencia en la
asociación entre afrontamiento religioso negativo e ideación suicida, también
se cuenta con evidencia que lo asocia con el riesgo de conducta suicida
propiamente tal. En esta línea, una investigación realizada por Stroppa y
Moreira-Almeida (2013) se propuso estudiar la relación entre la religiosidad y
los estados de ánimo, la calidad de vida, la cantidad de hospitalizaciones y el
número de intentos de suicidio en pacientes con trastorno afectivo bipolar (en adelante TAB). La hipótesis que guió su
investigación plantea que el afrontamiento religioso negativo se asociaría con
una peor calidad de vida, porque, según estudios previos, en las cuales se
basaron las personas autoras. Este tipo de afrontamiento estaría asociado a
resultados negativos en la salud que incluso podrían propiciar las luchas
espirituales, tales como la interpretación de la enfermedad como un castigo de
Dios al cuestionar el poder y amor de este. Así, se estudiaron aspectos religiosos
en 168 pacientes con TAB y se encontró que, entre todos los aspectos
estudiados, el afrontamiento religioso negativo era el que estaba asociado con
una peor calidad de vida al favorecer la presencia de síntomas depresivos, los
que además fueron más frecuentes en los pacientes bipolares. Estos síntomas son
los responsables últimos de la mala calidad de vida que, incluso, podrían
favorecer mayores riesgos de suicidios. Recientemente, en un estudio realizado
con 707 veteranos de guerra norteamericanos, se encontró que el afrontamiento
negativo se asoció con mayor riego de suicidio (Kopacz et al., 2018); de este
modo, no solo habría una asociación con el plano ideacional, sino también con
una dimensión conductual.
El afrontamiento religioso negativo también se ha
vinculado con procesos emocionales ligados a un episodio de duelo. Las
emociones, incluidas aquellas negativas, tienen un valor adaptativo en los
procesos de duelo. Para que mantengan esta propiedad y no impidan el
funcionamiento cotidiano necesitan ser reguladas; cuando esto no se logra, se
expresa en términos de reacciones emocionales extremas (reactividad e
intensidad aumentada) y emociones que persisten por un largo periodo de tiempo
(estados de ánimo). Dentro de este marco, Lee et al. (2013) desarrollaron un
estudio con 99 participantes universitarios de pregrado, quienes se
identificaban a sí mismos como cristianos y que habían experimentado una
pérdida reciente. Para ello, se evaluaron datos demográficos, la deseabilidad
social, la religiosidad, la espiritualidad, la neurosis y dos formas de
adaptación religiosa. Además, completaron una entrevista de pérdida que fue
diseñada para activar emocionalmente a los participantes al discutir recuerdos
de los fallecidos. De igual modo, se pidió a los participantes que evaluaran su
estado emocional antes y después de dicha entrevista. Los hallazgos de dicho
estudio establecieron que el afrontamiento religioso negativo, por tener una
naturaleza altamente angustiante y estar relacionado con estados de ánimos
desadaptativos y reacciones emocionales negativas, podría predecir una mala
regulación emocional para un episodio de sufrimiento en forma de mayor
reactividad y recuperación prolongada. Este resultado cobra especial relevancia
para el ámbito de la psicopatología al corroborar que el afrontamiento
religioso negativo puede ser un fuerte predictor.
En función de lo expuesto, los estudios coinciden
en que el afrontamiento religioso negativo incide de manera perjudicial en la
salud mental de una persona. Rider et al. (2014) afirma que el estilo negativo
de afrontamiento puede considerarse como indicativo de psicopatología y, en su
forma más extrema, llegar a favorecer ideaciones suicidas (idea que también es
sostenida en Rosmarin et al., 2013; Stroppa & Moreira, 2013; Trevino et
al., 2014). No solo eso, sino que además actuaría como cultivador y mantenedor
de ciertos trastornos que afectan la salud mental (Rider et al., 2014; Rosmarin
et al., 2013).
