La
religión, ¿ha sido dañina para la humanidad?
Una respuesta a los
argumentos del nuevo ateísmo
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Judith M. Ayala Choque
Vicerrectora
académica MSc, Loma Linda, California, Estados Unidos. Universidad
Adventista de Bolivia. Vinto, Cochabamba
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Raúl Esperante
Catedrático
investigador Geoscience Research Institute. Loma Linda, California,
Estados Unidos
RESUMEN
La
reciente corriente ideológica del nuevo ateísmo ha presentado cinco
razones para afirmar que la religión es mala para la humanidad: (a)
es perjudicial para el pensamiento crítico, (b) es enemiga del arte,
(c) destruye la libertad de las personas, (d) impide que las personas
disfruten de la vida, y (e) es la causa de mucha violencia. La
evidencia histórica muestra de manera inequívoca que estas
presuposiciones son falsas. En concreto, la religión cristiana no ha
impedido la producción científica y el pensamiento crítico, sino
que los ha motivado. La religión ha inspirado a escritores,
pintores, músicos, arquitectos y otros artistas. La religión, en
especial el cristianismo, ha impulsado los derechos humanos, la
libertad de conciencia y el respeto hacia las minorías. La religión
aporta satisfacción, felicidad, longevidad y otros beneficios a las
personas practicantes. La causa de la inmensa mayoría de guerras no
ha sido la religión, sino motivaciones políticas, territoriales y
económicas. A la vista de los datos históricos, la afirmación de
los nuevos ateos de que la religión, en especial el cristianismo, es
perjudicial para la humanidad, no se sostiene.
INTRODUCCIÓN
La
idea de la existencia de Dios (un ser superior, un dios o dioses)
está en el centro de las religiones actuales y en lo que conocemos
de la mayoría de las religiones del pasado. Esta idea, y por
extensión la creencia religiosa, es frecuentemente tema de
conversación académica con un alto potencial de tensión entre
cosmovisiones. En el marco de los países cristianizados, a menudo
esta tensión se agudiza por la adopción de una de dos posturas
extremas:
El
cientificismo. Es la idea de que la ciencia puede explicar el
universo sin necesidad de apelar a seres sobrenaturales y que el
conocimiento real solo puede obtenerse por medios empíricos
utilizando los métodos de la ciencia.
El
fideísmo. Es la idea de que la fe religiosa es suficiente para
explicar la existencia del mundo.
El
cientificismo ha llevado a algunos a afirmar que para ser un
verdadero científico una persona tiene que abandonar la creencia en
Dios porque la religión es anticientífica e irracional. Se apoya
firmemente en la convicción de que las explicaciones científicas
aparentemente contradicen algunas significativas afirmaciones
religiosas. Esta supuesta tensión ha llevado a algunos a concluir
que la religión es dañina para la humanidad.
La
idea del conflicto entre ciencia y religión no es nueva, sino que
tuvo su origen en el siglo xix con las publicaciones de Andrew
Dickson White, rector y fundador de la Universidad de Cornell, y John
William Draper, profesor de química de la Universidad de Nueva York,
quienes presentaron la idea de la desavenencia intelectual entre la
religión y la ciencia, promovieron la oposición y el
distanciamiento entre ambas y manifestaron de manera abierta que la
relación entre ellas se caracterizaba como una guerra.
En
1869, White, en uno de sus discursos en la Cooper Union de la ciudad
de Nueva York, indicó que la religión tiende a obstaculizar el
desarrollo de la ciencia y citó la persecución de determinados
científicos y pensadores, tales como Nicolás Copérnico, Giordano
Bruno, Galileo Galilei, Andreas Vesalius y otros. Él mismo se
incluyó en este grupo de mártires.1
Más
tarde, en 1876, White publicó History of the Warfare of Science with
Theology in Christendom, con una segunda versión en 1896, en la cual
afirmó que la Biblia describe aseveraciones improbables del mundo.2
De
esta manera, White inició un movimiento antagónico entre la
religión y la ciencia y promovió la idea de que la religión
producía un inmenso daño al avance de la ciencia.
Con
una intención crítica ante la actitud de la Iglesia católica
romana hacia la enseñanza de las ciencias, John William Draper
publicó en 1874 un libro titulado History of the Conflict Between
Religions and Science, en donde criticaba al antiintelectualismo de
la tradición católica y afirmaba que en el islamismo y el
protestantismo existía poco conflicto con la ciencia. En las últimas
décadas, los estudios de historia de la ciencia han mostrado que la
Iglesia católica no tuvo una actitud antiintelectual o
anticientífica,3 pero esta revisión de los conceptos no ha llegado
todavía al conocimiento general. Como resultado de estas
publicaciones, a lo largo de las subsiguientes décadas fue creciendo
un sentimiento de oposición entre la religión y la ciencia, el cual
ha llevado recientemente a algunos pensadores a afirmar una enemistad
entre ambas con perjuicio para la humanidad.
En
la historia reciente de esta controversia, ha habido cuatro personajes muy relevantes: Christopher Hitchens, Sam Harris, Richard Dawkins
y Daniel Dennett, considerados como fundadores del movimiento
contemporáneo del nuevo ateísmo, quienes han vinculado de manera
vehemente la religión con varios males o problemas en el mundo,
alentando a las personas a dejar de aceptar o practicar cualquier
tipo de religión. Esta idea aparece en libros antirreligión
ampliamente distribuidos como Dios no es bueno. Alegato contra la
religión (2008) de Christopher Hitchens; El fin de la fe. La
religión, el terror y el futuro de la razón (2007) de Sam Harris;
El espejismo de Dios (2007) de Richard Dawkins; y Breaking the spell:
religion as a natural phenomenon (2006) de Daniel C. Dennett.4
Como
resultado, en la actualidad muchas personas piensan que la religión
induce sufrimiento injusto en la sociedad y, como consecuencia,
cuestionan la existencia de Dios y la validez de la religión.
Por
ejemplo, Christopher Hitchens, en el primer capítulo de su libro
Dios no es bueno - Alegato contra la religión, hace un recorrido
geográfico por los conflictos de la última parte del siglo xx y
comienzos del xxi, incluyendo Irak, Líbano, la antigua Yugoslavia,
los atentados en Estados Unidos en septiembre 2001 y otros conflictos
supuestamente relaciona dos con la religión, para argumentar que la
religión mata. En el cuarto capítulo, Hitchens afirma que la
religión es “violenta, irracional, intolerante, aliada del racismo
y el tribalismo, invierte en la ignorancia, es hostil hacia el libre
pensamiento, despectiva hacia las mujeres y coercitiva hacia los
niños”.5
Sam
Harris afirma en distintos lugares de su libro que la religión es
negativa, utilizando frases como “la fe perpetúa la inhumanidad
del hombre respecto al hombre”, “la intolerancia es intrínseca
al credo religioso” y “hasta los credos más moderados suponen
una amenaza para nuestra supervivencia”.6
Harris
aboga por la eliminación de la religión y el dominio de la razón y
la ciencia. En El espejismo de Dios, Richard Dawkins afirma que casi
con toda seguridad Dios no existe y que la creencia en un dios
personal es un engaño. Para Dawkins, la creencia en una religión es
señal de insensatez o demencia.7
Daniel
Dennett considera la creencia en un dios como algo totalmente
irracional, algo que tiene un origen naturalista, que se puede
investigar y demostrar que es falsa y desechable.8
Estos
cuatro autores han sido los principales personajes en el surgimiento
del nuevo ateísmo. En sus libros, argumentan que la religión y la
“guerra santa” suponen la mayor amenaza para la civilización
humana y, por tanto, la religión no debería tolerarse en las
“sociedades occidentales”. Los cuatro libros son el resultado de
una reacción a los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 en
Estados Unidos. La lectura de los libros muestra una gran ignorancia
por parte de los autores acerca del fenómeno religioso, la historia
de la religión y la ciencia, y la psicología humana. Ninguno de
ellos ofrece un análisis serio de los actos terroristas
contemporáneos, la motivación, el significado y cómo prevenirlos
en el futuro. Los argumentos que presentan no aportan nada nuevo en
el milenial de bate sobre la existencia de Dios.
Fundamentalmente,
los nuevos ateos dan cinco razones principales para afirmar que la
religión es mala para la humanidad:
1.
La religión impide que las personas se involucren en el pensamiento
crítico y evita que vean los hechos y distingan qué es verdad y qué
es superstición.
2.
Por medio de la censura de los libros y diversas expresiones
artísticas, la religión se ha convertido en enemiga de las artes.
3.
La religión motiva a las personas a confiar en un ser invisible en
lugar de en sus propios esfuerzos; esto limita su libertad y
esclaviza a la humanidad.
4.
La creencia en la otra vida impide a las personas disfrutar realmente
de esta vida y crecer en satisfacción personal.
5.
La religión fomenta la violencia, las guerras y los conflictos entre
personas.
Estos
puntos resumen lo que creen los nuevos ateos. En este ensayo
evaluaremos la validez de cada punto a través del examen de las
preguntas fundamentales: la religión, ¿es perjudicial para el
pensamiento crítico?; la religión, ¿es una enemiga del arte?; la
religión, ¿destruye la libertad?; la religión, ¿impide que las
personas disfruten de la vida aquí en la Tierra?; la religión, ¿es
la causa de las guerras y de la violencia?; ¿se puede considerar la
religión como experiencia positiva?
Somos
conscientes de que se han publicado varios ensayos que analizan
algunos de estos argumentos del nuevo ateísmo. Nosotros damos aquí
nuestra visión partiendo de nuestra experiencia al responder
preguntas e interaccionar con cientos de estudiantes y profesores en
nuestras conferencias académicas. Partimos también de nuestras
propias investigaciones científicas en ciencias de la tierra y
educación, habiéndonos planteado en nuestras propias disciplinas
académicas la cuestión de la existencia de Dios. Creemos además
que hay varios elementos de análisis que no se han incluido en otros
ensayos sobre el tema. Por ejemplo, nos preguntamos cómo los nuevos
ateos pueden medir los parámetros que usan para juzgar la maldad de
la religión en sus diversas interacciones sociales y personales.
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La religión, ¿es perjudicial para el pensamiento crítico?
Sam
Harris, el famoso ateo del siglo xxi, afirma que las creencias
religiosas son inmunes a la persuasión y que la disposición a creer
ideas religiosas que no son racionales ni basadas en evidencia ha
producido una situación peligrosa en el mundo.9
Esta
afirmación tiene mucho que ver con la cosmovisión del
evidencialismo, la creencia de que lo que realmente cuenta como
verdadero conocimiento es lo que se deriva de la observación directa
objetiva a través de los sentidos. En la práctica científica, el
evidencialismo se manifiesta en forma de cientificismo. Este es un
extremo al que la mayoría de los filósofos y muchos científicos se
oponen, pero que los nuevos ateos afirman directa o indirectamente
porque rechazan los argumentos basados en la fe. Nuestra primera
reacción es preguntarnos cómo mide Harris la inmunidad de las
creencias religiosas hacia la persuasión, cómo mide la
irracionalidad que produce la religión en los creyentes y si existe
alguna manera de medir esos parámetros.
En
contraste con la afirmación de Harris de que la religión promue ve
irracionalidad, la historia de la ciencia nos muestra que muchos de
los grandes científicos de todos los tiempos han sido devotos
cristianos. De hecho, la mayoría de las disciplinas de la ciencia
moderna se desarrollaron a partir del siglo xvi en sociedades
cristianas de Europa Occidental y América del Norte. Las grandes
investigaciones y descubrimientos en la astronomía, la física, la
química, la ingeniería, la arquitectura y otros campos del
conocimiento fueron hechos por científicos creyentes que hacían uso
del pensamiento crítico10.
Galileo
Galilei, Johannes Kepler, Francis Bacon, Leonardo da Vinci, Isaac
Newton, Robert Boyle, Antoine Lavoiser, Max Plank y numerosas otras
figuras grandes y pequeñas creían en Dios, y muchos de ellos creían
en Dios como creador. Siguiendo la afirmación de Harris, la ciencia
de estos destacados científicos del pasado habría de ser
considerada como “peligrosa” porque fue llevada a cabo por
personas religiosas (creyentes en Dios).
No
solo los científicos de siglos pasados, sino también muchos del
mundo contemporáneo, creen en Dios y ejercen sus profesiones dentro
de una cosmovisión religiosa. Por ello, la pregunta que surge es por
qué, si la religión limita o impide el pensamiento crítico y
racional, tantos cien tíficos trabajaron y trabajan dentro de una
cosmovisión religiosa. Una de las razones es filosófica y se basa
en el fundamento intelectual de la religión cristiana: la doctrina
cristiana se basa en la existencia de un Dios racional que es la
fuente de la verdad racional. Tal Dios creó el mundo con diseño y
propósito, lo cual apunta a leyes y principios racionales que son
uniformes, estables y permanentes, lo que hace posible una
investigación significativa. Las cosas en la vida tienen sentido y
es deber del cristiano conocerlas y explicar sus fundamentos. Al
final, todo eso se basa en la creencia de que el mundo es racional y
que los seres humanos son capaces de pensar críticamente, y ello no
depende de las convicciones religiosas.
El
pensamiento religioso de una persona no le impide estudiar el flujo
de la savia por los vasos conductores de un árbol, la velocidad del
aleteo de un colibrí o la mineralización de los huesos fosilizados
de dinosaurios, de la misma manera que puede tomar decisiones
racionales acerca de la educación de sus hijos o del lugar donde va
a pasar sus vacaciones con ellos. ¿Por qué la religión ha de ser
un obstáculo para el pensamiento racional en la ciencia y no en la
economía, los deportes o la cocina?
En
realidad, no lo es y, siguiendo el argumento de la “peligrosidad”
de Harris, habríamos de descartar todo el pensamiento racional de
las personas religiosas, y no solo sus propuestas científicas. Al
mismo tiempo, habría que preguntarle a Harris qué es
“peligrosidad”, cómo se mide, qué criterios se usan para
medirla y quién la mide. ¿Por qué habrían de ser los nuevos ateos
los que crean sus propios criterios de peligrosidad? ¿Están todos
los nuevos ateos de acuerdo en qué significa “peligrosidad”?
Podemos ver que la propuesta de Harris lleva a una situación
práctica absurda e irresoluble.
El
pensamiento crítico no solo es una parte integral de la cosmovisión
cristiana, sino también del razonamiento lógico y la difusión del
pensamiento. Aunque existían algunas formas de educación en el
mundo paga no (los antiguos romanos y griegos ricos tenían pedagogos
que enseñaban a leer a sus hijos, el arte de la oratoria, las
matemáticas y otros conocimientos), fue en el cristianismo donde se
inició una educación institucionalizada.11
Fueron
los cristianos, no los romanos, vándalos, visigodos, hunos u otras
tribus bárbaras los que fundaron escuelas y universidades en Europa
durante la Alta Edad Media. Las primeras universidades y bibliotecas
que se formaron en Europa, América del Norte y América del Sur
comenzaron en monasterios, iglesias o directamente a través de
laicos interesados en la formación de ministros de la fe con una
sólida preparación intelectual. De hecho, en ningún lugar del
mundo había universidades u otros centros de enseñanza superior
organizada hasta que los cristianos abrieron estos centros en el
Occidente. Este surgimiento de universidades ocurrió tanto en la
Iglesia católica como en la fe protestante. Los reformadores
protestantes querían que todos tuvieran acceso a la Biblia y por eso
introdujeron la idea de la educación obligatoria para niños y
niñas, tradujeron la Biblia a varios idiomas e hicieron grandes
esfuerzos para distribuirla.
El
mito prevaleciente durante largo tiempo de que el cristianismo fue
durante la Edad Media un obstáculo para el surgimiento y el
crecimiento de la ciencia ha sido finalmente desbancado por los
historiadores y filósofos de la ciencia. En las tres últimas
décadas, se han publicado numerosos estudios en los que se sustenta
que el cristianismo de la Edad Media no solo no fue un impedimento
para el avance de la ciencia, sino que la ciencia moderna
precisamente tuvo su origen e impulso en el seno del pensamiento y
las instituciones cristianas.12
James
Hannam13 refuta esta falsa concepción que implica al cristianismo
con el mito del oscurantismo científico, literario e intelectual:
El
continuo choque del creacionismo con la evolución oculta el hecho de
que el cristianismo en realidad ha desempeñado un papel mucho más
positivo en la historia de la ciencia de lo que comúnmente se cree.
De hecho, muchos de los supuestos ejemplos de religión que frenan el
progreso científico resultan ser falsos. Por ejemplo, la Iglesia
nunca ha enseñado que la Tierra es plana y, de todos modos, en la
Edad Media nadie pensaba eso.
Otros
falsos mitos son las afirmaciones de que los papas prohibieron la
disección humana o de que algunos científicos fueron quemados en la
hoguera por sus ideas científicas. El reciente trabajo de revisión
histórica de Sanjib Kumar Ghosh sobre las disecciones de cadáveres
humanos muestra que durante la Baja Edad Media no se llevaban a cabo
disecciones, aunque las razones no están bien establecidas. Una de
las razones pudo ser que tal práctica no era aceptada dentro de la
ética cristiana. Es a partir del siglo xii que la Iglesia cristiana
comenzó a permitir la disección, aunque se emitieron ciertos
edictos para regular prácticas específicas.
Particularmente,
era preocupante que los clérigos no participaran de tales prácticas.
El emperador romano Federico II (1194-1250) favoreció el progreso de
la ciencia con un decreto que ordenaba que se debía diseccionar al
menos un cadáver cada cinco años para estudios anatómicos, con
asistencia obligatoria para aquellos que practicaran la medicina o la
cirugía.14
A
partir de esa época, se llevaron a cabo disecciones humanas en
primer lugar en las universidades italianas (inicialmente Bolonia, y
más tarde Padua, Florencia y otras), luego en Francia, a
continuación en Gran Bretaña y después se extendió al resto del
mundo, fundamentalmente sin oposición de la Iglesia cristiana. Sin
embargo, y a pesar del descrédito, todas estas historias todavía se
publican con regularidad como ejemplos de intransigencia clerical
frente al progreso científico.
El
astrónomo y filósofo Giordano Bruno ha pasado a la historia en los
libros de texto como un mártir de la ciencia a manos de la
Inquisición en el siglo xvii. Este mito todavía está presente en
aproximadamente un tercio de los libros de astronomía en inglés. De
nuevo, los estudios recientes muestran que tal interpretación
necesita ser matizada. El filósofo de la ciencia norteamericano
Thomas Kuhn afirmó:
Bruno,
el filósofo y místico […] no fue ejecutado por el copernicalismo
sino por una serie de herejías que se centraban en su visión de la
Trinidad, herejías por las que otros católicos habían sido
ejecutados anteriormente. Él no es, como a menudo ha sido llamado,
un mártir de la ciencia.15
En
el excelente trabajo de revisión escrito, Unbelievable. 7 myths
about the history and future of science and religion, Michael Newton
Keas afirma que “la imagen de que Bruno fue un científico mártir
es un mito”.16
Quizá
el caso más famoso haya sido Galileo. Es cierto que Galileo fue
llevado a juicio por afirmar que es un hecho que la Tierra gira
alrededor del Sol, en lugar de solo una hipótesis, como exigía la
Iglesia católica. Pero el juicio tuvo muchos más elementos que la
simple idea de que Galileo se oponía a la idea de que la Tierra es
el centro del universo. Los historiadores han descubierto que el
proceso estuvo altamente cargado de con servadurismo científico y de
egoísmo papal.17
Contrariamente
a la idea de que el cristianismo fue un obstáculo para el desarrollo
de la ciencia, los historiadores ahora resaltan todo el apoyo que la
Iglesia ha dado a la investigación científica a lo largo de los
siglos.18
Según
Hannam, ese apoyo tomó varias formas. Uno fue simplemente
financiero. Hasta la Revolución francesa, la Iglesia católica fue
la principal patrocinadora de la investigación científica. Por
ejemplo, a partir de la Edad Media, la Iglesia pagó a sacerdotes,
monjes y frailes para que estudiaran en las universidades. La Iglesia
incluso insistió en que la ciencia y las matemáticas debían ser
una parte obligatoria del programa de estudios. Como resultado, en el
siglo xvii la Orden de los Jesuitas se convirtió en la organización
científica líder en Europa. Publicó numerosos artículos y
difundió nuevos descubrimientos en todo el mundo, con especial
énfasis en los nuevos territorios de Latinoamérica. En Europa, se
diseñaron varias catedrales (por ejemplo, Bolonia, París,
Florencia) para funcionar además como observatorios astronómicos y
permitir una determinación cada vez más precisa del calendario. Y
no olvidemos que la genética moderna fue fundada por Gregory Mendel,
un abad que cultivaba guisantes en un jardín monástico de lo que
ahora es la República Checa.
Otro
mito extendido es que la Edad Media fue un largo período de tiempo
de estancamiento científico y poco progreso en el conocimiento.
Ahora sabemos que la Edad Media (en especial la Alta Edad Media) fue
una época de innovación y progreso, con invenciones como el reloj
mecánico, las lentes de leer, la impresión y los descubrimientos
como el movimiento de aceleración, la rotación de la tierra y la
inercia, más tarde incorporadas en las obras de Copérnico y
Galileo. Incluso hubo significativos avances científicos en la época
más “oscura” de la Alta Edad Media (500 a. C. a 1000 a. C.)
posterior a la depresión que siguió a la caída de Roma. La
productividad agrícola se disparó con el uso del arnés para
caballos y los arados pesados que permitieron el trabajo en los duros
suelos arcillosos de Europa Central y Septentrional, la rotación de
cultivos y la invención de los molinos de agua, entre otros avances
que llevaron a un rápido aumento de la población en Europa.
Paradójicamente,
solo fue más tarde, durante el período de la Ilustración, que se
estableció la idea de que el cristianismo había sido un se rio
obstáculo para el desarrollo de la ciencia. Un factor importante en
este mito fue la oposición de Voltaire y sus colegas a la Iglesia
católica por la estrecha asociación de esta con la monarquía
absoluta de Francia. En aquella coyuntura social, la acusación a los
clérigos de frenar el desarrollo científico resultó una manera
segura de marcar un estilo político y adquirir una cierta
popularidad en los círculos académicos. Más tarde, en el siglo
xix, Thomas Huxley, acérrimo defensor de Darwin, retomó este
argumento en su lucha por liberar a la ciencia inglesa de cualquier
tipo de influencia clerical. La mala imagen que adoptó el
creacionismo duran te el siglo xx y los mencionados libros de los
norteamericanos Andrew Dickson White y John William Draper hicieron
el resto del trabajo de persuadir al público de que el cristianismo
y la ciencia están condenados al antagonismo perpetuo.
En
el Antiguo Testamento, hay un buen ejemplo que ilustra que la
religión no se opone al desarrollo del conocimiento y el uso de la
razón. Ya en la época en que vivieron Samuel, Elí, Saúl y David,
existían escuelas de formación, escuelas de profetas en las que se
utilizaba la ley de Moisés y otros escritos hebreos para la
formación de los niños. El objetivo de esta escuela era
proporcionar un suministro regular de mensajeros por medio de los
cuales Dios se dirige a su pueblo. La función que ejercían estas
escuelas de profetas era formativa, y no es una exageración afirmar
que dicha formación requería el uso del pensamiento crítico. El
solo esfuerzo de crear escuelas de profetas es un poderoso argumento
para afirmar que la religión promueve el desarrollo intelectual.
Más
tarde, en los tiempos del Nuevo Testamento, existían las escuelas de
los judíos, llamadas escuelas de rabinos. Un rabino era análogo a
un maestro destacado por su excelencia, por su amplio conocimiento y
capacidad de discernimiento. La educación era un componente
importante y, por lo tanto, si un niño tenía la ocasión de
ingresar en la escuela de los rabinos, su rutina de estudios
consistía en oración, lectura de la Torá (la ley), memorización,
diálogo e interpretación, todo combinado con el trabajo manual. Uno
de los objetivos de las escuelas rabínicas era la preservación de
las tradiciones orales y del conocimiento de la historia del pueblo
israelita, así como de las leyes. No olvidemos que estas leyes
consistían en estatutos legales que regulaban las relaciones entre
las personas, el trato de la tierra y los animales, la relación con
los pueblos vecinos, etc. Los escribas -una élite de intelectuales
judíos que se dedicaban a copiar los manuscritos- mantenían
colecciones de miles de ejemplares de los escritos religiosos. Su
religión no les impedía el desarrollo intelectual ni la
conservación de los documentos históricos.
Los
cristianos siguieron esa tradición de preservar y estudiar los
manuscritos antiguos para ofrecerlos a las generaciones futuras.19
Debido a eso, fue en el cristianismo donde resurgieron las filosofías
y teorías griegas por medio de la copia y la distribución de los
manuscritos de los filósofos de la antigüedad, a pesar de que la
mayoría de aquellas ideas filosóficas eran muy diferentes e incluso
opuestas a la doctrina cristiana. Esto no habría ocurrido si los
cristianos se hubieran opuesto al pensamiento crítico; por el
contrario, habrían quemado o destruido esos manuscritos antiguos, al
menos con la excusa de que los escritos griegos y romanos podrían
con fundir la doctrina cristiana (como en realidad ocurrió).