Es decir, si se considera esta perspectiva, la
religiosidad podría comprenderse, por un lado, como un factor causal en la
emergencia de un trastorno y, por otro, como un factor mantenedor de esta.
Influencias negativas de las luchas espirituales en
la salud mental
Tal como se dejó entrever en el apartado anterior, otras
de las manifestaciones potencialmente problemáticas de la religión y/o
espiritualidad para la salud mental se refiere a las luchas espirituales, las
cuales se definen como “tensión y conflicto que afectan a una persona sobre
asuntos sagrados con lo sobrenatural, con otras personas, y dentro de sí mismo”
(Abu-Raiya et al., 2015a, p. 1265). Esta definición abarca tres grandes tipos
de luchas: luchas sobrenaturales, las que involucran tensiones o conflictos con
agentes; por ejemplo, lo divino, lo demoníaco, el mal; luchas interpersonales
con otras personas o instituciones sobre asuntos religiosos o espirituales y
luchas intrapersonales, que involucran conflictos dentro de uno mismo sobre
preocupaciones que se expresan en forma de dudas religiosas y/o espirituales,
preocupaciones morales y la percepción de falta de significado en la vida.
Según lo expuesto en Abu-Raiya et al. (2015a), los hallazgos han demostrado que
estas luchas son angustiantes, dolorosas y pueden representar un riesgo
significativo para la salud y el bienestar. Diversos datos corroboran estas
afirmaciones, por ejemplo, al utilizar datos prospectivos de una muestra de
adultos estadounidenses, quienes viven con afecciones crónicas de salud (n =
302), se encontró evidencia de relaciones positivas entre las luchas
religiosas/espirituales y la angustia psicológica (Cowden et al., 2021); o
bien, la alta frecuencia de luchas espirituales/religiosas que han reportado
los soldados veteranos norteamericanos de la guerra de Iraq y/o Afganistán, y su
asociación con ideación, amenazas e intentos suicidas (Currier et al., 2017).
Son muchas las muestras de cómo las luchas espirituales y religiosas impactan
en la salud mental de las personas. A continuación, se revisan estos aportes
investigativos, en especial, los vinculados al nexo entre luchas
espirituales/religiosas y psicopatología.
Ellison et al. (2013) se propusieron explorar los
vínculos entre dos tipos de luchas espirituales: luchas divinas (o relaciones
problemáticas con Dios) y luchas con las creencias (o dudas religiosas) y
cuatro aspectos de la psicopatología: afecto deprimido, ansiedad, ansiedad
fóbica y somatización.
Para ello, se analizaron los datos de una encuesta
con una muestra de alrededor de 1472 encuestados. Teóricamente, el estudio se
basó en evidencia previa que sugiere que las luchas con lo divino y con la
creencia son fuertes predictores de angustia psicológica. Los resultados
confirmaron que estas dos luchas espirituales se asocian positivamente con
síntomas de depresión, ansiedad, fobia y somatización.
Además, se comprobó que la asociación entre luchas
espirituales y salud mental podría depender de la fuerza de la identidad
religiosa de cada persona. En este sentido, aquellas personas que se definen
como altamente religiosas y presentan luchas espirituales transgreden un
conjunto de expectativas internalizadas y convenciones sociales que pueden
conllevar graves dificultades (Ellison et al., 2013).
De esta forma, las luchas espirituales pueden
experimentarse como una amenaza para el sentido de sí mismas y, por ende,
pueden ser especialmente perjudiciales para la salud mental.
En otro estudio llevado a cabo por Rosmarin et al.
(2014), exploraron las relaciones existentes entre aspectos religiosos
positivos y negativos en pacientes geriátricos que padecían trastornos del
ánimo. La muestra consistió en 34 pacientes ambulatorios; de ellos, 16 eran
bipolares y 18 padecían de depresión mayor. Se evaluó la afiliación religiosa,
la creencia en Dios y las adaptaciones religiosas a través de entrevistas y de
autoinformes. Los investigadores evidenciaron que las luchas espirituales
fueron un fuerte predictor de mayores síntomas de depresión en pacientes
geriátricos. A raíz de esto, los autores destacan que las luchas espirituales
parecen ser un factor de riesgo importante para los síntomas depresivos,
independientemente del nivel de religiosidad de los pacientes.
También, se cuenta con evidencia en pacientes con
cáncer. Damen et al. (2021) recopilaron datos de seis servicios de cuidados
paliativos para pacientes ambulatorios en los EE. UU. El estudio incluyó a 331
participantes y los criterios de inclusión consideraban a pacientes de 55 años
o más con un diagnóstico de cáncer. El 66% informó alguna lucha
espiritual/religiosa, mientras que el 20% de los pacientes informó lucha de
moderada a alta para al menos un elemento. En análisis bivariados, la lucha
religiosa/espiritual se asoció con una mayor carga de síntomas, mayores
problemas relacionados con la dignidad y una peor calidad de vida.
En teoría, la religión/espiritualidad puede
proteger contra los problemas con el alcohol o facilitar la recuperación. Sin
embargo, pueden surgir desafíos en la vida religiosa/espiritual que pueden
contribuir o complicar los problemas del alcohol, sobre todo, en población de
jóvenes. En un estudio con estudiantes universitarios menores de edad, de dos
universidades de EE. UU. (N total = 2525), se puso a prueba la hipótesis de que
las luchas religiosas/espirituales predicen más problemas de alcohol
independientemente de la angustia y la religiosidad. Los modelos de ecuaciones
estructurales revelaron correlaciones positivas entre los problemas con el
alcohol y las seis luchas religiosas/espirituales (divina, demoníaca,
interpersonal, moral, significado último, duda), pero solo la lucha moral
predijo los problemas del alcohol (Stauner et al., 2019). En esta línea,
MacDougall (2021) tuvo por objetivo evaluar la prevalencia y el poder
predictivo de tipos específicos de luchas religiosas/espirituales en la salud
mental de cuidadores informales de pacientes con demencia. Una muestra de 156
cuidadores informales de personas con demencia completó una escala que mide
seis dominios de luchas religiosas/espirituales, así como otras medidas de
factores estresantes primarios, variables contextuales y resultados de salud
mental (depresión). Se encontró que los niveles generales de lucha
religiosa/espiritual fueron bajos, pero el 26 por ciento de la muestra se
clasificó como posibles casos de lucha religiosa/espiritual clínicamente
significativa para al menos uno de los seis dominios. De este grupo, el 49 por
ciento reconoció luchas con el significado último. Las luchas
religiosas/espirituales predijeron una mayor depresión autoinformada.
Aunque ningún dominio individual de la lucha
religiosa/espiritual surgió como el más destacado, los cuidadores informaron
significativamente más luchas de significado último que luchas demoníacas o
interpersonales (MacDougall, 2021).
Como es posible advertir, ya se cuenta con estudios
que perfilan algunos tipos de luchas espirituales religiosas específicas como
prominentes en algunas condiciones o cuadros. En concordancia con esto, Currier
et al. (2019) se enfocaron en 217 adultos, quienes completaron un programa de
internación de corte espiritual, se enfocaron en dos aspectos: (a) cuáles
luchas en el marco de Exline et al. (2014) (Divino, Moralidad, Significado
Último, Interpersonal, Demoníaco y Duda) representaron el indicador más
destacado de sintomatología del trastorno depresivo mayor (TDM) y salud mental
positiva (PMH) y (b) si el alivio de estas luchas predijo mejoras en el estado
de salud mental de los pacientes durante el período de tratamiento. Los
resultados demostraron que la mayor severidad de las luchas espirituales se
asoció generalmente con una peor sintomatología del TDM y menos PMH. Sin
embargo, al sopesar el papel de las diferentes formas de luchas, los problemas
con un significado último emergieron como un indicador destacado del estado de
salud mental en las dos evaluaciones, así como los cambios longitudinales tanto
en la sintomatología del TDM como en la PMH. Estos hallazgos tienen un antecedente en una
muestra de 139 musulmanes en donde las luchas por el significado último fueron
predictoras de los síntomas depresivos y de ansiedad generalizada en la muestra
(Abu-Raiya et al., 2015b).