Así
también durante el siglo xvi, en el período del descubrimiento del
Nuevo Mundo, se utilizó la Biblia como libro de evangelización y
educación. A ese respecto, el teólogo Juan Luis de León Azcárate
indica:
La
Sagrada Escritura fue uno de los instrumentos principales, si no el
principal, con el que los cronistas y misioneros del siglo XVI
intentaron comprender la realidad compleja del Nuevo Mundo recién
“descubierto”. Fue la Palabra de Dios que los misioneros
quisieron transmitir e implantar entre los indios…20
No
hay duda de que en el desarrollo de la ciencia se usó la Biblia como
un instrumento de comprensión y análisis, que los grandes hombres
intelectuales usaron la Biblia para orientar sus acciones y realizar
una re flexión crítica que orientara su liderazgo. Azcárate añade
que la Biblia “en ocasiones fue también la fuente de inspiración
de políticos y religiosos que intentaban desde ella dar respuesta a
los grandes conflictos provoca dos por el (des)encuentro entre
culturas y regiones”.21
No
tenemos espacio para argumentar el enorme impacto que tuvo desde sus
inicios el cristianismo en la educación de los diversos pueblos
donde fue entrando la religión. En los últimos años, han salido a
la luz excelentes estudios de este tema que muestran cómo los
cristianos durante dos mil años han cumplido el mandato de Jesús a
los apóstoles: “… id y haced discípulos de todas las naciones
[…] enseñándoles a obedecer todo lo que os he mandado” (Mt
28,19-20 NVI).22
Los
discípulos de Jesús se tomaron esta orden muy en serio, pues ya en
Pentecostés, Lucas relata que ellos “no dejaban de enseñar y
anunciar las buenas nuevas de que Jesús es el Mesías” (Hch 5,42
NVI). De manera similar, Pablo menciona que los cristianos están
activamente enseñando en Éfeso, Corinto, Roma, Tesalónica y otros
lugares. En sus epístolas, el apóstol insiste en que los cristianos
deben fundamentar su fe en el conocimiento (por ej., Filipenses 1,
Colosenses 1).
Ya
en el segundo siglo de la era cristiana, apareció la Didaché, que
era un manual de instrucción, principalmente para los conversos a la
fe. Los cristianos pronto vieron que era necesaria una educación
formal para los conversos antes del bautismo, y se formaron escuelas
en las iglesias, en las catedrales y en los monasterios, que atendían
tanto a los varones como a las mujeres. Aunque inicialmente esta
educación era exclusivamente para impartir la doctrina cristiana,
pronto se incorporaron también las matemáticas, la medicina, la
astronomía, la gramática y otras. Llegados al período de la
Reforma protestante, tanto Lutero como Calvino insistieron en la
educación escolar universal para niños y niñas, e incluye ron no
solamente la doctrina cristiana, sino también las llamadas “artes
liberales”: lectura, escritura, aritmética, gramática, etc.23 De
la misma manera, Roberto Rodríguez describe que se pretendían
cambios sustanciales para una educación abierta a todos.24
En
épocas recientes, han sido muchas las publicaciones de historiado
res, científicos y filósofos que han desmentido las ideas de que la
ciencia no progresó en la Edad Media y que tal retardo fue debido al
imperio de la religión.25
Peter
Harrison, director del Instituto de Estudios Avanza dos en
Humanidades de la Universidad de Queensland, Australia, afirma
categóricamente:
Hay
una versión tozudamente persistente de la historia de la ciencia,
muy aprecia da por más de un puñado de escritores populares, que la
ciencia emergió en primer lugar con los antiguos griegos,
deslizándose en un moribundo estancamiento en la Edad Media
cristiana, y surgiendo con fuerza en el siglo XVII con héroes de la
ciencia como Galileo Galilei e Isaac Newton. En esta versión de
tebeo de la historia, a menudo se atribuye el largo hiato medieval de
la ciencia y la razón a la influencia de la religión. Se considera
que la revolución científica del siglo XVII y la marcha triunfante
de la ciencia desde entonces son una consecuencia del hecho de que la
ciencia consiguió deshacerse de las garras del estamento censor y
sofocante de la religión.26
Harrison
afirma que esta imagen de opresión de la religión hacia la ciencia
durante la Edad Media es equivocada y que, de hecho, “los éxitos
de las nuevas ciencias [a partir del siglo xvii] dependieron de
manera vital de las consideraciones religiosas, sobre todo las
condiciones genera das por la Reforma Protestante del siglo XVI”.27
La
Reforma protestante introdujo nuevos elementos de pensamiento que
dieron impulso al desarrollo de las ciencias a finales del siglo xvi
y en el siglo xvii. Los reforma dores religiosos y científicos
ayudaron a liberar la ciencia de las ataduras que la filosofía
aristotélica había impuesto durante cientos de años, especialmente
entre los escolásticos. Harrison y otros autores recientes y
antiguos, incluyendo los reformadores Lutero y Calvino, ven que las
condiciones contrastantes entre las condiciones creadas originales de
Adán y su posterior estado de pecado sirvieron para motivar la
búsqueda científica y proporcionar la legitimación religiosa para
nuevas iniciativas científicas. Es decir, uno de los elementos que
proporcionó impulso a la iniciativa científica a partir del siglo
xvi y en especial el siglo xvii, fue la asimilación de que las
capacidades cognitivas y sensoriales del ser humano han sido
limitadas por el pecado original y que, por tanto, no somos capaces
de entender la naturaleza usando exclusivamente la razón.28
Además,
el enfoque protestante eliminó la interpretación alegórica
simbólica de las cosas y de las ideas de la Escritura, lo cual
permitió considerar como realidades tanto la Escritura como la
naturaleza. Aún con las limitaciones de la razón humana, se puede
entender el mundo natural por medio de la observación, el estudio
sistemático, la experimentación, las matemáticas, la fisiología y
la química. El mundo creado en Génesis dejó de ser objeto de
contemplación para ser objeto de observación, dejó de ser temido e
incomprensible para ser explorado y desentrañado. Ello fue posible
gracias a una “poderosa nueva alianza entre la teología y la
ciencia [que] reemplazó la alegoría”.29
La
autoridad de la teología natural, afirma Harrison, ayudó para
conseguir que la ciencia natural se convirtiera en una actividad
generalizada en el mundo moderno occidental.
En
conclusión, la historia de la ciencia en general nos enseña que la
religión (en especial el cristianismo) no fue una enemiga del
desarrollo intelectual, tecnológico, industrial o científico, sino
más bien lo contrario: muchos de los grandes hallazgos ya desde la
Edad Media fueron hechos por personas con convicciones cristianas,
que frecuentemente trabajaban para la Iglesia. Pero más importante
que ello es el hecho de que a lo largo de los últimos dos mil años
de progreso científico, el cristianismo proporcionó el marco
intelectual conducente a la práctica y el desarrollo analí tico
científico. Los historiadores de la ciencia ahora ven que los
factores religiosos jugaron un significativo papel en el surgimiento
y el desarrollo de la ciencia en el Occidente30.
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La religión, ¿es enemiga del arte?
Un
segundo argumento de los nuevos ateos es que la religión es ene miga
del arte, y que ejerce la censura en la música, la literatura y
otras ar tes. El lector informado, no obstante, puede sobresaltarse
con tal afirmación porque claramente indica un preocupante grado de
ignorancia entre los nuevos ateos acerca de la historia del arte. No
es sorprendente que Anthony DeStefano31 diga que “ésta es un área
donde los ateos realmente tienen que trabajar duro para mantener su
estado de ignorancia”. Después de todo, ¿cómo puede alguien
ignorar la influencia monumental que la fe religiosa ha ejercido en
todas las formas de arte, tanto visual como musical y literaria?
¿Cómo puede alguien decir que la religión solo ha sido dañina
para el mundo, cuando muchas de las mejores pinturas, esculturas,
estructuras arquitectónicas, composiciones musicales y obras
maestras literarias del mundo fueron realizadas o encargadas
directamente por instituciones religiosas o personas con una fuerte
inspiración religiosa?
La
relación entre religión y arte es inobjetable. El desarrollo del
arte en la Edad Antigua, la Edad Medieval, la Edad Moderna y la Edad
Contemporánea muestra una estrecha asociación entre la expresión
religiosa y la artística. Aaron Rosen señala:
Cuando
entras al mundo del arte, entras en el reino de la religión, te
guste o no. Piensa en algunas de las obras de arte más famosas del
mundo: El Partenón, los Budas de Bamiyan, La Última Cena, la
Mezquita Azul… queda bien claro lo mu cho que la historia de la
religión ha impregnado la historia del arte.32
A
lo largo de la historia, la religión cristiana ha sido la
inspiración para escultores, pintores, músicos, arquitectos y otros
artistas. Para documentarlo, uno solo tiene que visitar un museo de
arte, una catedral o una biblioteca para descubrir las miles de obras
producidas por hombres y mujeres inspirados en las enseñanzas de la
Biblia. Uno de nosotros (R. Esperante) ha viajado extensamente por
Latinoamérica, los países europeos y del Cercano Oriente para darse
cuenta de cómo el desarrollo histórico de las artes ha ido ligado a
la expansión del cristianismo. La mayoría de las grandes obras de
arte del mundo occidental, sean de la arquitectura, la pintura, la
escultura o la música, de los últimos dos milenios, fueron creadas
por artistas movidos e inspirados por la vida, la muerte y la
resurrección de Cristo. El arte cristiano tiene así un
significativo componente sobrenatural, a diferencia del arte
predecesor de los griegos y romanos que enfatizaba la naturaleza,
sobre todo humana.
Durante
los tres primeros siglos, el arte cristiano tuvo poco desarrollo, muy
probablemente porque los creyentes eran perseguidos, amenazados e
incluso asesinados por sus creencias. ¿Quién va a querer expresar
sus emociones o creencias en forma de arte en esas condiciones?
Aunque reducidos en espacio, los primeros cristianos produjeron obras
de arte en lugares ocultos como las catacumbas de Roma. No mucho
después de la legalización del cristianismo en Europa por
Constantino el Grande en el año 313 d. C., aumentó la producción
artística de manera significativa entre los cristianos, aunque
mayormente estuviera limitada a las iglesias. De esa época inicial,
nos queda la impresionante Hagia Sophia en Constantinopla (ahora
Estambul), una enorme catedral posteriormente con vertida en mezquita
por los musulmanes.
Algunos
argumentan con acierto que la Iglesia cristiana frenó durante largo
tiempo el conocimiento intelectual al impedir el acceso a la Biblia,
la cual solo podía ser leída en monasterios por sacerdotes y monjes
conocedores del latín. Como consecuencia, la Biblia casi desapareció
de los servicios religiosos y estuvo fuera del alcance del pueblo.
Pero esto resultó en el desarrollo de una de las expresiones
artísticas más admiradas hoy día: los mosaicos y las vidrieras.
Los autores hemos visitado numerosas catedrales y otros centros
religiosos donde las historias y los personajes bíblicos se enseñan
por medio de esas sofisticadas combinaciones de piedra o cristal de
diversos colores. Lo que el pueblo no podía leer en la Escritura,
los artistas lo representaban en mosaicos en el suelo y en vidrieras
en las ventanas, por ejemplo, las impresionantes vidrieras de la
basílica de Notre Dame y la iglesia de Saint Severin en París.
El
gran desarrollo artístico europeo tuvo lugar con el inicio del
estilo gótico en la construcción a partir del año 1144 de la
catedral de Saint- Dennis al norte de París. Ese estilo se extendió
por casi toda Europa y dio lugar a muchas de las más grandes y
elaboradas construcciones arquitectónicas del continente, admiradas
hoy no solo por su belleza, sino por el gran contenido expresivo y
por la complejidad arquitectónica. El estilo gótico tuvo su origen
y desarrollo en el deseo de los artistas de “concienciar [a las
personas] de lo invisible e infinito, y de que lo divino se volviera
inmanente”.33 Tristemente, la mayoría de los visitantes de las
catedrales e iglesias góticas no se dan cuenta de que los imponentes
pilares altamente ornamentados y los elevados arcos y rayos de luz
que alumbran las elaboradas vidrieras fueron diseñados para revelar
el mensaje de la gloria y la majestad infinita de Dios y la pequeñez
del ser humano. Estos edificios impresionantes que ahora asombran a
los visitantes no habrían sido levantados de no haber sido por
arquitectos inspirados en la cosmovisión cristiana. El arte tenía
un propósito espiritual y a su vez el propósito espi ritual inspiró
los diseños artísticos.
Un
segundo gran avance de las artes en el mundo occidental europeo
ocurrió durante el Renacimiento, comenzando en el siglo xv, en el
inicio de la Edad Moderna. Generalmente, se asume que el Renacimiento
fue el resultado de la difusión del humanismo en lugar de los temas
religiosos del cristianismo. Aunque eso es parcialmente cierto para
los estadios tardíos del Renacimiento, especialmente entre artistas
italianos, en las primeras décadas de esta era las numerosas obras
de arte tenían un gran énfasis bíblico en torno a la vida de Jesús
y sus seguidores. Artistas de esta época con tal énfasis cristiano
son Masaccio (1402-1429), Leonardo da Vinci (1452-1519), Michelangelo
(1475-1564), Rafael (1483-1520), Tintoretto (ca. 1512-1594),
Rembrandt (1606-1669) y otros, quienes produjeron magníficas obras
de arte cristiano. Las biografías y los estudios históricos
generalmente evitan aludir a las convicciones, las motivaciones y las
influencias cristianas de estos artistas, pero los expertos saben
cómo la fe cristiana impregnó su vida y su obra.
El
cristianismo también tuvo una enorme influencia en las artes
musicales. El gran desarrollo de la música coral polifónica del
final de la Edad Media se debió a monjes y autores cristianos
inspirados en el mensaje de la Biblia. Compositores como Josquin des
Prez (1450/1455-1521), Guillaume Du Fay (1397-1474), Giovanni
Pierluigi da Palestrina (1525- 1594) y muchos otros compusieron miles
de cantatas, motetes, oratorios, piezas para órgano y otros
instrumentos, y desarrollaron técnicas de canto e interpretación.
La asociación entre la religión cristiana y la música continuó en
los períodos posteriores, con importantes compositores como Johann
Sebastian Bach (1685-1750), considerado uno de los compositores más
significativos de todos los tiempos. Bach compuso 224 cantatas, 7
motetes, 12 obras litúrgicas en latín, 6 pasiones y oratorios, y
decenas de otras composiciones religiosas, muchas de ellas fuentes de
inspiración para futuros compositores. Muchos otros compositores se
inspiraron en la religión y, en particular, en las escrituras
cristianas. Una de las razones de esta asociación del arte con la
religión es, en palabras de Alfonso Rincón, la siguiente:
La
música es un fenómeno singular, una comunicación no verbal,
espiritual, que trasciende el mundo de la reflexión y el intelecto.
Los compositores articulan, a través de sus obras, su sensibilidad y
su experiencia espiritual, y los oyentes, al escuchar música, pueden
percibir aquella dimensión metafísica espiritual que les acerca al
misterio de su propia existencia.34
Rincón
añade que “[la música] desde la antigüedad y en todas las cul
turas, ha estado relacionada con la religión y con la experiencia
religiosa y siempre ha sido un medio de expresión del alma
humana”.35
La
historia del arte muestra además que hay una cercana relación entre
el pensamiento crítico y la expresión (e inspiración) artística.
Uno de los personajes que tipificaron tal conexión fue Martín
Lutero (1483-1546), quien catapultó la Reforma protestante en el
siglo xvi partiendo del análisis crítico de las creencias y
enseñanzas de la Iglesia católica. Lutero, un monje y sacerdote con
lo que ahora llamaríamos una licenciatura universitaria en Estudios
Bíblicos, es generalmente conocido por su significativa contribución
al pensamiento crítico por medio de la exhibición pública de sus
noventa y cinco tesis en la iglesia del Palacio de Wittenberg y sus
sermones contra las indulgencias papales, en las cuales invitaba
abierta mente a un debate.
Y
aunque no se puede dudar de su contribución al pensamiento crítico,
Lutero es menos conocido por su contribución al arte, en concreto la
música. En consonancia con su creencia de que la Escritura debía
ser accesible a todo el mundo en las lenguas del pueblo, Lutero apoyó
el uso de música que fuera cercana al espíritu común del pueblo,
incorporando en la liturgia estilos de canciones populares a las
cuales se les cambiaba el texto para añadir un texto religioso.
Lutero añadió canciones populares en alemán al catálogo de himnos
religiosos y compuso obras nuevas para su ejecución en la iglesia.
Entre sus obras, es famoso el himno Castillo fuerte es nuestro Dios,
basado en el salmo 46, en cuyo texto original alemán el ritmo encaja
particularmente bien con el texto, todo en una sencilla melodía que
no ha perdido su presencia a pesar de los siglos.
Basándose
en parte en los ideales estilísticos de Lutero de la incorporación
de viejos estilos y música popular, Michael Praetorius (1571-1621)
compuso más de mil obras de música tanto para uso eclesiástico
como secular. La lista de grandes pensadores que además fueron
creativos músicos se alarga considerablemente con compositores como
Heinrich Schütz (1585-1672), Claudio Monteverdi (1567-1643),
Dieterich Buxtehude (1637-1707) y muchos otros hasta el tiempo
presente.
En
tiempos más recientes, la monumental obra sinfónico-vocal La
transfiguración de nuestro Señor Jesucristo, una de las más
excelsas obras de arte musical, fue concebida por el compositor
francés Olivier Messiaen (1908-1992) inspirado al oír a “un viejo
sacerdote predicar un sermón sobre la luz y la filiación”.36
El
compositor polaco Henryk Gorecki (1933-2010) compuso, además de
diversas obras religiosas que siguen un estilo sacro minimalista, la
con movedora Sinfonía 3 (Sinfonía de los cantos dolientes) para
solista vocal y extenso conjunto instrumental. Gorecki basó el
primer movimiento de la sinfonía en un texto polaco del siglo xv que
contiene un lamento de Ma ría, la madre de Jesús; el segundo
movimiento, en unas palabras de una adolescente, Helena Błażusiak,
escritas en la pared de una prisión de la Gestapo para invocar la
protección de la Virgen María; y el tercer movi miento, en la
canción popular de una madre silesiana que busca a su hijo asesinado
durante el levantamiento de la Alta Silesia contra los alemanes. La
sinfonía es, por tanto, una profunda reflexión sobre el sufrimiento
humano. Esta sinfonía con evidente contenido cristiano es al mismo
tiempo una punzante reflexión acerca del dolor humano, con énfasis
en el dolor femenino en el contexto de la guerra y la lucha. En ella,
se combinan la devoción religiosa (cristiana), la formulación de
valores de justicia, y la expresión artística. Partiendo de una
mente cristiana, Gorecki hizo un análisis crítico de la angustia y
del dolor humanos y dio a la obra un eleva do sentido artístico. La
obra fue un éxito artístico y comercial. Es, probablemente, la
grabación de composición contemporánea más vendida de todos los
tiempos.37
Por
último, mencionamos a Gustav Mahler, uno de los más importan tes e
innovadores compositores de entre los siglos xix y xx, quien influyó
en otros grandes compositores como Arnold Schoenberg, Benjamin Brit
ten y Alban Berg. Muchas de sus obras reflejan su profunda
espiritualidad que resultó de su conversión al cristianismo. La
Sinfonía número 2 de 1894, popularmente conocida como Resurrección,
es una obra maestra que refleja las creencias cristianas de la
muerte, la inmortalidad y la resurrección, con una oda final que
incorpora solistas y coro representando la resurrección y el día
del juicio final.
A
lo largo de la historia, la música y otras manifestaciones
artísticas son capaces de transmitir y comunicar reflexiones
críticas y son la base cognitiva para inspirar la mente. En este
sentido, Aaron Rosen indica: “No solo tales trabajos son más
complicados de lo que parecen, sino que tienen el potencial de
invocar poderosos significados religiosos, respuestas y preguntas”.38
Cualquiera que haya visitado los pueblos y las ciudades históricas
de Europa sabe que este significado es real y que no podemos separar
el arte, la arquitectura y las pinturas de la influencia de la
religión cristiana. Una de esas inspiraciones artísticas más
impresionantes es la Capilla Sixtina de la Ciudad del Vaticano, en la
que se observa una gran complejidad iconográfica basada en una
selección de escenas del Antiguo Testamento: La creación del mundo,
La creación de Adán y Eva, El pecado original, El sacrificio de
Noé, El diluvio y La ebriedad de Noé.
Especialmente
en Europa, existen cientos de obras arquitectónicas de impresionante
belleza y elaboración surgidas de las mentes y las manos de
diseñadores con fundamento cristiano. Es importante darse cuenta de
que los creadores de esas piezas de arte no solamente eran
cristianos, sino que probablemente sus creaciones nunca se habrían
concebido sin la inspiración derivada de su fe. Obviamente, es
imposible saber lo que hubiera ocurrido si el cristianismo no hubiera
influenciado las obras de estos autores. Los antiguos griegos,
romanos, babilónicos, egipcios y otros pueblos también construyeron
monumentos y obras de arte sin estar bajo la inspiración religiosa.
Ello no desestima el hecho de que las obras de arte y los monumentos
de los últimos dos mil años de la historia occidental están
profundamente influenciadas, sino directamente motivados, por la
religión. La razón de ello es profundamente epistemológica: los
cristianos creían que la naturaleza era el resultado de un diseñador
creador, que los humanos eran capaces de razonar y comprender, y que
podían reconocer la belleza y expresarla en forma de arte, ya fuera
música, poesía, pinturas o cualquier otra forma. La humanidad,
formada a imagen y semejanza del Dios creador, quien declaró que su
creación era “muy buena”, tiene la capacidad de crear cosas que
también son hermosas y “muy buenas”. El ser humano, derivado de
las manos artísticas de Dios, ha demostrado que es capaz de expresar
el sentido del arte en sus creaciones.
Se
podría argumentar que ha habido ateos que han compuesto obras
religiosas de gran complejidad y belleza, las cuales no necesitaron
que el compositor tuviera una creencia religiosa. No hay muchos
ejemplos así, pero destaca el compositor británico Ralph Vaughan
Williams (1872- 1958). Durante su etapa como ateo, Vaughan Williams
compuso nume rosas obras religiosas, incluyendo corales, himnos,
motetes, villancicos de Navidad y otras obras religiosas. Siguió
componiendo obras de reflexión espiritual a lo largo de su vida,
pues gradualmente pasó a apreciar la es piritualidad derivada de la
historia en la Escritura cristiana y los valores cristianos como
inspiradores para sus obras. No es cierto, por tanto, que Vaughan
Williams estuviera vacío completamente de la influencia cris tiana,
y él mismo reconoce que la espiritualidad le llevaba a la reflexión
estética y los valores humanos correctos. Elizabeth-Jane McGuire
expresa al respecto: “La música era la única manera en que
Vaughan Williams podía lidiar con el significado de la
espiritualidad; él podía expresar una fe que pareció haber
sostenido pero que nunca articuló”.39
Las
supuestas composiciones de John Lennon Give Peace a Chance y Happy
Xmas (War is Over) son debatibles en cuanto a su carácter religioso
o incluso espiritual, y se podrían interpretar más bien como
manifestaciones de protesta en lugar de expresiones religiosas. En
todo caso, estos ejemplos muestran que la no religión y el ateísmo
no son impedimentos para componer temas religiosos, del mismo modo
que la religión tampoco impide la creación artística.
- La
religión, ¿destruye la libertad?
Los
nuevos ateos afirman que, aunque la mayoría de las religiones proclaman la libertad sobre el miedo y la culpabilidad, lo que en
realidad consiguen es destruir la libertad. Esta afirmación es muy
impactante para aquellos cuya vida ha sido cambiada por el mensaje de
salvación en la Biblia. La Biblia comienza con la creación del
mundo y los seres humanos, que están hechos a “imagen y semejanza
de Dios”, que es la base del honor humano, los derechos y la
libertad. Esta libertad es completa y perfecta hasta el punto de que
se les ofrece elegir el bien o el mal, obedecer o desobedecer, y
elegir libremente esto último.
En
la cosmovisión cristiana, por tanto, la libertad fue el estado
original de la existencia humana, y el pecado es el que trajo los
sentimientos de culpa y miedo. En su sentido más amplio, el pecado y
el sentimiento de culpa que deriva son el resultado del alejamiento
humano con respecto a Dios su creador. La religión cristiana tiene
como fin principal restaurar la relación del ser humano con Dios y
así traer libertad sobre el pecado y liberación del sentimiento de
culpa, algo completamente opuesto a la afirmación del nuevo ateísmo
de que la religión va en detrimento de la libertad individual. La
expresión de esta liberación en la persona se produce tanto de
manera interna de forma espiritual, emocional e intelectual, como de
manera externa en sus acciones hacia el resto de las personas. Y en
ambos sentidos y debido a esta doble expresión de liberación, el
cristianismo ha sido beneficioso para la humanidad.
Un
repaso cuidadoso de la historia humana nos muestra que el
cristianismo ha sido una bendición para la humanidad. Su impacto
beneficioso sobre la civilización humana es algo imposible de medir,
pero podemos sentir sus efectos. Muchas cosas buenas que tenemos en
nuestras sociedades (especialmente en el hemisferio occidental) son
el resultado de que los cristianos simplemente viven los valores que
enseñó Jesucristo. Des de la época de Jesús, esos valores han
cambiado familias, comunidades y sociedades enteras. Por ejemplo, es
bien sabido por los documentos históricos que el infanticidio era
una práctica extendida entre los griegos, los romanos y otras
civilizaciones del pasado. Los bebés que nacían deformados o
frágiles, discapacitados o simplemente no deseados eran descarta dos
y asesinados, a menudo ahogándolos. El Oxford Classical Dictionary
(una de las enciclopedias de investigación de Oxford) ofrece
información histórica sobre esto:
Polibio
[historiador griego, c. 200 - c. 118 a. C] atribuyó la disminución
de la población en la Grecia helenística a la limitación familiar,
pero hay poca evidencia de ello en períodos anteriores,
especialmente en Atenas. Se decía que los egipcios y los judíos
criaban a todos sus hijos, mientras que los cartagineses sacrificaban
niños a Moloch. Soranus habló de las razones para no criar bebés.