Los hallazgos destacan la utilidad de evaluar
formas prominentes de angustia espiritual para planificar y realizar
intervenciones psicosociales, en particular con respecto a cuestiones
relacionadas con la ausencia percibida de un significado último en la vida.
DISCUSIÓN
Este estudio viene a actualizar las últimas
revisiones de literatura que datan del año 2012 y 2013 y a entregar una
panorámica actual de la influencia perjudicial que la religiosidad y/o
espiritualidad puede tener en la salud mental. Ante la primera pregunta de
investigación planteada: ¿Existe en la actualidad nueva evidencia que permita
plantear que la religiosidad y/o espiritualidad pueden influir de forma
negativa en la salud mental de las personas? A juzgar por la evidencia
creciente y considerable encontrada, en el primer caso, se observó un aumento
sostenido en las últimas dos décadas de estudios empíricos con evidencia de
efectos negativos de la religiosidad/espiritualidad y salud mental, pasando de
8 estudios entre los años 1999 al 2010, a más de 30 estudios entre los años 2011
al 2021 (ver apéndice).
En el segundo caso, es posible observar, al menos,
33 estudios, en diversas muestras, grupos etarios, nacionalidades, la respuesta
es afirmativa, la religión/espiritualidad puede influir de forma negativa en la
salud mental (ver apéndice).
Es posible identificar resultados que se replican o
que son consistentes; por ejemplo, el papel del afrontamiento negativo y su
asociación con ansiedad y depresión en el transcurso del tratamiento de
enfermedades graves (Lee et al., 2019). Del mismo modo, se pueden identificar
dimensiones o facetas religiosas y/o espirituales más reportadas por la
investigación como agentes potencialmente negativos para la salud mental de una
persona; esto daría luces de que son solo algunos aspectos concretos los que
pueden afectar con mayor fuerza la salud mental. Tendríamos tres ámbitos o
dimensiones de la religión/ espiritualidad con mayor preponderancia:
1. Apego religioso: sus mayores implicaciones
nocivas se vincularon con los apegos ansiosos y evitantes a Dios, lo cual se
asocia con varios síntomas emocionales, tales como depresión y ansiedad,
neuroticismo y afecto negativo en contexto de cáncer. También, se reporta
delirios religiosos, ideación suicida o bien conductas o ideas suicidas en
psicosis; patrones de ajuste evitantes o de afrontamiento evitativo ante el
diagnóstico de enfermedad, entre otros. Tal parecer que no contar con un
vínculo en donde Dios aparece como una figura generadora de intimidad,
comprensión y apoyo acarrea importantes consecuencias psicológicas; en
especial, cuando la persona se encuentra en un episodio complejo de su vida, ya
sea por una enfermedad o condición vital.
2. Afrontamiento religioso negativo: varias
investigaciones analizadas apuntan a que este tipo de afrontamiento propicia la
emergencia y/o surgimiento de emociones negativas, tales como ansiedad,
depresión, angustia, entre otros. De hecho, las emociones juegan un rol clave
en los modelos de afrontamiento, regulación y duelo. Miradas en su conjunto,
estas emociones negativas afectan de manera perjudicial la salud mental de una
persona y, en consecuencia, deteriora también su calidad de vida. De la mano
con lo anterior, es posible determinar que el estilo de afrontamiento religioso
negativo puede ser considerado como un predictor de psicopatología, porque la
gran mayoría de estas tienen en común la experiencia de un malestar psíquico.