Los bebés podían quedar expuestos si eran deformes, como en Esparta
y Roma, o si eran producto de una violación o incesto. La pobreza
era otro motivo posible, aunque los pobres a menudo tenían más
hijos que los ricos... El código de la ley Gortyn permitía el
infanticidio en ciertas circunstancias, mientras que en Tebas una ley
prohibía el infanticidio pero permitía que los padres pobres
vendieran a sus niños. En Éfeso, los niños también podían ser
vendidos en casos de extrema pobreza. En Roma, en principio, la
patria potestas permitía a un padre ejecutar a sus propios hijos,
pero la ley romana hasta la época de Constantino I prohibía a los
padres adoptivos esclavizar a los bebés expuestos a los que habían
criado (ex alumnos), si habían nacido libres. El surgimiento del
cristianismo hasta convertirse en la religión oficial del imperio
romano causó considerables cambios.40
Al
contrario de estas prácticas inhumanas de los pueblos antiguos, las
tradiciones cristianas apostólicas rechazaron el infanticidio y
calificaron la práctica como asesinato. De manera insistente, la
literatura cristiana primitiva del primer y del segundo siglo después
de Cristo condenó el infanticidio y ordenó a los cristianos que no
lo practicaran, y todas las tradiciones apostólicas cristianas
rechazaron el infanticidio de manera explícita. La Didaché, un
breve tratado cristiano primitivo escrito entre el 85 y el 110 d. C.,
declaraba que los seguidores de Cristo “no deben [...] cometer
infanticidio”.41
A
partir de la legalización del cristianismo por el Edicto de Milán
en 313 d. C., los cristianos comenzaron a influenciar al emperador
Valentiniano hasta que finalmente en el año 374 d. C. este prohibió
oficialmente el infanticidio. Aun así, en el siglo xix los
exploradores y misioneros descubrieron que el infanticidio todavía
era común en muchas partes de África, América del Norte y del Sur,
e intencionalmente trabajaron para detener esa práctica dondequiera
que iban a predicar el mensaje cristiano.
En
el mundo antiguo, un problema relacionado con el infanticidio era el
abandono infantil. En el mundo grecorromano, si no se asesina ba a
los niños no deseados, a menudo se los abandonaba para morir de
hambre o de frío, o simplemente para ser devorados por animales
salvajes. El sociólogo Alvin J. Schmidt indica que “ni en la
literatura griega ni en la romana se puede encontrar ningún
sentimiento de culpa relacionado con el abandono de niños”.42
Clemente de Alejandría (150-250) y Tertuliano (160-220), ambos
padres de la Iglesia cristiana primitiva en el norte de África,
condenaron la práctica del abandono de niños.
En
la realidad, los primeros cristianos hicieron más que denunciar esta
costumbre y actuaron para rescatar a los niños abandonados, llevándo
los a sus hogares, adoptándolos y criándolos como sus propios
hijos. Esto queda reflejado en varios escritos primitivos que
contienen muchos ejem plos de cristianos que adoptaron niños
abandonados. Al igual que con el infanticidio, fue la influencia de
los cristianos que llevó en el año 374 al emperador Valentiniano a
criminalizar la práctica del abandono de niños. ¿Por qué los
cristianos mostraban esa sensibilidad hacia el cuidado de los niños?
Sin duda, ellos recordaban el mandato en la Epístola de Santiago
1,27: “La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es
ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y
guardarse sin mancha del mundo” (RVR 1995).
Desde
el comienzo del movimiento cristiano, los creyentes siguieron este
mandato y cuidaron a los huérfanos y a las viudas, que en aquellos
tiempos eran numerosos. Jesús dijo: “Cualquiera que reciba en mi
nombre a un niño como este, a mí me recibe” (Mt 18,5 RVR 1995). Y
Jesús también dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo
impidáis, porque de los tales es el reino de Dios” (Mc 10,14 RVR
1995). Los cristianos también recordaban las palabras de Jesús que
alabó a los niños como un ejemplo de inocencia y humildad: “A
cualquiera que haga tropezar a algu no de estos pequeños que creen
en mí, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de
molino de asno y que se le hundiera en lo profundo del mar” (Mt
18,6 RVR 1995).
A
fin de convertir el cuidado de los huérfanos y los niños en general
en un sólido compromiso, los primeros cristianos introdujeron la
práctica de exigir que los padrinos estuvieran presentes en el
bautismo de un niño, y en esa ceremonia prometieran cuidar al niño
en caso de que se quedara huérfano. Justino Martir indica que en la
primera mitad del segundo siglo se recogían ofrendas en los
servicios religiosos para ayudar a los huér fanos. Después de que
el cristianismo se legalizara en el año 313 d. C., los cristianos
crearon instituciones conocidas como orfanatrofia (“para cuidar a
los huérfanos”) y brefotrofia (“para cuidar a los niños”) con
el objetivo de brindar atención organizada a niños pequeños que
habían perdido a sus padres o habían sufrido algún desastre. Estas
instituciones supusieron el comienzo de los orfanatos en Europa y
otros lugares, para más tarde extenderse al resto del mundo. Alvin
Schmidt dice:
Los
cristianos de los primeros siglos rescataron miles y miles de niños
no deseados a los cuales se les dio la oportunidad de alcanzar una
vida normal, todo porque Jesucristo había inspirado a sus seguidores
a prestar atención a sus palabras “porque tuve hambre y me disteis
de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me
recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me
visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme”.43
Los
anteriores ejemplos demuestran que, desde el comienzo del movimiento
cristiano, los creyentes desarrollaron un alto sentido de la
solidaridad y el cuidado de los más débiles, sentido que pusieron
en práctica en acción social y comunitaria. Ello ha sido una
constante a lo largo de la historia en acciones grandes y pequeñas
que, en la mayoría de los casos, no quedan registradas en los
libros. Algunas de estas acciones, sin embargo, son visibles y
perduran en la historia con un enorme impacto positivo en la
sociedad.
Un
claro ejemplo es la fundación de la Cruz Roja por Jean Henry Du nant
(1828-1910), empresario, filántropo cristiano suizo y receptor del
primer Premio Nobel de la Paz, concedido en 1901. Desde muy pequeño,
Dunant aprendió de sus padres el valor de ayudar al prójimo y
durante su adolescencia a menudo recolectó fondos para ayudar a los
necesitados. En 1859, en la batalla de Solferino, al observar la
cantidad de soldados he ridos, agonizantes y muertos, tuvo la
iniciativa de formar grupos de ayuda para brindar servicios de
asistencia médica y salvar decenas de vidas.
Dunant
creó hospitales de campaña y los dotó de equipamiento médico,
todo ello usando recursos económicos propios. Además, fue el
inventor del botiquín de primeros auxilios. Durante la guerra, los
colaborado res de Dunant debían atender a los soldados heridos sin
hacer distinción del bando de conflicto. También liberó a médicos
austríacos capturados por los franceses.
La
experiencia de Dunant salvando vidas en el campo de batalla de
Solferino lo inspiró a escribir el libro Un Souvenir de Solferino,
donde presentó dos propuestas. La primera fue la creación de un
servicio de voluntarios para brindar ayuda en las guerras, lo cual se
llevó a cabo en 1863 con la formación del Comité Internacional de
Socorro, el cual en 1875 pasó a llamarse Comité de la Cruz Roja. La
segunda propuesta fue crear una legislación internacional para
ofrecer cierta protección a los soldados y al personal médico
durante la guerra. Todo este trabajo de Dunant de socorrer a los
heridos, brindar trato justo y digno a los soldados y médicos que
arriesgaban sus vidas y dar trato igualitario en la atención a
heridos, sin duda tuvo su origen en su sensibilidad como cristiano.
El
cristianismo ha infundido la conciencia de libertad en las personas
especialmente en cuanto a cómo las personas se consideran unas a
otras. En el mundo antiguo, era absurda la idea de que todos los
seres humanos son de igual valor o tienen iguales derechos, honor o
dignidad. La mayoría de las sociedades estaban estratificadas en
castas o en varios niveles de privilegio y libertad. Fue la religión
cristiana, hereditaria de la tradición judía precedente, la que fue
cambiando el rígido sistema de castas sociales discriminatorias por
medio de la aplicación del principio de que todos los humanos son
iguales a los ojos de Dios. Dios es el creador de todos y, por lo
tanto, debemos considerar a todas las vidas humanas como iguales y de
valor infinito.
Esta
visión de la igualdad humana sirvió de base para cambiar muchas
otras prácticas crueles en el mundo antiguo. Por ejemplo, fue el
cristianismo el que cambió significativamente el estatus de las
mujeres en las sociedades donde sufrían opresión. En muchas
culturas, las mujeres eran tratadas como animales, sin ningún
derecho, libertad para decidir, moverse o incluso defenderse en los
tribunales o en cualquier situación legal. No tenían ningún
derecho en absoluto. Pero el cristianismo cambió eso en muchos
lugares, y el Nuevo Testamento es un registro de tal cambio; menciona
cómo las mujeres incluso tenían roles de liderazgo en la iglesia
naciente.
Además,
gracias al cristianismo, en muchos lugares las mujeres comenzaron a
tener acceso a la educación, mientras que anteriormente no tenían
derecho a ella. Una lectura detallada del Nuevo Testamento demuestra
que hubo al menos una mujer que cumplió cada uno de los roles de
liderazgo ministeriales que se aplicaban a los hombres, un desarrollo
que la humanidad no había visto hasta entonces. Pablo menciona a
Junia como apóstol (Rom 16,7)44. En Hechos 21,9 se nos dice que
Felipe tenía cuatro hijas solteras que profetizaban. Evodia y
Síntique de Filipos eran compañeras de Pablo. Él escribió que
estas mujeres habían compartido sus luchas “por la causa del
evangelio” (Flp 4,2-3). Al igual que Timoteo, Evodia y Síntique,
participaron en la obra del evangelio, es de cir, eran evangelistas.
Otra evangelista estimada por Pablo era Phoebe (Rom 16,1-2).
Priscila, junto con su esposo Aquila, ejercía de pastora-maestra,
enseñando al ya educado y elocuente Apolos “el camino de Dios”
(es decir, la teología) con mayor precisión (Hch 18,24-26).
La
esclavitud es otra institución que el cristianismo derribó. Los nue
vos ateos condenan a los cristianos porque a lo largo de la historia
fueron dueños de esclavos y, sin embargo, esta es una visión muy
tendenciosa porque la esclavitud se practicó durante siglos en
muchos lugares del mundo antes de que surgiera el cristianismo, y
nadie se opuso a ella hasta que los cristianos lucharon por
eliminarla. Los movimientos antiesclavistas no se iniciaron por la
acción de la política, los científicos, los gobiernos o los ateos
que tuvieran una elevada consideración del valor humano. En
realidad, fue el movimiento antiesclavista (abolicionista) en
Inglaterra a finales del siglo xviii, formado principalmente por
grupos religiosos cristianos, el que inició la prohibición de la
esclavitud. En Norteamérica, el movimiento abolicionista también
tuvo su inicio en personas motiva das por el cristianismo. En esta
línea de argumentación, Bertram Wyatt- Brown afirma:
Durante
la década de 1830, la mayoría de los abolicionistas eran feligreses
blancos del norte y su clero […] El modo de conversión al
abolicionismo era idéntico al estilo de reavivamiento de la
adoración. El proceso comenzaba con la convicción inicial del
penitente del pecado personal de haber apoyado la esclavitud, seguido
de expresiones de sincero arrepentimiento y la promesa de seguir el
mandato di vino de que todos los hombres son iguales ante los ojos de
Dios.45
La
historia de los últimos veinte siglos nos enseña que las personas
inspiradas en los valores del cristianismo hicieron mucho por
socorrer al pobre, al débil, al menospreciado, al esclavo, al
huérfano, a la viuda y por terminar con la esclavitud, el abandono
de los niños y el infanticidio. Esos valores cristianos se
fundamentan en el principio bíblico de que todas las personas son
hijos e hijas de Dios, todos somos hermanos y hermanas en Jesucristo
(Mt 12,48-50), todos los humanos tenemos un mismo origen (Gn 1,26) y
un mismo destino (Jr 29,11), todos estamos obligados a amarnos de
todo corazón (Mt 22,39), a socorrernos en las necesidades (Is 25,4)
y todos somos iguales ante Dios (Hch 10,34), quien juzga sin acepción
de personas (Rom 2,11-12).
-
La religión, ¿impide que las personas disfruten de la vida aquí en
la Tierra?
Otro
de los argumentos que los nuevos ateos presentan en contra de la
religión, especialmente del cristianismo, es que debido a que los
creyentes están enfocados en la vida eterna no disfrutan realmente
de la vida presente en la Tierra. Este argumento tiene muy poco de
realismo y es probablemente uno de los más ridículos e infundados
en contra la religión, especialmente del cristianismo.
Uno
se pregunta lo siguiente: ¿cómo miden los ateos la felicidad en la
Tierra?, ¿Cómo pueden comparar la felicidad de un no cristiano con
la felicidad de un cristiano para decir que los primeros son más
felices que los segundos? y ¿qué es precisamente lo que en el
cristianismo trae infelicidad o insatisfacción en esta vida a
aquellos que creen en la segunda venida de Cristo? Estas son
preguntas que los nuevos ateos deben responder antes de acusar a los
creyentes de no vivir una vida feliz.
El
gran error de los nuevos ateos está en la carencia de fundamento
para su argumento. En realidad, no hay una manera precisa conocida de
medir la felicidad de unos u otros, sean personas religiosas o ateas.
Sin embargo, hay numerosos estudios sociológicos y médicos que
muestran que las personas que practican alguna religión viven mejor
en muchos sentidos.
Por
ejemplo, un estudio publicado por Brick Johnston y sus colegas sobre
la relación entre la espiritualidad, los factores de personalidad y
la salud en personas de cinco religiones diferentes indica que los
creyentes son más felices y cuentan con una mejor salud mental que
los ateos o agnósticos,46 lo que concuerda con varios estudios
anteriores.47
Ayele
et al.48 en su estudio con 100 médicos (49 internistas y 51
psiquiatras) halló que el 75 % usaba la religión como un recurso
para superar las dificultades (con un 39 % muy afirmativamente), y
una correlación positiva entre la actividad religiosa (p. ej., la
lectura de la Biblia y la oración) y una mayor satisfacción en la
vida, incluso después de considerar los factores de control de edad,
sexo, salud y estado matrimonial.
Algunos
economistas, sociólogos y políticos han estudiado la relación
entre la religión y el éxito económico de algunos países, y la
persisten te pobreza de otros. El primero en identificar el papel
significativo de la religión en el cambio social fue Max Weber,49 al
punto de afirmar que la Reforma protestante desencadenó una
revolución mental que hizo posible el surgimiento del capitalismo
moderno. Estudios recientes50 de las actitudes económicas en varios
países hacia la cooperación, el gobierno, las mujeres en el mundo
laboral, las leyes laborales y la economía de mercado, indican que
en promedio las creencias religiosas se relacionan con “buenas”
actitudes económicas, donde “buenas” se define como conducente a
un mayor crecimiento e ingreso per cápita.
Estos
efectos difieren entre las diversas religiones, y se halla que las
religiones cristianas se asocian más positivamente con actitudes
conducen tes al crecimiento económico. Recientemente, el Pew
Research Center publicó un estudio51 en el que se investigó la
importancia de la participa ción religiosa en comparación con la
afiliación religiosa. En él se expresa:
…
la
participación regular en la comunidad religiosa (identificarse con
un grupo religioso y asistir a servicios al menos una vez al mes)
claramente está ligada a niveles más elevados de felicidad y acción
cívica (votar en las elecciones, unirse a otros grupos comunitarios,
ofrecerse de voluntario en una organización).
El
estudio halló poca evidencia de que la afiliación religiosa por sí
misma esté asociada con una mayor probabilidad de felicidad personal
o compromiso cívico.
También
hay estudios que muestran que, de momento, no se han po dido
establecer claras asociaciones entre la religiosidad y la
felicidad.52 El mismo estudio de Pew Research Center mencionado
anteriormente indica que no es clara la naturaleza exacta de las
conexiones entre la participación religiosa, la felicidad, la
participación cívica y la salud. En una extensa revisión de las
investigaciones sobre este tema, Christopher A. Lewis y Sharon M.
Cruise concluyen: “La mayoría de los estudios presentan una
asociación positiva entre medidas de religión y felicidad; sin
embargo, los hallazgos contradictorios son comunes”.53
Estos
autores in dican que estos resultados contradictorios pueden
“reflejar debilidades tanto conceptuales como metodológicas en
esta literatura”.
Los
estudios que tratan de hallar relaciones de causalidad entre
felicidad y religión no son concluyentes, y reflejan la complejidad
de la definición de qué significa y qué implica “religión” y
“felicidad”, elementos que no pueden aislarse de muchos otros
factores sociales, intelectuales, económicos, etc. En todo caso,
estos estudios muestran que, aunque no se pueda establecer una
relación causal positiva y definitiva entre felicidad y
religiosidad, tampoco se ha mostrado que la relación causal sea
negativa, ni tampoco que los ateos sean más felices que los
creyentes o practicantes de una religión.
Independientemente
del estado de felicidad de los creyentes, sí ha existido una clara
asociación entre la religiosidad cristiana y las actuaciones para
que otros sean felices, incluidos los menos afortunados.
Anteriormente, hemos mencionado que los cristianos se han ocupado de
prohibir el infanticidio y el abandono de niños, además de
institucionalizar el cuidado de los huérfanos.
Los
cristianos también fueron los primeros en institucionalizar el
cuidado de los enfermos y discapacitados del mundo. Este fue un
cambio importante en la cosmovisión de la antigua cultura romana, en
la cual se consideraba como un signo de debilidad humana el ayudar a
una persona enferma. A menudo, se abandonaba a las personas enfermas
y se las dejaba morir. En contraste, los primeros cristianos
recordaban las enseñanzas de Jesús, entre ellas la parábola del
buen samaritano, y consideraban que ayudar a los enfermos era un
servicio a Dios y a la humanidad. El motivo es incluso más profundo
que el de servicio. Los cristianos creen que todos los humanos,
independientemente de su condición médica, tienen una dignidad
intrínseca y que son de gran valor a los ojos de Dios, y por ello
estaban convencidos que tenían que cuidar a los enfermos.
En
el Nuevo Testamento, hay mandatos claros para cuidar a las numerosas
viudas de la iglesia y de la comunidad. El apóstol Pablo le escribe
a Timoteo y le dice: “Reconoce debidamente a las viudas que de
veras están desamparadas” (1 Tim 5,3 NVI).
Jesús
dijo que se conoce un árbol por su fruto. ¿Cómo pueden los nuevos
ateos afirmar que la religión es terrible cuando los cristianos han
hecho tanto por los derechos humanos, el cuidado de los débiles, las
familias quebrantadas, los desesperados y han desarrollado
instituciones de educación y salud? Estas actitudes y acciones no
son los frutos de un mal árbol. Esos son buenos frutos que
demuestran que la religión cristiana es beneficiosa y buena para la
humanidad, y que a los cristianos les importa mucho el bienestar y la
felicidad de las personas aquí en esta Tierra.
La
ciencia es muy buena en el ejercicio de hacer preguntas sobre el
mundo y su funcionamiento. Algunas reciben respuestas inmediatas;
otras requieren una elaboración más compleja que a menudo está en
el futuro; y otras preguntas yacen fuera de su ámbito de estudio.
Sir Peter Medawar (1915-1987), inmunólogo brasileño-británico, se
refiere a las “preguntas que la ciencia no puede responder y que
ningún avance concebible de la ciencia le dará capacidad de
respuesta”.54 Esto es lo que el filósofo español Ortega y Gasset
(1883-1955) llamó “preguntas primordiales”, como el significado
de la vida, el valor de las personas, etc. El hecho de que la ciencia
no sea capaz de responder a ellas no significa que no sean esenciales
para el ser humano y que este tenga la necesidad de responderlas para
poder tener una vida satisfactoria. Ortega y Gasset (1883- 1955)
recalcó que los científicos son seres humanos, y si nosotros los se
res humanos queremos vivir vidas completas, hemos de ir más allá de
la satisfacción de lo material y lo biológico, hemos de ir más
allá de lo que la ciencia materialista ofrece. La ciencia es muy
capaz de dar respuestas dentro del ámbito de lo material y lo
natural, sin embargo, no satisface las necesidades y preguntas más
profundas de la humanidad.
Para
Ortega y Gasset, la gran virtud intelectual de la ciencia es que
conoce sus límites y solo responde preguntas que están dentro de su
ámbito de exploración en base a la evidencia natural:
La
verdad científica se caracteriza por su exactitud y el rigor de sus
previsiones. Pero estas admirables calidades son conquistadas por la
ciencia experimental a cambio de mantenerse en un plano de problemas
secundarios, dejando intactas las últimas, las decisivas cuestiones.
De esta renuncia hace su virtud esencial y no será necesario
recalcar que por ello sólo merece aplausos. Pero la ciencia
experimental es sólo una exigua porción de la mente y el organismo
humanos. Donde ella se para no se para el hombre.55
Ello,
sin embargo, no niega la existencia de una realidad más allá de lo
material que el ser humano necesita entender, vivir e interiorizar,
algo para lo cual algunos aspectos de la religión han demostrado ser
muy efectivos.
En
su libro The big question-Why can’t we stop talking about science,
faith and God, el químico y filósofo británico Alister McGrath
(1953-) relata su conversión del ateísmo al cristianismo en sus
primeros años de estudios universitarios en la Universidad de
Oxford. La conversión de McGrath no fue una epifanía, el resultado
de una crisis psicológica o de un cambio emocional, sino que “de
alguna manera fue una conversión cerebral e intelectual, al darse
cuenta progresivamente de que la creencia en Dios daba mucho más
sentido a las cosas que su ateísmo”.56
MacGrath
indica que él no tenía ninguna necesidad emocional de Dios, y que
su vida de ateo tenía sentido en lo concerniente a lo material. Pero
en poco tiempo se dio cuenta de que, aunque el mundo material tenía
explicación en el marco científico, no sucedía así con el resto
de las cuestiones intelectuales no materiales que le producían
insatisfacción personal. Su conversión fue mayormente intelectual y
lo llevó a “una comprensión y apreciación más profunda de la
realidad” y a convencerse de que “el cristianismo parece ofrecer
una explicación de la realidad que es ‘intelectual mente más
satisfactoria’”.57
Es
lo que el filósofo británico C. S. Lewis elegantemente expresó
diciendo: “Yo creo en el cristianismo como creo que el sol ha
salido, no por que lo veo, sino porque gracias a él puedo ver todo
lo demás”.58
Nuestra
experiencia personal y la de muchos científicos, filósofos,
historiadores y artistas nos demuestra que la creencia en Dios y la
práctica religiosa no son incompatibles con el desarrollo
intelectual, con el pensamiento crítico, con el avance científico y
con la satisfacción personal en la vida.
-
¿Es la religión la causa de las guerras y la violencia?
Los
nuevos ateos afirman que la religión es la principal causa de
guerras y asesinatos en el mundo. Así también afirman que las
creencias religiosas conducen a la intolerancia e imponen creencias
religiosas en los demás, lo que lleva a conflictos y violencia entre
creyentes de diferentes credos. Este es el argumento principal de Sam
Harris en su libro El fin de la fe: Religión, terror y el futuro de
la razón, y de Christopher Hitchens en su libro Dios no es bueno.
Alegato contra la religión. En el año 2013, duran te una
conferencia en la Gran Sala Harry Potteresque de la Universidad de
Toronto, Hitchens declaró públicamente a un grupo de estudiantes
que él odia la religión porque está “absolutamente convencido de
que la principal fuente de odio en el mundo es la religión”.59
Es
significativamente contradictorio que aquello que Hitchens denuncia
como negativo -el odio que genera la religión- es a su vez lo mismo
que él siente hacia la religión. Hitchens quiso explicar al grupo
de estudiantes universitarios por qué la libertad de expresión
debería incluir la libertad de odiar, y lo hizo con las siguientes
palabras:
Mirad
en cualquier lugar que deseéis, a la esclavitud, a la subyugación
de las mujeres como bienes, a la quema y flagelación de
homosexuales, a la limpieza étnica, al antisemitismo, [la causa] de
todo esto no la busquéis más que en un famoso libro que está en
cada púlpito en esta ciudad, y en cada sinagoga y en cada mezquita.
Y luego veréis si podéis buscar la cuadratura de este círculo: que
la fuerza que es la principal fuente de odio es también el principal
interlocutor de la censura.60
Las
palabras de Hitchens son difíciles de aceptar y nos llevan a
preguntarnos si realmente la religión engendra violencia o la
verdadera causa es otra. De hecho, la mayoría de las personas
religiosas se muestran in crédulas hacia la idea de que su fe sea la
causa de la violencia. En muchos aspectos, el argumento parece
contrario a la intuición y derivado de la completa ignorancia de la
historia y los temas sociales, porque tradicionalmente la religión
se ha asociado con la paz, la no violencia y la hermandad. Varias
razones nos llevan a esa reacción de incredulidad.
En
primer lugar, debemos distinguir entre los extremistas dentro de los
grupos religiosos y los adherentes a la corriente principal o
comunidad general de esos grupos. Los nuevos ateos no han considerado
esta diferencia. Sin lugar a duda, hay personas y grupos religiosos
que quieren imponer a la fuerza sus creencias y prácticas a los
demás. Pero este problema no es exclusivo de las personas religiosas
y su actitud extrema tiene algo que ver con la manera en que
comunican sus puntos de vista. Casi cada grupo tiene extremistas, ya
sean cristianos, musulmanes, darwinistas, políticos, ateos,
feministas, marxistas, aficionados a los deportes, ambientalistas,
defensores de los animales, etc. Estos extremistas están fuera de la
corriente principal del grupo y, por lo tanto, cada vez que juzgamos
el comportamiento o las actitudes de los extremistas, corremos el
riesgo de rechazar al grupo principal basándonos en las acciones de
unos pocos que son fuertes, que gritan más o son más agresivos.
Basándose en las acciones de los extremistas religiosos, los nuevos
ateos transmiten una imagen muy distorsionada de la religión, y la
mayoría de los creyentes en el grupo principal no se reconocen a sí
mismos por las descripciones de los extremistas.