Además, es plausible establecer que, tanto en
personas “sanas” como en aquellas que padecen de alguna patología psiquiátrica,
el afrontamiento religioso negativo puede propiciar malestar psicológico; pero,
en el caso de las personas con diagnósticos psiquiátricos, es más grave, porque
no solo puede exacerbar su sintomatología, sino también los puede llevar al
acto suicida.
3. Luchas espirituales: Al igual que el punto
anterior, están fuertemente relacionadas con el surgimiento de emociones
negativas y malestar psíquico; por ende, podrían ser consideradas como un
factor predictor de psicopatología. Además, se descubrió que los efectos son
directamente proporcionales al grado de participación religiosa; es decir,
mientras más involucrado se esté en un papel religioso más perniciosos serán los
efectos de la lucha espiritual.
A partir de lo analizado, una cosa parece
evidenciarse con bastante fuerza y claridad. No es la religiosidad y/o la
espiritualidad en sí misma lo que puede afectar negativamente la salud mental
de una persona, sino el conjunto de emociones negativas que suscitan ciertas
dimensiones de lo religioso y/o espiritual, al provocar no solo un malestar
psíquico, que muchas veces puede ser pasajero, sino también, tal y como se
evidenciaron en algunas de las investigaciones revisadas, bajo ciertas
condiciones puede generar un agobio tal capaz de impulsar a algunas personas
hacia la muerte.
A raíz de lo anterior, es importante señalar que
cada persona vivencia lo religioso y/o espiritual de una manera particular en
función de su propia subjetividad y de la cultura que lo envuelve. No obstante,
desde esta perspectiva de lo “único”, los estudios analizados permiten extraer
una conclusión que parece darse de manera más o menos transversal: la relación
de lo religioso/espiritual con la salud mental de una persona debe entenderse
como una relación recíproca en que lo religioso/espiritual influencia, sin
duda, a la persona que lo acoge, al mismo tiempo que las características
estructurales de cada persona moldean dicha experiencia. La interacción entre
ambas se mantiene recursivamente como un ida y vuelta. Esto permite comprender
cómo ciertas dimensiones de lo religioso/espiritual afectan negativamente a
ciertas personas y a otras no y, más específicamente, cómo es que cuando la
religión interactúa con enfermedades psiquiátricas el nivel de complejidad de
la misma aumenta, pues la fe en esos casos suele exacerbar el sufrimiento en
lugar de disminuirlo (Griffith, 2010). De hecho, los trastornos mentales más
que cualquier otra patología impulsa al ser humano a preguntarse precisamente
por asuntos que, en último término, pueden ser calificados como
religiosos/espirituales, tales como el sentido de la vida, el origen del
universo, el entorno natural y social, el sentido de la muerte, inquietudes sobre
lo que es bueno o malo, el sometimiento corporal, el placer y la
autodestrucción, el sentido de los desastres, entre otros (Koenig 1998;
López-Ibor & López-Ibor, 2012). Dicha reciprocidad entre una variable y
otra cobra aún más sentido en función de lo expuesto en una de las
investigaciones (Schaap-Jonker et al., 2013), que establece que la religiosidad
se sirve de un conjunto de complejos procesos cognitivos y afectivos que
parecen erigirse como condicionantes de la experiencia religiosa/espiritual, sea
cual sea esta, lo cual, a su vez, puede encontrar un complemento con aquel
estudio que deja entrever la existencia de ciertas religiones cuyas formas de
expresión imponen un conjunto rígido y estructurado de exigencias a quien la
práctica, tal como lo sugiere Cosgrove et al. (2011) respecto a las tres
religiones monoteístas principales extendidas en el mundo (islamismo, judaísmo
y cristianismo). Lo individual y lo cultural actúan en reciprocidad.
Como ya se dejó entrever inicialmente, la
religiosidad/espiritualidad por sí misma difícilmente vaya a ser la causa única
de un trastorno mental. Más bien, hay que comprenderlas como uno de los tantos
factores que concurren para que un determinado cuadro se exprese. Sea como sea,
y bajo ciertas circunstancias, la religiosidad/espiritualidad puede contribuir,
sostener y/o agudizar una patología; por ende, es claro su potencial efecto
nocivo. De esta forma, antes de asumir que la religiosidad y espiritualidad
puede ser beneficiosa o dañina para el individuo se requiere previa indagación
de la forma en la cual se vive esta espiritualidad. En esta línea, es
fundamental saber la forma en la cual lo religioso y sus conductas se presentan
en la vida de las personas para estimar los efectos que pudiera tener. No basta
por sí mismo saber que el individuo asiste a la iglesia o participa de una
congregación religiosa. Se debe precisar cómo el individuo está haciendo uso de
la religión que, como ya hemos destacado, puede conllevar consecuencias
negativas y/o positivas para la persona (Pargament et al., 2000; Pargament,
2010). En algunos casos de sintomatología o sufrimiento, el clínico puede
obviar los efectos negativos que ciertas formas de vivenciar la
espiritualidad/religiosidad pudieran tener y enfocarse en los aspectos más canónicos
o esperablemente positivos de la religión. Sin embargo, la evidencia disponible
ha puesto en evidencia que en ciertas circunstancias solo se presenta una
relación entre los aspectos negativos o problemáticos de la
religión/espiritualidad y la sintomatología por tratar. Un ejemplo de ello: en
diversos estudios con cáncer y otras dolencias, la depresión y la angustia solo
se asocian con el afrontamiento negativo, no así con el positivo que, al
parecer, no tiene mayor incidencia en estos síntomas (Gallardo et al., 2021).
De esta forma, resulta prioritario entender la lógica del afrontamiento
negativo y desde ahí tratar de morigerar o atenuarlo para ir en beneficio de la
reducción de síntomas.
Lo anterior invita a un diálogo estrecho entre el
saber científico y la religión en referencia al quehacer clínico. Al considerar
esta evidencia empírica, se pone de manifiesto la importancia de tomar en
cuenta aspectos religiosos y/o espirituales dentro del marco comprehensivo de
aquellos profesionales de la salud mental y, de este modo, otorgar un mejor
tratamiento a aquellos pacientes que presentan una fuerte implicancia
religiosa. Dentro de los lineamientos por considerar, es posible señalar, por
ejemplo, en un primer lugar, la necesidad de identificar las barreras a la
atención médica para aquellos pacientes sumamente religiosos. En segundo lugar,
sería crucial adaptar el tratamiento a dicho paciente para lograr un resultado
favorable para su salud y podría ser necesaria la participación de líderes
religiosos en la atención. En el tratamiento psicológico resulta relevante
contemplar que, en algunas circunstancias, la religiosidad/espiritualidad puede
ejercer un efecto negativo y potenciador de ciertas alteraciones; en otros
casos, puede constituir un relevante factor protector o de desarrollo
(Alvarado-Díaz & Pagán-Torres, 2021). De esta manera, integrar ambos
aspectos interpela al terapeuta a tomar una serie de resguardos éticos,
profesionales y técnicos en situaciones que, la religiosidad y/o espiritualidad
del paciente, afecten de manera negativa en su vivenciar psíquico y se deja de
lado la desconfianza que, históricamente, ha existido entre estos dos
paradigmas. Bastante conocida es la brecha de religiosidad entre profesionales
de la salud mental y los pacientes (Dein, 2018). Esto muchas veces hace olvidar
que para algunas personas la religión no solo es importante en sus vidas, sino
también el aspecto central para hacer frente al estrés de esta. Además, hay
evidencia de que los psiquiatras tienden a ignorar la religión como parte de la
evaluación psiquiátrica estándar (Dein, 2018). Por lo tanto, hay mucho que
avanzar en la incorporación de este ámbito de saber al ejercicio clínico.