En
las críticas a la religión, también se observa lo que se denomina
condenación por asociación: si uno de los feligreses o creyentes
comete una falta, la sociedad tiende a generalizar y levantar juicios
de condena sobre todos los miembros. La consecuencia de la acción de
unos pocos radicales es la condena del grupo mayoritario que no es
radical ni agresivo. Debido a la acción de algunas facciones, grupos
o individuos radicales y violentos, algunos afirman que la religión
en general es opresiva. Por ejemplo, se condena a cristianos que
están involucrados en acciones de corrupción política, pero por
extensión o asociación se condena a todos los cristianos. Como
resultado, la sociedad ejerce acciones opresoras hacia ciertos grupos
de cristianos usando la condenación por asociación histórica; esta
queda como seña de identidad para todo ese grupo religioso. Es
importante señalar que este tipo de asociaciones históricas no
necesariamente valida una creencia.
En
segundo lugar, debemos admitir que, a veces, la religión sí produce
actos violentos. Paul Chamberlain reflexiona sobre algunas preguntas
importantes que a este respecto deben considerarse.61 ¿Es la
religión la causa de la violencia o el abuso de la religión lo que
causa la violencia? ¿No es la irreligión también la causa de gran
violencia y crueldad? Si es así, ¿qué indica eso sobre la
verdadera causa de la violencia? ¿Podría ser la causa algo que no
es la religión o la irreligión? ¿Terminaría la violencia si se
erradicara la religión? La historia de la humanidad muestra
claramente que esta esperanza es falsa. La irreligión tiene un
extenso historial de violencia, mucho más que la religión. De
hecho, son otros factores aparte de la religión o la irreligión los
que causan las guerras y la violencia.
Un
simple repaso general a la historia nos indica que la causa de las
guerras y el derramamiento de sangre en este mundo no es la religión,
sino la ganancia económica. Ya era así en la antigüedad. Una
lectura del libro de Jueces en la Biblia, un libro lleno de guerras,
derramamiento de sangre y violencia, muestra que las guerras de los
filisteos, moabitas, amorreos y otros pueblos alrededor de los
israelitas no fueron provocadas por diferencias religiosas, sino por
acceso o posesión de recursos naturales, cultivos, dominio del
territorio, etc. Esto apunta a una segunda causa im portante de las
guerras: la expansión territorial, generalmente asociada a la
ganancia económica. Una tercera razón importante para los
conflictos son los desacuerdos entre las personas dentro de un mismo
país sobre cómo deben ser gobernadas, sus derechos respetados, o
sus recursos repartidos, lo que causa guerras civiles y
revolucionarias, cuyo resultado a menudo es ganar poder político. De
hecho, históricamente, la religión ha causado muy pocas guerras; la
mayoría de ellas ha sido provocada por disputas civiles,
revolucionarias, económicas o territoriales.
En
su libro Death by Government, el profesor de ciencia política
Rudolph J. Rummel ofrece un interesante análisis de las causas y las
muer tes debidas a la guerra, con estadísticas que demuestran que la
gran mayoría de las personas que han muerto en guerras o conflictos
fueron en realidad víctimas del Gobierno y no de las religiones.
Para ese tipo de asesinatos masivos de personas, Rummer acuñó el
término democidio.
Rummer
calculó que, solamente en los últimos cien años (antes de la fecha
de publicación de su libro en 1994),
[c]asi
170 millones de hombres, mujeres y niños han sido fusilados,
golpeados, torturados, apuñalados, quemados, privados de alimentos,
congelados, aplasta dos o forzados a trabajar hasta morir; enterrados
vivos, ahogados, colgados, bombardeados o asesinados de cualquier
otra forma en que los gobiernos han infligido la muerte a ciudadanos
y extranjeros desarmados e indefensos. La cifra de muer tos podría
ser de casi 360 millones de personas, es como si nuestra especie
hubiera sido devastada por una Peste Negra moderna. Y en verdad lo ha
sido, pero una plaga de Poder, no de gérmenes.62
De
todas las guerras en las que se ha estimado el número de muertos, la
Segunda Guerra Mundial de 1939 a 1945 fue la más sangrienta, con más
de setenta millones de muertos. Otras dos de las más sangrientas
fueron la Primera Guerra Mundial y la Guerra Chino-Japonesa. Ninguna
de las tres tuvo nada que ver con la religión. Los estudios de
Rummel muestran que en realidad la economía y las disputas
territoriales son causas mu cho más significativas que la religión
tanto en número de guerras como en número de muertos. La mayoría
de las guerras y de los conflictos más sangrientos fueron impulsados
por líderes ateos educados o inspirados en una filosofía basada en
el ateísmo. La lista incluye a Joseph Stalin (> 42 millones de
muertos), Mao Zedong (> 37 millones de muertos), Adolf Hitler (20
millones de muertos) y muchos otros.
Joseph
Stalin fue un ateo declarado que promovió el ateísmo a través de
la propaganda antirreligiosa, el cierre y la confiscación de
instituciones religiosas, la educación atea en las escuelas y las
leyes antirreligiosas. Creó la Liga de Ateos Militantes e
institucionalizó la persecución contra los creyentes religiosos a
los que mataron indiscriminadamente durante veinticinco años.
Durante su régimen, numerosas iglesias, sinagogas y templos fueron
profanados o destruidos; pocos de ellos permanecieron intactos, lo
que testificó intensamente de la intolerancia extrema de la
irreligión. Se violó a las monjas y persiguió a los clérigos
(muchos de ellos murieron en los gulags de Siberia o simplemente
ejecutados). Stalin persiguió a cualquiera que pudiera representar
una amenaza para su régimen, y en caso de duda, los mató. No se
sabe cuántas personas murieron como consecuencia de su brutal
régimen opresivo, pero los estudios los estiman entre 40 y 60
millones de personas.
Hitler
fue otro monstruo ateo que mató a más de 20 millones de personas
entre las consecuencias directas de las guerras en Europa, África y
el Cercano Oriente, y la persecución a judíos, gitanos, clérigos
católicos, protestantes y personas de diversas etnias. Por medio de
la eliminación de esas personas y mediante la “crianza selectiva”,
Hitler buscaba crear una raza alemana pura. El resultado de este fin
arreligioso, irreligioso y secular fue la exterminación masiva de
millones de personas.
El
hecho es que el ateísmo ha causado la muerte violenta de muchas más
personas que cualquier otra ideología o incluso que los desastres
naturales. Lo más grave es que no hay razón para creer que la
violencia cesará si se elimina la religión. Como hemos indicado
anteriormente, la historia nos prueba eso. La realidad es mucho más
compleja y, aparte de las estadísticas, no parece que la religión o
la falta de religión sean la causa directa del problema de la
violencia en el mundo. La violencia con consecuencias brutales ha
sido practicada a lo largo de la historia por personas, sin importar
sus puntos de vista religiosos o irreligiosos. La causa real de la
violencia es más profunda.
Las
verdaderas fuerzas impulsoras detrás de los actos violentos son los
elementos políticos, económicos y culturales subyacentes. Esto
explica por qué la violencia surge tanto de personas religiosas como
no religiosas. También explica el hecho de que la gran mayoría de
las personas religiosas expresa repulsa hacia los actos de violencia
religiosa (y no religiosa también).
La
religión no es la causa principal de la violencia. La esperanza de
poner fin a la violencia mediante la eliminación de la religión es
falsa. La historia de la humanidad no nos permite sostener la idea de
que la ausencia de religión en este mundo promovería la paz, la
ausencia de violencia y el entendimiento entre los grupos humanos.
Tanto las personas religiosas como las irreligiosas cometen actos de
violencia, a menudo motivadas por motivaciones políticas y
culturales más profundas. Uno de los mejores ejemplos de esto es la
Revolución francesa (1789-1815). Este movimiento social fue un
intento de abandonar el estado religioso, proclamar la muerte de Dios
y comprometerse con los dos grandes ideales seculares de libertad e
igualdad. Estos ideales se utilizaron para motivar a 2,4 millones de
soldados a pelear sangrientas batallas en toda Europa, con el
objetivo de imponer la dominación francesa en todo el continente. No
hubo la más mínima motivación religiosa en todo este nuevo
nacionalismo, excepto, paradójicamente, para acabar con la religión
en Francia, y por extensión, en el resto de Europa. Se declaró a la
religión como muerta.
El
resultado de este llamado a la revolución fue horrible y devastador,
con poblaciones enteras que se movilizaron para la guerra. Las
batallas se hicieron más feroces, más extensas, más numerosas y
más destructivas de lo que el mundo había visto hasta la fecha. Los
soldados peleaban mientras pudieran físicamente caminar. Cuando la
Revolución francesa y las guerras de Napoleón terminaron con la
batalla de Waterloo, al menos 4 millones de personas habían muerto.
Todo ocurrió sin ninguna motiva ción religiosa y, paradójicamente,
estas guerras se iniciaron en nombre de la igualdad y la libertad.
No
es realista pensar que deshacerse de la religión eliminaría la
violencia, o incluso la reduciría significativamente, y traería
libertad a las personas. Si se eliminaran las religiones, surgirían
otros identificadores de grupo que crearían distancias y barreras
entre las personas. La tirantez y la enemistad entre grupos surgirían
por motivos de etnicidad, tribu, idioma, nacionalidad, color, etc. El
genocidio de Ruanda y la Guerra Civil de los Estados Unidos son dos
ejemplos de conflictos mortales que surgie ron debido a la etnicidad,
el color y las diferencias culturales y tribales. La religión no
tuvo nada que ver con ellos. Valdría la pena incluir el concepto
básico de la ley de Dios expresado por Jesús como el amor a Dios y
al prójimo, incluso a nuestros enemigos.
-
La religión como experiencia positiva
Incluso
si reconocemos que no hay una demostración definitiva de la relación
entre la práctica religiosa o la espiritualidad, y una mejor salud, numerosas investigaciones
indican que la religión no solo es positiva para el bienestar de los
individuos, sino que también salva vidas. Literalmente, miles de
estudios han investiga do la relación entre religión y bienestar
humano. En 2015, el profesor de psiquiatría de la Universidad de
Duke, Harold Koenig, y su equipo de investigación, revisaron
cuidadosamente más de 3000 estudios publicados anteriormente sobre
esta relación.63 El resultado fue inequívoco: un total de 79 % de
los estudios relevantes mostraron un vínculo positivo entre la
religión o la espiritualidad y el bienestar psicológico.
La
mayoría de los estudios también demostraron una relación con el
bienestar físico. Uno de los hallazgos más sorprendentes es que la
religión y la espiritualidad están relacionadas con una vida más
larga, con aproximadamente el 68 % de los estudios publicados que
muestran tal vínculo, un resultado totalmente opuesto a la
afirmación de los ateos de que la religión es perjudicial para la
humanidad. En uno de los estudios llevados a cabo,64 los
investigadores siguieron a 8450 personas de entre 40 y 90 años de
edad durante más de 8 años, y registraron los fallecidos por
cualquier causa. Se observó que las personas que asistían a los
servicios religiosos una vez por semana tenían una reducción del 18
% en el riesgo de morir durante este período, y una reducción del
30 % para los que asistían más de una vez por semana. Curiosamente,
estas cifras muestran que, en lugar de ser un perjuicio para las
personas, la asistencia a la iglesia tiene un efecto beneficioso
similar al ejercicio físico moderado regular.
Es
necesario puntualizar que, aunque está claro que hay una relación
positiva entre la religión y la espiritualidad y el bienestar
psicológico y físico, no está claro por qué existen exactamente.
La razón para esto reside en el hecho de que la religión es un
fenómeno social complejo y multifacético, con elementos culturales,
emocionales, sociológicos, psicológicos, etc., que pueden influir
de muchas maneras en las personas. No obstante, los datos científicos
e históricos, y las experiencias y las vivencias de millo nes de
personas en el pasado y el presente indican de manera inequívoca que
la religión no es un detrimento para la humanidad, sino un
significativo beneficio para su salud.
En
un extenso estudio demográfico llevado a cabo por el Pew Research
Center65 sobre el futuro de las religiones del mundo, el número de
ateos o aquellos que se identifican como no afiliados a ninguna
religión, llama dos “nones”, está aumentando a nivel mundial.
En Norteamérica y Europa está el segundo grupo más grande después
del cristianismo. La cantidad de no afiliados a ninguna religión en
el año 2010 fue aproximadamente de 1100 millones de personas y se
considera que para el año 2040 lleguen a ser 1200 millones y luego
disminuya ligeramente. Así también señala que “esta disminución
se debe en gran medida a la edad avanzada y la baja fertilidad de las
personas sin afiliación religiosa en todo el mundo en relación con
otros grupos religiosos”. Según este informe, los tres países con
mayor cantidad de no afiliados a ninguna religión son China, Japón
y los Estados Unidos, seguido de un grupo significativo en Europa.
Nosotros
postulamos que los factores determinantes en el aumento de la no
afiliación religiosa es el constante aumento del secularismo y la
revolución liberal cultural que han entrado de lleno en la cultura
política, la industria de la comunicación y el mundo académico. La
secularización es la pérdida de valores, de conductas propias de
una religión o la transformación de lo eclesiástico en secular. A
partir del siglo xxi, el secularismo fue en aumento de manera
generalizada y progresiva, un crecimiento que está asociado con la
progresiva pérdida de credibilidad o aceptación del cristianismo.