Cabe destacar, como limitación de esta revisión, la
escasez de datos en Latinoamérica, puesto que la mayoría de las investigaciones
son de Europa o Norteamérica. En otro orden, la investigación actual en el área
es fundamentalmente correlacional, por lo cual los datos no tienen el poder
explicativo que estudios de carácter experimental, o de laboratorio, que
permite dar cuenta de mecanismos que están a la base de la relación entre
aspectos religiosos y/o espirituales y enfermedades mentales. Además, a raíz de
los resultados de esta revisión, resulta importante ampliar el estudio de las
relaciones entre aspectos religiosos y/o espirituales en diversos trastornos
psiquiátricos, por ejemplo, trastornos de personalidad o consumo abusivo de
sustancias.
La investigación futura debería avanzar en definir
con mayor precisión los constructos de religiosidad, espiritualidad y salud
mental, de manera tal que puedan generarse ciertos instrumentos evaluativos que
sirvan de directriz para ser aplicados en los diversos sistemas de creencias
religiosas y espirituales. También, se sugiere ampliar la investigación de los
efectos nocivos de religiosidad y/o espiritualidad en contextos orientales y en
Occidente más allá del marco europeo-norteamericano, que es lo más investigado
hasta el momento.
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1 Sobre los autores y la autora: René Gallardo
Vergara es Doctor en Personalidad, Desarrollo y Comportamiento Anormal por la Universitat de
Barcelona, España. Labora como académico en el Instituto de Psicología de la Universidad Austral
de Chile, sede Puerto Montt. En la actualidad, dirige el Laboratorio de
Neurociencias Cognitivas y Psicología Experimental, UACh, Puerto Montt, Chile,
y también forma parte del equipo académico del Magíster en Psicología Clínica
de Adultos: perspectivas críticas contemporáneas, UACh, Chile. Sus ámbitos de
desarrollo académico son Ciencia Cognitiva en el ámbito de la
religión/espiritualidad, teorías de la conspiración, sesgos cognitivos y
pensamiento mágico/sobrenatural.
2 Patricio Silva-Maragaño es Magíster en
Psicología. Se tituló como psicólogo por la Universidad Austral
de Chile, Magíster en Psicología Clínica de Adultos de la Universidad Austral
de Chile, Magíster (c) en Salud Pública por la Universidad de Chile.
Actualmente, labora como psicólogo clínico en el Servicio de Psiquiatría y
Salud Mental del Hospital Félix Bulnes Cerda, Santiago de Chile Yasna Castro
Aburto es psicóloga por la Universidad Austral de Chile. Cuenta con un
Diplomado en psicodiagnóstico infanto juvenil, por la Universidad del
Desarrollo, Chile. Se desempeña como psicóloga escolar en Colegio San Miguel,
Calbuco, Chile.
3 René Gallardo-Vergara, Instituto de Psicología de
la Universidad
Austral de Chile, sede Puerto Montt; Patricio Silva-Maragaño,
Psicólogo y Magister en Psicología de Adultos de la Universidad Austral
de Chile, Puerto Montt; Yasna Castro-Aburto, Psicóloga por la Universidad Austral
de Chile, Puerto Montt.
4 René Gallardo-Vergara, Instituto de Psicología de
la Universidad
Austral de Chile, sede Puerto Montt
5 Patricio Silva-Maragaño, Psicólogo y Magister en
Psicología de Adultos de la Universidad Austral de Chile, Puerto Montt; Yasna
Castro-Aburto, Psicóloga por la Universidad Austral de Chile, Puerto Montt.
Recibido: 14 de Abril de 2020; Revisado: 25 de
Octubre de 2021; Aprobado: 09 de Febrero de 2022
Fuente:
https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?pid=S1659-29132022000100043&script=sci_arttext#:~:text=Los%20resultados%20indican%20una%20fuerte,y%20menor%20bienestar%20en%20general.