Es significativo que el aumento en la no afiliación a denominaciones
religiosas se atribuya al secularismo y no a los supuestos efectos
negativos de la religión.
CONCLUSIÓN
La
corriente del nuevo ateísmo ha presentado cinco razones para afirmar
que la religión es mala para la humanidad. Los nuevos ateos afirman
que la religión es perjudicial para el pensamiento crítico, que es
enemiga del arte, que destruye la libertad de las personas, que
impide que las per sonas disfruten de la vida aquí en la tierra, y
que es la causa de las guerras y mucha violencia.
Luego
de analizar cada punto expuesto, este ensayo llega a las siguientes
conclusiones:
En
primer lugar, nos consta que, a lo largo de la historia pasada y
reciente, numerosos y relevantes científicos fueron cristianos, y
que su fe o creencia cristiana no solamente no interfirió en el
ejercicio de su actividad científica, sino que sirvió de impulso y
motivación para sus investigaciones y descubrimientos. El
cristianismo no impidió la producción científica, sino que, por el
contrario, aportó orientación e incluso explicaciones lógicas a
sus descubrimientos.
En
segundo lugar, a lo largo de los últimos veinte siglos hasta el
presente, la Biblia ha sido utilizada de manera muy positiva en
muchas instituciones como instrumento transversal en la enseñanza a
todos los niveles académicos. Numerosos eruditos de todos los campos
de las ciencias y el pensamiento han recibido su formación en
instituciones donde se incorpora el contenido religioso. La
afirmación de que la religión, en especial la cristiana y su
principal fuente de fe, la Biblia, son perjudiciales para el
pensamiento crítico, no tiene fundamento histórico o lógico.
En
tercer lugar, la historia nos muestra que la religión ha sido fuente
de inspiración a escritores, pintores, músicos, arquitectos y otros
artistas. Numerosas obras de arte reflejan la experiencia religiosa
de artistas o diseñadores inspirados en un Diseñador inteligente.
Es por ello que hoy podemos observar esta amplia representación
artística en catedrales, en la música, en museos y en la
literatura.
En
cuarto lugar, la religión, en especial el cristianismo, ha sido una
significativa impulsora de los derechos humanos, la libertad de
conciencia y el respeto hacia los demás, que incluye minorías,
grupos humanos desamparados y personas marginadas. Gracias al
cristianismo, a lo largo de la historia se han promulgado leyes y
derechos que corrigen la desigual dad, prohíben la esclavitud, los
infanticidios y otras opresiones. Es cierto que algunas personas no
vinculadas a una religión también han realizado grandes obras de
arte y avances científicos, pero ello no debe llevarnos a concluir
que la religión es un impedimento para el desarrollo artístico, la
ciencia o los derechos humanos.
En
quinto lugar, numerosos estudios científicos han demostrado que la
religión aporta satisfacción, felicidad, longevidad y otros
beneficios a las personas practicantes.
En
sexto lugar, si bien los nuevos ateos han presentado argumentos
extremistas de la religión como eje o punto central de conflictos y
de guerra, los datos muestran que la inmensa mayoría de las guerras
y los conflictos tuvieron causas políticas, territoriales,
económicas y culturales. A la vista de los datos históricos y
sociológicos, la afirmación de los nuevos ateos de que la religión,
en especial el cristianismo, son perjudiciales para la humanidad, no
se sostiene.
NOTAS
1
“The battle-fields of science”, en Ronald Numbers, “Science and
Religion”, Osiris 1 (1985): 59.
2
Andrew Dickinson White, A history of the warfare of science with
theology in Christendom (1896), 1-2; John William Draper, History of
the conflict between religion and science (Nueva York: D. Appleton,
1874), 215. Un excelente examen de estas dos publicaciones se puede
encontrar en David C. Lindberg y Ronald L. Numbers, “Beyond war and
Peace: a reappraisal of the encounter between Christianity and
science”, Perspectives on Science and Christian Faith 39, 3
(1987):140-149.
3
Alvin J. Schmidt, How Christianity changed the world (Grand Rapids,
Michigan: Zondervan, 2004), 170-193, 240-267.
4
Debido a la similitud de su análisis argumentativo y la cercanía en
el tiempo en sus publicaciones, estos cuatro personajes han recibido
el nombre popular e informal de “los cuatro jinetes”.
5
Christopher Hitchens, Dios no es bueno: Alegato contra la religión
(Barcelona: Random House Modadori, 2008), 73.
6
Sam Harris, El fin de la fe. La religión, el terror y el futuro de
la razón (Madrid: Paradigma, 2007), 23.
7
Richard Dawkins, El espejismo de Dios (Barcelona: Espasa, 2012), 8.
8
Daniel C. Dennett, Breaking the spell: religion as a natural
phenomenon (Nueva York: Viking, 2006), 30-85.
9
Harris, El fin de la fe, 85.
10
James Hannam, The genesis of science. How the Christian Middle Ages
launched the scientific revo lution (Washington DC: Regnery
Publishing, 2011), cap. 3; Rodney Stark, For the glory of God. How
monotheism led to reformations, science, witch-hunts and the end of
slavery (Princeton, New Jersey: Princeton University Press, 2004),
caps. 2 y 4.
11
George Thomas Kurian y Mark A. Lamport, eds., Encyclopedia of
Christian Education (Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2015),
317-319; Schmidt, How Christianity Changed the World, 170-193,
218-247.
12
Stark, For the glory of God. How monotheism led to reformations,
science, witch-hunts and the end of slavery, caps. 2 y 4.
13
James Hannam, “Science owes much to both Christianity and the
Middle Ages”, Soapboxscience, acceso el 13 de octubre de 2019,
http://blogs.nature.com/soapboxscience/2011/05/18/scien
ce-owes-much-to-both-christianity-and-the-middle-ages (traducción
propia).
14
Sanjib Kumar Ghosh, “Human cadaveric dissection: a historical
account from ancient Gree ce to the modern era”, Anatomy & Cell
Biology 48, n.o 3 (2015), 153-169, doi:10.5115/acb.2015.48.3.153.
15
Thomas S. Kuhn, The Copernican Revolution (Cambridge: Harvard
University Press, 1957), 199.
16
Michael Newton Keas, Unbelievable, 7 myths about the history and
future of science and religion (Wilmington, Delaware: ISI Books,
2019), 61.
17
Maurice A. Finocchiaro, “The Copernican revolution and the Galileo
affair” en The Blackwell companion to science and Christianity,
eds. J. B. Stump y Alan G. Padgett (Malden, Massachis setts:
Willey-Blackwell, 2012), 14-25.
18
Sarah Pruitt, “6 reasons the Dark Ages were not so dark”, History
Stories, acceso el 13 de octubre de 2019,
https://www.history.com/news/6-reasons-the-dark-ages-werent-so-dark.
19
Anónimo, “The History of manuscripts: Illuminating a Dark Age”,
The Economist, acceso el 13 de octubre de 2019,
http://www.economist.com/node/17722535.
20
Juan Luis de León Azcárate, “La Biblia y la evangelización del
Nuevo Mundo durante el siglo XVI”, Veritas 32 (marzo de
2015):195-227.
21
Ibíd.
22
Por ejemplo, Stark, For the glory of God. How monotheism led to
reformations, science, witch-hunts and the end of slavery, caps. 2 y
4; Hannam, “Science owes much to both Christia nity and the Middle
Ages”, Soapboxscience, acceso el 13 de octubre de 2019,
http://blogs.nature.com/soapboxscience/2011/05/18/science-owes-much-to-both-christianity-and-the-middle-ages;
Peter Harrison, “Christianity and the rise of western science”,
ABC Religion & Ethics, acceso el 13 de octubre de 2019,
https://www.abc.net.au/religion/christianity-and-the-rise-of-western-science/10100570.
23
Martin Lutero, “To the councilmen of all cities in Germany that
they establish and maintain Christian schools” en Luther’s works,
ed. R. Schulz (Filadelfia: Fortress Press, 1967).
24
Robertto Rodríguez, “Los cambios educativos tras la reforma
Luteraana en el siglo XVI”, Textos y contextos desde el sur 6, 3
(julio de 2018): 34.
25
Los estudios son numerosos, por ejemplo, los estudios de Stark,
Hannam, Harrison, Harrison, citados en este artículo.
26
Peter Harrison, “The Reformation and the rise of science”,
Religion & Ethics, acceso el 23 de febrero de 2020,
https://www.abc.net.au/religion/the-reformation-and-the-rise-of-science/10095264.
27
Ibíd.
28
Francis Bacon en su Novum Organum (1621), un manifiesto para una
nueva ciencia no aristotélica, afirma que después de la caída en
el pecado los seres humanos perdieron tanto su capacidad de hacer lo
bueno como su dominio de la naturaleza. Bacon creía que estas
limitaciones se pueden parcialmente superar, lo primero por medio del
cultivo de la religión y la fe, y lo segundo por medio de las artes
y la religión. Por tanto, para Bacon y otros intelectuales
protestantes, la historia de la caída en el pecado proporcionaba a
los humanos una doble misión: por un lado, la restauración del
orden moral por medio de la religión, y por otro, la restauración
del dominio sobre la naturaleza por medio de la artes y las ciencias.
29
Harrison, The Reformation and the rise of science.
30
D. C. Lindberg y P. Harrison, “Science and religion around the
world: historical perspectives” en Science and Religion Around the
World, eds. J. H. Brooke y R. L. Numbers (Oxford: Oxford University
Press, 2011), 67-91; David C. Lindberg y Ronald L. Numbers, “Beyond
war and peace: a reappraisal of the encounter between Christianity
and science”, Perspectives on Science and Christian Faith, 39, 3
(1987): 140-149.
32
Aaron Rosen, “Friends or foes? Art’s long, complicated
relationship with religion”, CNN Style, acceso el 22 de enero de
2019,
https://expansion.mx/estilo/2017/03/24/amigos-o-enemigos-la-larga-y-complicada-relacion-del-arte-con-la-religion
(traducción propia).
33
Albert E. Elsen, Purposes of art (Nueva York: Holt, Rinehart y
Winston, 1967), 74.
34
Alfonzo Rincón, “Experiencia de fe y creación musical”,
Theologica Xaveriana 143 (2002): 463-464.
35
Ibíd., 465.
36
Olivier Messiaen, Music and color: conversations with Claude Samuel
(Portland, OR: Amadeus Press, 1994), 261-62.
37
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(Oxford: Oxford Univer sity Press, 2012), 134.
38
Aaron Rosen, Art and religion in the 21st Century (London: Thames &
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39
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https://www.societyarts.org/ralph-vaughan-williams-spiritual-vagabond.html.
40
Oxford Classical Dictionary, s. v. “infanticide” (traducción
propia).
41Didaché
5, 2.
42
Schmidt, How Christianity changed the world, 62
43
Ibíd.
44
En sus Homilías sobre el libro de Romanos, Crisóstomo, el padre de
la Iglesia del siglo cuarto, habló positivamente de Junia y la
reconoció como un apóstol femenino excepcional.
45
Bernard Wyatt-Brown, “American Abolitionism and Religion”,
Religion in American History, acceso el 14 de octubre de 2019,
http://nationalhumanitiescenter.org/tserve/nineteen/nkeyin
fo/amabrel.htm.
46
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48
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and older patients”, Journal of the American Geriatrics Society 47,
4 (1999):453-455.
49
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50
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51
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54
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56
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57
Ibíd., 9
58
C. S. Lewis, Essay collection (London: Harper Collins, 2002), 21.
59
Hitchens hizo esta afirmación en varios medios, incluso, en una
conferencia pública graba da en video. Christopher Hitchens “I’m
Absolutely Convinced That The Main Source of Hatred in the World is
Religion”, video 0:07, acceso el 20 de febrero de 2020,
http://www.misdebunking-christianity.com/2008/03/christopher-hitchens-im-absolutely.html
60
Frontier Centre for Public Policy, “A day in the intellectual glare
of Hitchens”, acceso el 19 de mayo 2020,
https://fcpp.org/2006/12/02/a-day-in-the-intellectual-glare-of-hitchens/.
61
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62
Rudolph J. Rummel, Death by Government (New Brunswick, NJ:
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63
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update”, Advances in Mind- Body Medicine 29, 3 (2015):19-26.
64
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and Mortality in a U.S. Na tional Cohort”, Annals of Epidemiology
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65Pew
Research Center: Religion & Public Life, “The Future of World
Religions: Population Growth Projections, 2010 - 2050”, acceso el
14 de octubre de 2019,
http://www.pewforum.org/2015/04/02/religious-projections-2010-2050/.
NOTAS
31
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Nelson, 2018), 22.
47
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38, 3 (2007): 993-997; Robert J. Taylor y Linda M. Chatters, “Church
members as a source of informal social support”, Review of
Religious Research 30, 2 (Dic 1988):193-203.
Recibido:
14 de Octubre de 2019;
Aprobado: 26 de Febrero de 2020
Fuente:
http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1669-27212020000100087